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Cuántas veces ha escuchado frases como “no cargues tanto al niño que se malacostumbra, déjalo que llore para que se le desarrollen los pulmones, no lo consientas tanto porque se malcría”, y así otros consejos más que nos brindan amigos y familiares para ser “mejores padres”. Lo cierto es que esas prácticas sugeridas son patrones culturales que van en contravía a lo que naturalmente necesita nuestro hijo.
En forma errónea creemos que abrazarlo, decirle una palabra dulce que fortalezca sus virtudes o simplemente mirarlo con ternura, son gestos insignificantes. Lo más paradójico es que a medida que crecen, esas muestras de amor se van desvaneciendo hasta prácticamente desaparecer en la adolescencia.
La crianza con apego es una corriente que ayuda a los padres a comprender las etapas de crecimiento de los niños, y que en varios países europeos y latinoamericanos ha ido ganando adeptos. William Sears, pediatra norteamericano, es el creador de este esquema de crianza, fundamentado en la Psicología del Desarrollo y la Teoría del Apego.
La idea es establecer un fuerte vínculo emocional con los pequeños desde sus primeros años de vida, que los conduzca hacia una adultez empática y de relaciones sanas. Dormir con los hijos, mantener contacto físico permanente con los bebés, proporcionar la lactancia materna, atender diligentemente los llamados de los niños y evitar la violencia verbal o física son acciones sencillas y que en mucho contribuyen a su desarrollo humano.
La violencia que hoy nos está desbordando en el país, indiscutiblemente nace en el seno familiar, en el trato que le damos a nuestros hijos. “¡Qué torpe eres!, me tienes harta, no seas tan bruto” son expresiones cargadas de una agresividad tan perniciosa como una bofetada o una nalgada. Se ha demostrado que el cuidado proporcionado a los niños durante los primeros años de vida, definen la tendencia a desarrollar ciertas conductas delictivas, dificultades de atención, problemas de aprendizaje, adicciones y hasta depresiones. Hay que ver cuántos problemas nos ahorraríamos como sociedad si asumiéramos en nuestro comportamiento cotidiano los principios del respeto, el amor y la disciplina hacia nuestros hijos.
Thairy Baute
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