Narcotraficante, expresidiario y ahora instructor de yoga ¿Qué tal? - Lea Noticias

Narcotraficante, expresidiario y ahora instructor de yoga ¿Qué tal?

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Nick Brewer es un hombre que está en sus cuarenta. La precisión de sus posiciones es impresionante y pareciera que no le generaran ningún esfuerzo.

hombre

Nick despliega la posición del Guerrero 2 que consiste en estirar los brazos horizontalmente, con una rodilla doblada hacia adelante y la otra recta hacia atrás.

Después se para sobre sus manos y levanta el resto de su cuerpo. Sus rodillas y pies están unidos y apuntan al cielo como una flecha.

Es un verdadero modelo del balance y del control.

Sonríe y dice: «Esos han sido seis años en la cárcel».

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La prisión fue Villa Devoto, en Buenos Aires.

«Había sido el peor lugar en el que había estado en toda mi vida», dijo Nick. «No hay celdas, las alas están abiertas y en cada una pueden haber entre 100 y 400 personas. No teníamos camas. Literalmente (los presos) estaban como sardinas durmiendo en el piso», cuenta Nick.

Y hace la demostración, se acuesta sobre su colchoneta de yoga de lado y reposa su cara en una mano.

Narcotráfico

Nick no era inocente. Junto a un amigo, conducía un negocio de narcotráfico bastante exitoso. Traficaban cocaína de Colombia a Europa. Se habían vuelto multimillonarios.

«Básicamente construimos un imperio con el dinero de la droga. La mayoría era lavado en Argentina. Abrimos un club nocturno, teníamos restaurantes, joyerías, automóviles, botes, casas, villas», indicó.

Su imperio colapsó de repente una noche en 2004 cuando Nick salía del club y se encontró con la policía.

Nick había estado bajo la vigilancia policial por dos años. Le impusieron una sentencia de 10 años.

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«Al principio fue un poco duro», indicó.

«Cada semana mataban a alguien. Se trataba de mucha violencia sin sentido, que iba más allá de lo que había experimentado en Inglaterra. Gente con machetes, pistolas, lanzas. Literalmente se veían a personas mutiladas y cortadas en pedazos».

«En las prisiones, las pandillas se mantienen unidas. Como éramos una organización inglesa bien conocida en Argentina, teníamos muchos contactos colombianos. Fue así como una pandilla colombiana nos acogió».

Nick vivió en las alas abiertas por cerca de un año, hasta que su compañero de negocios y él fueron transferidos, por orden del juez, a una celda.

«Esa fue una prueba realmente dura», señaló. «Porque fuimos de una vida de locura a una vida de aislamiento total, donde no había nada. Estábamos en un cuarto con dos camas y una mesa».

«Y en ese momento fue cuando empecé con el yoga».

Experiencia sueca

Su descubrimiento del yoga fue un accidente. Su compañero de celda le había comprado un libro sobre el yoga a su novia.

Pero lo que Nick no sabía era que el yoga está siendo reconocido, aunque con un poco de lentitud, por las autoridades de las prisiones de todo el mundo como una actividades beneficiosa para presos y, por ende, para las mismas instituciones.

La fundación Prison Phoenix fue creada en el Reino Unido en 1988 con el propósito de llevar el yoga y la meditación dentro de las prisiones.

La organización benéfica opera en alrededor de 80 prisiones, ya sea a través de clases a los encarcelados o por medio del envío de libros y CDs para los presos.

«Estamos realmente respondiendo a una necesidad que los prisioneros han estado expresando. Ellos piden algo que les pueda ayudar con la tremenda cantidad de fatiga y presión mental que tienen que enfrentar», indicó Sam Settle, director de la fundación.

Prison Phoenix Trust opera de forma independiente y es financiada exclusivamente por donaciones.

En Suecia, el yoga se ha convertido en parte del sistema carcelario. El servicio sueco emplea a un coordinador nacional de yoga, que se encarga, entre otras funciones, de entrenar a los guardias de las prisiones como maestros de yoga.

La prisión en Ystad, en el sur del país, está conformada por una serie de edificios bajos que están rodeados por cercas con alambres de púas. El complejo está ubicado a las afueras de un pueblo que no es muy conocido por ser el lugar que alberga a poco menos de 20.000 presas.

Ystad es donde Henning Mankell recreó su serie de novelas sobre el problemático detective Kurt Wallander.

Esta es una de las cinco prisiones de mujeres que hay en Suecia. Sesenta y cinco presas cumplen condenas que varían de un mes a sentencias de vida.

Las mujeres ocupan celdas individuales, que están equipadas con una cama, un escritorio, una silla y un baño.

Una presa costarricense cuenta que estalló en llamas cuando llegó, al ver lo que calificó como un lujo deslumbrante. Algo de lo que carece Villa Devoto.

Un corredor que empieza en la entrada principal pasa por una serie de puestas cerradas y por la cocina y llega a un área en la que las mujeres trabajan ensamblando componentes de plástico para el comercio de fontanería.

Si nos adentramos y caminamos hacia lo que solía ser un invernadero, podemos ver a un grupo de mujeres acostadas en colchonetas, que reciben instrucciones en una serie de ejercicios de respiración.

El piso de madera fue instalado especialmente con ese fin. En el fondo se puede escuchar música relajante.

Después de la sesión, las mujeres hablan sobre su experiencia en la prisión. Annika, por ejemplo, está en sus cuarenta y cumple una condena de 20 meses.

Drogas

«(…) Cuando (las presas) están juntas en las clases de yoga, nunca hay problemas. Nunca, en todos estos años, ha habido un problema» Viktoria Rydholm, directora de la prisión de Ystad.

«Es una vida dura la que se vive aquí», indicó.

«Noventa por ciento de las personas que están aquí tienen problemas de drogadicción. Si vienen y les eliminan el consumo de drogas desde el primer día, se pueden imaginas cómo se sienten. Se enferman porque no tienen sus pastillas, se enloquecen y pierden sus estribos por nada».

La directora del centro carcelario, Viktoria Rydholm, describe a las mujeres que llegan a la prisión como personas que están bajo un estrés enorme. Muchas han dejando a sus hijos. Muchas de ellas son adictas y se enfrentan a la perspectiva de una temporada sin poder recurrir a narcóticos, por lo que buscan refugio en medicamentos recetados.

«Hay un gran consumo de analgésicos», dijo Rydholm. «Y hay mucha medicación para el estómago y para cualquier cosa. Las mujeres sólo necesitan algo que les mate la ansiedad».

El yoga, indicó, le ha facilitado al personal de la prisión la tarea de motivar a las mujeres a cambiar el comportamiento que las llevó a la cárcel. En otro grupo de actividades, todavía persisten los problemas, las peleas.

«Pero cuando están juntas en las clases de yoga, nunca hay problemas. Nunca, en todos estos años, ha habido un problema».

¿Se podría decir que tiene un efecto calmante en la prisión en su totalidad?

«No hay estadísticas, pero pienso que ese es el caso. Creemos que existe un ambiente más calmado en la prisión porque la gente en sí misma está más calmada».

La meditación también ha llegado a las prisiones de Estados Unidos y Birmania.

Meditación

El artista Htein Lin, quien fue arrestado por acusaciones de índole política a finales de la década de los años 90, fue condenado a siete años de prisión. La mayor parte de la sentencia la pasó en el pabellón de los sentenciados a muerte en la prisión birmana de Myaung Mya.

«Era muy oscuro y sombrío y porque se construyó hace mucho tiempo, el techo solía gotear, lo que provocaba que el piso siempre estaba mojado. Y de hecho teníamos que dormir en el piso», señaló.

«No había inodoro. Había una olla de agua, afuera de la celda».

Como Nick Brewer, Htein Ling se apoderó de un libro de meditación, no de yoga.

Comenzó como autodidacta, pese a los intentos de otros presos para distraerlo.

«Eran muy peligrosos. Algunos de ellos eran asesinos. Algunos de ellos habían violado a niños. De lo único que hablaban era de crímenes y de forma constante intentaban interrumpirme cuando estaba meditando».

De acuerdo con el artista, los guardias también eran sospechosos, pero gradualmente las cosas comenzaron a cambiar.

Htein Lin se ganó la confianza de uno de los presos, a quien le ofreció aprender a leer y a escribir. Poco a poco los demás empezaron a expresar interés en meditación.

Eventualmente sintió que se le podía acercar a las autoridades de la prisión para preguntarles si podían dejar las puertas de las celdas abiertas cuando estuvieran meditando. El director estuvo de acuerdo, en lo que fue un sorprendente cambió de política.

«Anteriormente, las puertas se tenían que mantener cerradas porque si estaban abiertas los prisioneros literalmente se matarían entre sí», dijo Htein Lin.

«Tras mi petición, las puertas de la prisión estaban abiertas todo el día. Sólo en la noche se cerraban».

Los prisioneros, indicó, iban a su celda uno por uno para meditar junto a él sobre una sábana en el suelo.

«Algunos de ellos meditaban por media hora, algunos por una hora. De esa manera todos teníamos tiempo para meditar».

Estudio

Existe poca investigación sobre los efectos del yoga en las prisiones. Lo que se ha reportado es más bien anecdótico.

Pero dos académicos de la Universidad Oxford publicaros recientemente los resultados de un estudio que condujeron con presos en siete cárceles del Reino Unidos. Sus hallazgos demuestran, según los investigadores, que el yoga y la meditación en las prisiones pueden tener profundos beneficios.

Miguel Farías y Amy Bilderbeck llevaron a cabo su estudio con dos herramientas: un cuestionario y una prueba computarizada que pedía respuestas a instrucciones simples. Los prisioneros fueron divididos en dos grupos: uno que participó en un curso de yoga y meditación de 10 semanas y otro, que simplemente se ejercitó con una ruta convencional de ejercicios.

Mientras que los resultados del cuestionario mostraban los efectos positivos del yoga, fueron los resultados de la prueba por computadora –que medían impulsividad y atención- los que convencieron a los académicos.

Nick, quien pasó seis años en Villa Devoto, no tiene evidencia científica que ofrecer. Pero está convencido de que el yoga salvó su vida.

«Si no hubiese sido por la prisión, no hubiese conocido el yoga. No sería la persona que soy hoy. Probablemente estaría muerto», señaló.

«Llegó un momento en el que, de hecho, me sentí agradecido de estar en prisión porque pude sentir esta evolución tremenda, este cambio que ocurrió en mi a través del yoga. Casi me convertí en un condenado agradecido, feliz de estar ahí, cumpliendo la pena por mi crimen y rehabilitándome a mi mismo».

El multimillonario barón de la droga, que ostentaba Prosches, lanchas de carreras y un club nocturno en Buenos Aires, ahora dirige un modesto estudio en una calle londinense. Conduce una moto pequeña con una sonrisa grande.

[Fuente: BBC]

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