"El caudillo como figura de reemplazo de la institucionalidad", por @carlotasalazar - Lea Noticias

«El caudillo como figura de reemplazo de la institucionalidad», por @carlotasalazar

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carlota-salazar @carlotasalazarLa institucionalidad es el hombre. El caudillo criollo es, guardando las distancias, el mismo bandido del Medioevo, que aglutinaba gente para asaltar feudos, con la finalidad de robar y distribuir el botín. En Venezuela lo importamos del sur de España en tiempos de la colonia, como el líder, el cabecilla de una rebelión, jefe o cacique. Este caudillo era quien organizaba a la gente: pobre, desposeída, desplazada, excluida a cambio de prebendas. Es un ser de cualidades físicas e intelectuales que le permite reclutar partidarios, son verdaderos líderes, con características propias: – control absoluto de la situación (centraliza el poder) – no tiene adversarios, sino enemigos a vencer y – en una relación de ordeno y mando: sumisión e incondicionalidad.

El liderazgo caudillista se ha ido ajustando al zeitgeist, al espíritu de los tiempos:

Cuando comienza la lucha por la independencia de Venezuela, los líderes independentistas asumieron el comportamiento del caudillo, para poder aglutinar fuerzas. Los caudillos de la época, estaban más con la monarquía que con la libertad al igual que la sociedad venezolana. Entonces pasó a ser un problema de prebendas más no de ideales, así la post-guerra independentista, creó un hombre cómodo que recibió méritos inmerecidos, gloria a toda costa, espíritu de casta, que estableció diferencias de rasgos y privilegios.

Con la separación de la Gran Colombia (1830), los líderes: oligarcas y liberales, utilizaban ese mismo comportamiento, para asumir el poder: montoneras y asaltos. En expresión de Lynch, cuando el caudillo emergió desde el ámbito local a la historia nacional, cambió el poncho por el uniforme y la estancia por el palacio, y podía ser contemplado como un ser autónomo y absoluto. Autónomo puesto que no debía obediencia a ninguna otra persona, a excepción de sí mismo. Absoluto, por cuanto no compartía el poder con ninguna persona o institución. Idealmente, su gobierno era de carácter permanente, dominado por su imperiosa voluntad de poder y poseyendo el derecho de designar a su propio sucesor. El orden social sometido a los designios del caudillo de turno: José Antonio Páez (el centauro de los llanos, creo una oligarquía conservadora que exacerbó el centralismo), José Tadeo Monagas (implantó una sucesión familiar en el ejercicio del poder), Antonio Guzmán Blanco (Ilustre Americano Regenerador de Venezuela, centralizó el ejercicio del poder en él), Joaquín Crespo (provoca el continuismo), Cipriano Castro (la constitución a la medida de un gobernante) y Juan Vicente Gómez el gendarme necesario, el cesar democrático que pacifica al país a costa de sus las libertades ciudadanas.

La lucha por la democracia produce importantes liderazgos, que si bien es cierto no eran caudillos como: Rómulo Betancourt, Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco… no es menos cierto que son los partidos políticos los que asumen ese comportamiento, con estructuras leninistas, cerradas, comenzaron a captar todas las estructuras de la sociedad venezolana: gremios, sindicatos y asociaciones civiles;

En el año 1999 Venezuela produce un cambio importante en el sistema político de democracia representativa a participativa, a través del sistema nacional de planificación, para acercar el poder a la ciudadanía. Con lo cual se debía minimizar el rol del gobernante. Sin embargo, a partir del 2005 el gobierno del ex presidente Chávez comienza a transitar el Socialismo del Siglo XXI, mediante el Estado Comunal, esquema diametralmente opuesto al constitucional y demás de ello absurdamente centralista. Un ejercicio personalista del poder.

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Así es como hoy en plena siglo XXI, Venezuela es un país donde el gobernante de turno tiene en sus manos el funcionamiento de las instituciones públicas, desde un esquema de centralista agotado y fracasado. Antes y ahora han hecho trajes a su medida con la constitución y las leyes, debilitando la institucionalidad venezolana, operando la figura del reemplazo: la institucionalidad es el hombre.

Por Carlota Salazar Calderón

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