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HAMBRE ALLÁ, HAMBRE ACÁ…
Una de las situaciones más lamentables del mundo moderno son las grandes hambrunas que viven algunos países, muchos de ellos africanos como Somalia en donde se sufre una de las mayores faltas de alimentación a nivel mundial. Son casos realmente duros que aún el hombre no ha podido solucionar, en donde se conjugan múltiples factores.
De algo no tengo la menor duda y, es de que solo con ver una imagen de un niño con hambre y desnutrición extremas, no debe haber persona – o deben haber muy pocas – que no sientan la motivación de querer cambiar esta situación tan precaria.
Uno se preguntaría: ¿cómo es posible que en pleno siglo XXI, con tanta modernidad, tecnología, avances, obesidad (incluso infantil), coexista con todo esto semejante situación de vidas en miseria?
Pero de igual manera me pregunto, cómo es que habiendo países tan ricos, con ingresos petroleros sin precedentes, que derrochan dinero a grandes escalas en la adquisición de material bélico, cuando se otorgan miles de millones en dádivas a otros países con la simple intensión de convertirlos en aliados, sean los principales colaboradores con estas causas diversas ONG, artistas – que bien sea por publicidad o por convicción propia de igual manera ayudan –, filántropos, voluntarios, que con mucho más merito, no esperan nada a cambio más que su pura satisfacción personal de ver los resultados de su colaboración, así como inclusive la empresa privada, a la que muchos personajes se han dedicado a desestimar y a hacerlas lucir como los malos del cuento; todos estos, unos u otros, sin duda seres que con altruismo hacen un bien a las personas que tanto lo necesitan y, no son precisamente estos Estados ricos que mencioné anteriormente.
Entonces, además de que los países no nos ayudemos REALMENTE entre nosotros y, que Estados que profesan ideales basados en el supuesto reparto de riquezas, en la igualdad de las masas, entre otros, no colaboren con dicha causa pese a ser sumamente ricos; mi mayor asombro es el hecho de que algunos países estén gastando millones en enterrar alimentos que han expirado, que se han podrido por mal manejo de los organismos pertinentes, mucho antes de que una boca se haya siquiera acercado a ellos o, que una nariz haya logrado apreciar sus olores que no sean los de la putrefacción. Porque no es justo que personas mueran, no por cáncer, no por sida, no por plagas, sino por el simple hecho de no tener alimento, ese alimento que en otras latitudes se dañó y se perdió, siendo más insólito aun, si es que se puede, que el mismo país en el que están siendo enterrados, en el mismo país en el que los organismos no se preocuparon por preservarlos, también exista gente que no tiene qué comer ni al inicio ni al final del día, que tampoco pudo quitarse el hambre al recibir estos alimentos cuando estaban en buen estado.
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Hagamos algo por nosotros mismos y dejemos de proferir ideologías que no serán cumplidas, que son muy bonitas en los libros, pero que en la realidad nunca funcionaron ni funcionarán.
Enrique J. Mundarain Egui
Twitter: @emundara