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Palacio Federal Legislativo, 26 de marzo del 2010, pasadas las 4 de la tarde, el secretario termina de leer el orden del día y antes de comenzar la sesión, la flamante presidente, estrenando unas gafas Gucci que encontró en la maleta de viaje de su marido canciller, y que tiempo después se enterará que no eran para ella, decide incorporar un punto. Hay que expulsar del parlamento al Dip. Wilmer Azuaje, quién ha acusado al ser supremo y a su familia de recrear la serie Falcon Crest en Barinas. Luego de un acalorado debate a las 10 de la noche se cumple la misión, 105 diputados que se supone representan al pueblo, desconocen la voluntad del soberano y sin mediar consulta o elección alguna, expulsan al otrora camarada.
Igual ocurrió en el año 1993. CAP, que había sido electo con la mayor cantidad de votos jamás obtenido en el país fue destituido sin consultar a las bases, sin convocar proceso electoral alguno. Los mismos que hoy intentan desconocer la constitución de una nación soberana, aplaudieron y convocaron caravanas y fiestas para celebrar la caída del Gocho.
La cantidad de ejemplos mediante los cuales la “institucionalidad revolucionaria” se ha colocado por encima de la voluntad del soberano es extensa. Recuerden lo que le hicieron a Antonio Ledezma, o a los gobernadores que no militan en el PSUV, que le arrebataron competencias o le crearon estructuras superpuestas, como la alcaldía paralela que maneja Jacqueline Farias, o más reciente está la persecución contra el Gato Briceño, a quien le vienen dando un golpe de estado regional por negarse a obedecer ciego, sordo y mudo las órdenes emitidas desde el centro de mando en Caracas.
Todos los ejemplos anteriores son una clara evidencia de la doble moral que tiene la revolución en materia de legalidad. Para ellos la ley es una plastilina que legitima burdamente los objetivos de la revolución. ¿Cómo se atreven a condenar el intervencionismo yanqui en Panamá o en el Medio Oriente y al mismo tiempo instigar desconocimientos en Paraguay, financiar proyectos políticos amigos en México, Nicaragua, Bolivia, entre otros y callar frente a las conductas imperialistas de Rusia, sólo porque les vende juguetes de guerra?
Lo ocurrido el 22 de junio en Paraguay, donde supuestamente el Canciller Maduro instigó al alto mando de las fuerzas armadas de esa nación a desconocer una decisión tomada en el marco de la Constitución paraguaya, es una demostración de infantilismo de izquierda sin precedentes. Las reglas elementales de la diplomacia obligan a cuidar las formas y en una situación en extremo delicado mucho más. ¿Qué pasaba por la mente de tan inexperto diplomático que ni siquiera se percató de la existencia de cámaras de seguridad?¿Será verdad que incluso hubo un ofrecimiento de millones de dólares para garantizar el éxito de la heroica retoma?. El video y la acusación de parlamentarios y militares de ese país son extremadamente delicados y lo mínimo que la opinión pública esperaría es que se abra una investigación en la Asamblea Nacional y que dicho funcionario sea destituido para salvaguardar los intereses superiores de nuestra política exterior. Lo más probable es que nada de ello ocurra, ya que en nuestra inmadura política exterior, acciones como está son aplaudidas porque colocan minas en el camino de la hegemonía imperial yanqui y de paso, permiten la circulación de maletines tipo Antonini, para hacer el trabajo menos pesado.
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Por: Carlos Enrique Valero / @carlosvalero08