Estados Unidos espía a toda Europa desde la Guerra Fría - Lea Noticias

Estados Unidos espía a toda Europa desde la Guerra Fría

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Fue una de las principales centrales europeas de espionaje en épocas de la Guerra Fría. Hoy, las cuatro cúpulas blancas se alzan en un horizonte gris y desierto por encima de los techos de Berlín. El sitio está destartalado, abandonado, sólo se oye el viento. Nadie pensaría que desde esas instalaciones Estados Unidos interceptó durante décadas comunicaciones del bloque del este.

embajada
El predio, ubicado sobre la mayor elevación berlinesa, a 120 metros de altura, se llama nada menos que Colina del Diablo (en alemán: Teufelsberg).

El curioso nombre hace referencia a un lago cercano. No remite ni a las actividades de espionaje que se realizaban allí, ni a la peculiar historia del lugar, donde en plena década de los 40 el régimen nazi tenía pensado erigir un campus de estudios que formaría parte de la «capital mundial Germania», a cargo del arquitecto Albert Speer.

Pocos años después, al ser Alemania vencida en la Segunda Guerra Mundial por las potencias aliadas, los planes cambiaron radicalmente: los estadounidenses sepultaron las ambiciones del Reich imperial y comenzaron a operar, en 1957, desde esa misma colina. El objetivo: espiar al enemigo comunista.

En un primer momento, el lugar iba a ser utilizado únicamente para monitorear vuelos que comunicaban Berlín occidental con la República Federal de Alemania. Pero las filas estadounidenses pronto reconocieron que eran coordenadas ideales para establecer una base operativa de escuchas: el Berlín soviético estaba a un paso, y los equipos permitían monitorear el tráfico aéreo y comunicaciones de hasta 600 kilómetros detrás del Telón de Acero.

Esa no era la única central de escuchas. Formaba parte de una red de espionaje llamada Echelon, un programa operado por los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Canadá.

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En 1989, poco antes de la caída del muro, el semanario Der Spiegel contó 17 centros de vigilancia en territorio alemán.

En 2000, es decir, lejos de los años en que el mundo estaba tensado por la polaridad capitalismo-comunismo, crecieron sospechas de que existían instalaciones en Baviera, conocidas por los servicios secretos alemanes bajo el nombre en clave «Hortensia III», en las que se estaban realizando tareas de espionaje económico.

Un informe presentado un año después por el vicepresidente del Parlamento Europeo, Gerhard Schmid, enumeraba casos en que los servicios secretos habían espiado con objetivos comerciales: «El espionaje financiero no está permitido como fin. Pero todos los servicios de inteligencia tratan temas económicos como, por ejemplo, el seguimiento de los mercados financieros y de materias primas», señalaba el informe de 2001.

«La Guerra Fría mutó en una guerra comercial», constató el parlamentario.

La base bávara, operada por Estados Unidos desde 1952 (y desde 1971 por la NSA), fue clausurada tan sólo hace pocos años.

La existencia del programa Echelon, del que formaba parte la gran Colina del Diablo de Berlín, también fue confirmada en 2001 por el Parlamento Europeo. Si bien no se precisaron informaciones sobre las labores efectuadas -debido, justamente, a su carácter clasificado-, se supo que en el marco del programa se interceptaban llamadas telefónicas, faxes y datos transmitidos por Internet.

El informe parlamentario destacó que los servicios de espionaje extranjeros tenían acceso a comunicaciones intercontinentales mantenidas vía satélite o por canales submarinos. «Por eso la comunicación dentro de Europa casi no se ve afectada», apuntó Schmid. «En cambio, la comunicación hacia los países africanos, hacia los Estados árabes o hacia Latinoamérica, sí».

A juzgar por las develaciones de este año sobre las escuchas efectuadas por la NSA al teléfono de la canciller Angela Merkel, los servicios de inteligencia estadounidense no vieron por qué limitarse a las regiones de ultramar. Mantuvieron sus tecnologías en Alemania a la orden del día. Y operativas.

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En el caso de la Colina del Diablo, las instalaciones perdieron oficialmente su razón de ser con la caída del Muro de Berlín, por lo que en 1992, poco después de la disolución de la Unión Soviética, los estadounidenses se retiraron del predio, que quedó a merced de jóvenes con ánimos de festejos, vándalos y ladrones de cobre.

Desde entonces, el destino de la plataforma permanece en suspenso. Gran parte del terreno se vendió a una sociedad de inversión que pretendía construir un centro de conferencias y lofts de lujo, pero la propuesta quedó congelada ante las protestas de la población local y los crecientes costos del proyecto.

Trineos en invierno; bicicletas en verano; turistas atraídos por comentarios en foros de Internet. Hoy en día los berlineses van a la colina para pasar su tiempo libre en la naturaleza.

La Colina del Diablo parece haber sido abandonada. Las actividades de espionaje estadounidense desde suelo alemán, no.

[Fuente: El Universal]

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