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Chicas, si quieren sexo ¡díganlo!

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La escritora mallorquina Roser Amills (Algaida, 1974) asegura que las mujeres han alcanzado ya “cierto nivel de usuarias avanzadas del erotismo”, que ya saben “diferenciar entre romanticismo y un buen polvo” y que también saben apreciar los puntos de contacto entre ambos. Por lo tanto, ya han empezado a producir los libros que desean leer y a tener las relaciones sexuales y amorosas que desean. Su ensayo Me gusta el sexo. Las claves para la felicidad sexual (Ed. Paidós) del cual reproducimos el siguiente extracto, abunda en esa perspectiva y reivindica otra manera de abordar los encuentros amorosos.

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Una relación sexual feliz no es una prueba ni un examen. Esta actitud también liberará al otro, hará que disfrutemos más, que lleguemos a acuerdos de qué hacer y cómo en cada momento con menos presión y mayor criterio, favorece la comunicación y la confianza en la pareja. La clave es pensar en uno mismo y que la otra parte haga lo mismo, ser egoístas en vez de estar esperando siempre a que el otro sea generoso. Egoísmo sexual, entendido como «Pásatelo lo mejor que puedas, que yo pienso hacer lo mismo».

Querer satisfacer al otro continuamente, querer hacer que se lo pase bien cueste lo que cueste, que llegue a cuantos más orgasmos mejor, supone una responsabilidad y un peso enorme para ambos que puede arruinar el cuerpo a cuerpo. En cambio, no sabéis cuánto alivia saber que vas a mantener una relación sexual para pasártelo bien y punto, no para hacer que el otro se lo pase bien.

Imaginad qué cantidad de angustia y ansiedad se esfuma. Y por eso parece que funciona el sexo con desconocidos, porque no nos importa lo que piensen de nosotros y podemos ser más egoístas, pues quizá no volveremos a ver a esa persona jamás. ¿Acaso quieres que tu pareja tenga que buscarse a una persona desconocida?

Toma nota de esta paradoja y trata de ponerla en práctica no únicamente con desconocidos, que eso es demasiado fácil. Si quieres progresar, ponte retos. ¿Qué tal si miras a tu pareja a los ojos y le reconoces que esto o lo otro o lo de más allá te va bien o te va mal y te olvidas de lo que pueda pensar y piensas en tu bienestar? Está contigo, no contra ti.

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Cómo hablar de sexo con tu pareja

Cuando te encuentras con un hombre por primera vez, ¿te imaginas cómo será haciendo el amor? Yo sí.  Y lo confieso para predicar con el ejemplo. Me encanta recalcar la importancia de expresarnos con sinceridad. La única manera de descubrir lo que quieres del otro, o lo que está dispuesto a darte, es hablar sobre tus deseos sin máscaras. Por ejemplo, si quieres casarte y tener seis hijos y comienzas una cita con alguien recién divorciado, no tiene mucho sentido suponer que querrá darte lo que quieres simplemente porque te ama. Y mucho menos exigírselo en un futuro.

La misma sinceridad debes aplicarla al terreno horizontal. Si quieres sexo, dilo, exprésalo con alegría, con gratitud hacia la persona que has elegido que te acompañe a la fiesta. Puede parecer de lo más simple, pero cuando toca abordar el tema del placer sexual con la pareja no siempre la situación se plantea de una manera sencilla, y es que tememos herir sensibilidades y causar molestias en el otro, pero la realidad es que cuando alguno de los dos no está disfrutando, la mejor opción es conversar acerca del tema.

Y ¿cómo hablo de sexo con mi pareja? Sobre todo, recordando que es menos complicado hacer lo que quieres que no hacer lo que no quieres. Agita los arbustos para centrar la atención en ti, y no provoques malentendidos. Muchas parejas en crisis alegan que el otro no los busca. Si quieres vivir un encuentro de pasión con tu pareja, exprésate con claridad diáfana.

Es el momento de que comiences a desarrollar ideas, que demuestres tus talentos; nada de darle fecha y hora, le agobia. Déjate llevar y que surja el momento mediante acuerdos simpáticos y no te preocupes si tarda, no hay que tenerlo todo bajo control todo el tiempo. Añade a tu monólogo interior un sonoro «travesuras… ¡a la cama!», y deja ya de hacer lo que no te apetece. Entre el derecho manifiesto y el don de gentes, puedes propiciar el siguiente diálogo:

—¿Es estrictamente necesario que te acaricie la espalda para estar satisfecho en tu vida sexual?

—¡Por supuesto que no!

Que quede claro. Que no sea por no haberlo dicho. Y así, con todo.

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Por otro lado, ni tanto, ni tan poco. Si la pareja nos pide algo que no queremos, decimos que no, y punto. Podemos hacerlo: «No me gusta, ¿se te ocurre otra idea?».

¿Qué estás sembrando tú?

En eso consiste la confianza en pareja. Con una sonrisa, a ser posible. Si es perezoso y pone una película porno en vez de ponerte a ti, y eso te incomoda—por lo que sea—, pues a decir que no, de buenas maneras. Nos acercamos suavemente y le decimos, con cariño: «Deja esa película que ahora te quiero sólo para mí», y apagamos el vídeo y… alegría. Sin olvidar que, en otra ocasión y para que quede claro que todo esto es una partida en igualdad de condiciones, deberemos ceder nosotros. Quizás un día conviene jugar a poner la película por sorpresa, por darle gusto.

¿Por qué no? Las buenas propuestas surgen de motivaciones por buscarlas. No aparecen solas como un milagro. Se siembran y crecen. ¿Qué estás sembrando tú? Si quieres salir de la apatía, de la inactividad, utiliza tu creatividad para ello y la voluntad genuina de querer pasarlo bien.

Fuente: Elconfidencial.com

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