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Chucherías que no hacen daño

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“La palabra golosina proviene de golo que significa ´placer´ y sina, que significa ´sabor´. Característicamente, proporcionan una sensación de bienestar y placer al consumirlas, debido a que su principal componente (el azúcar) activa ciertos neurotransmisores en el cerebro que generan una satisfacción inmediata porque la conexión entre las papilas gustativas y el cerebro se da en microsegundos”, explica el médico especialista en nutrición, Wilson Muñoz.

dulces

Pero este disfrute tiene su precio. Están demostrados los efectos negativos en la salud de la ingesta excesiva de chucherías en niños y adultos. Las golosinas comerciales tienen alto contenido calórico, pocas proteínas y de escasa calidad, carecen de vitaminas, tienen limitados minerales y su procesamiento industrial incorpora aditivos, colorantes y preservativos. Todo ello favorece la obesidad, la hipertensión, problemas de dentición, diabetes y enfermedades cardiovasculares, entre otros daños.

Sin embargo, “no se puede coartar a un niño de ese disfrute típico de su etapa de vida”, concede el doctor. El secreto está en saber administrarlo y hacer del consumo de golosinas un acto eventual y no habitual dentro de la dieta diaria, porque son los abusos y la ingesta rutinaria la que ocasiona desajustes que repercuten en la salud.

Variada tentación

Resistirse a la atractiva variedad de colores, sabores, formas y presentaciones disponibles en el mercado puede resultar una tarea titánica, especialmente cuando de niños se trata. Las golosinas de antaño ahora vienen en forma de animales y objetos, con sabores que literalmente explotan en la boca, dulces o ácidas, en barras, sobres o anillos…todo un mundo de posibilidades a gusto del pequeño consumidor. Y por si fuera poco, algún empaque premiado también puede convertirlo en un ganador.

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Como dice el refrán: El gusto entra por los ojos… “Las golosinas contienen colorantes y mayores cantidades de sodio que potencian su atractivo visual y su sabor, pero que generan un efecto adictivo”, agrega Muñoz. Para no sucumbir a la tentación, lo recomendable es aprender a identificar las opciones más sanas y evitar las más perjudiciales para el organismo de ese niño en crecimiento y formación.

Alternativas más sanas

Para la nutricionista María Rita Pérez Silva, los dulces de fabricación casera y con ingredientes naturales siempre son la mejor decisión. No obstante, existen algunas opciones a la venta en mercados, quioscos, cines y otros locales con ciertos aportes nutricionales, “que NO aplican para niños sometidos a regímenes especiales y que pueden consumirse, siempre y cuando sea con moderación”.

Cereales: Ya sea en barrita, caja o bolsita, son ricos en fibra y en minerales como fósforo y magnesio. Los tipo Musli son ideales porque están enriquecidos con pasitas, avena, linaza y otros ingredientes nutritivos.

Bolsitas con semillas: Las almendras, el ajonjolí, las avellanas y, sobre todo las nueces, son ricas en grasas “buenas”, que previenen el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Frutas deshidratadas: Están disponibles en bolsitas de albaricoque, piña, orejones, ciruela, cambur, dátiles, etc. Conservan todas las propiedades vitamínicas de las frutas naturales, con excepción de la vitamina C.

Chocolates: Aunque el mejor es el chocolate negro (no mezclado) porque es el que tiene más antioxidantes, las presentaciones en potecitos, tubitos o barras contienen leche que aporta calcio al niño, contribuyen a la oxigenación cerebral y al aumento de endorfinas. Por su alto contenido calórico lo aconsejable es comer un cuadrito al día.

Leche condesada: Aporta calcio en atractivas presentaciones de tubitos o potecitos, ideales para niños a los que no les gusta la leche.

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Gelatinas: En variedad de colores, son fuente de proteínas y de colágeno.

Helados: Se recomiendan los de frutas (contienen más vitaminas) en lugar de los cremosos que, si bien tienen el calcio de la leche, son altos en grasa.

Las menos recomendadas

“Los caramelos, chupetas, chicles, gomitas comerciales, donas rellenas, churros y dulces de pastelería, entre otros, forman parte de los llamados carbohidratos simples. Son calorías vacías, a base de glucosa, sacarosa y fructosa, que resultan altamente dañinas porque el organismo sólo es capaz de procesar una pequeña cantidad y el resto se acumula como tejido adiposo. Además de favorecer la obesidad, la facilidad con que se pegan a los dientes propicia la formación de caries”, señala la nutricionista. El consumo de este tipo de chucherías debe limitarse a fiestas u ocasiones especiales y de forma moderada. Tampoco se recomienda la ingesta de:

Bebidas gaseosas y de sobre: Contienen cafeína, colorantes y preservativos que las hacen altamente dañinas.

Barras y bebidas energizantes: Totalmente contraindicadas para los niños. Sólo aplican para adultos que realizan actividad física extrema.

Edulcorantes: Sus efectos cancerígenos aún son motivo de discusión, por lo que no deben suministrase a niños menores de 8 años.

¿Cuánto es “moderado”?

“Los requerimientos calóricos varían de un niño a otro, según la edad, el sexo, las condiciones particulares de salud y la cantidad de actividad física que realiza. No hay un parámetro fijo, pero en general el consumo de los niños entre 2 y 9 años está entre 1000 y 2000 calorías diarias, de las cuales sólo el 10% debe destinarse a las meriendas”, advierte la licenciada Pérez Silva.

Si se trata de un adolescente, necesitará un mayor aporte calórico, mientras que los niños sedentarios (sentados todo el tiempo frente al televisor), deberán limitar más la ingesta de golosinas que uno que practica deportes. Para el doctor Wilson Muñoz, más que fijarse en la calidad de cada alimento por separado, lo principal esta en la selección, combinación y administración que se haga de estos. “En lugar de hablar de comidas malas es preferible hablar de malos hábitos alimenticios, pues el daño reside en el uso y abuso que se le de a la comida.

El consumo debe limitarse a los fines de semana y celebraciones especiales, siempre hasta las tres de la tarde, ya que los sistemas estomacales de los niños no están del todo maduros y tardan más tiempo en procesar las golosinas. El vaciamiento gástrico de una chuchería tarda 2 horas más que el de una comida sana. De allí los característicos dolores de barriga posteriores a un atracón de golosinas”, aclara el especialista.

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[Fuente: revistadominical.com]

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