«La cultura del vivo criollo ¿es un problema de Orden Social?» Por @carlota salazar

La cultura del vivo: “hay que jugar a vivo”, “jugar adelantado”, “pasar por encima de otros”, saltar la ley para obtener privilegios o beneficios desproporcionados e
inmerecidos, popularmente lo llaman “viveza criolla” y que desde los antiguos se conoce como pleonexia. Estas prácticas están socialmente permitidas y no sólo son avaladas, sino,
aplaudidas “el que no lo hace es tonto”. Se trata de una cultura individualista en la cual cada quien hace un cálculo de lo que le interesa y de cómo puede sacar provecho a los
demás. Existe una especie de justicia popular, en la cual la gente: no cumple, porque el gobernante tampoco cumple. Pero nadie dice nada, en medio de esta hipocresía colectiva,
cada quien hace ¡lo que le da la gana! Sin compromiso social para construir un país.

Pero  ¿De dónde sale esa cultura?
Hurgando en ese aspecto de la vida política venezolana nos encontramos que desde el “acátese pero no se cumpla”, en tiempos de la colonia, hasta el Socialismo del Siglo
XXI, en Venezuela la ley existe para normar todos los comportamientos, pero la cultura social y política es la de no cumplirla. En efecto, el marco constitucional o legal no lo
cumplen ¡ni la sociedad política! ni la ¡civil! El sistema político está más dirigido a controlar la sociedad, por parte de la elite gobernante, que a brindar satisfacción a la
sociedad, entre tanto, la sociedad ocupada de sus problemas.

En tiempos post independentistas no había proyecto político, se era liberal o conservador, por cualquier circunstancia: prebendas, compadrazgo o poder, pero no por
convicción. No había instituciones fuertes, las pocas heredadas de los españoles las debilitó primero la guerra de independencia, luego la separación de la Gran Colombia y por último
las guerras internas. Pacificado el país a costa de la libertades civiles, muere Gómez, comienza el tránsito hacia la tan deseada democracia que degenera en bipartidismo y éste
en: corrupción, clientelismo, desconfianza; comienza a crecer como una bola de nieve un sentimiento de rechazo hacia las instituciones políticas y gubernamentales (crisis de
legitimidad institucional). En este sentido se refirió Arturo Uslar Pietri en su libro“…ni el elector tiene quien lo represente, ni a quien reclamar el cumplimiento de las promesas
electorales…”.

En estos tiempos coexisten dos esquemas políticos diferentes que, en forma antagónica, conviven en medio de una alta conflictividad y en lucha por el poder. La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que concibe un Estado federal, descentralizado, a través del sistema nacional de planificación y el Socialismo del Siglo XXI, que concibe un Estado Socialista, centralizado, a través del Estado Comunal, en una
direccionalidad poder central – comunidad.

La tarea es construir una sociedad fuerte que pueda imponer el Orden Social. La gente sabe lo que quiere y cómo lo quiere, lo que necesita es apoyo, formación, educación;
esas herramientas debe suministrarlas el Estado. Ya esa minoría de edad a la que se refería Kant, no existe, la sociedad tiene su mayoría de edad, para decidir sobre su destino y
asumir el reto de participar en colectivo, para el logro de objetivos comunes.

Robert Lechner en la “Conflictividad y nunca acabada Construcción del Orden Deseado”, coloca el problema del orden social en al ámbito de la política y de allí en el
ámbito de la sociedad. Más allá de la costumbre, este intelectual chileno considera que el orden adquiere legitimidad cuando es reconocido como obligatorio, más allá de la mera
costumbre. Es un proceso de construcción del reconocimiento entendido como reciprocidad. Realmente cuando este cambio ocurra y la sociedad sea fuerte y dueña de su
destino, tendremos capacidad, en Venezuela, para repeler el Autoritarismo del Siglo XXI y cualquier otro que venga.

Por Carlota Salazar Calderón