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La Fundación KPMG Venezuela, es un claro ejemplo de lo que significa el trabajo voluntario. Desde su creación, esta Fundación ha venido desempeñando actividades de mucho interés, sobre todo en las relativas al cuidado, preservación y conservación del medio ambiente. Allí, un nutrido grupo de profesionales empleados de la firma, en todo el país, se organizan para llevar a cabo tareas de alta envergadura para las comunidades en donde están ubicadas cada una de sus sedes.
De ese grupo, Nathaly Urdaneta, Jessica Campuzano, Rosana Bacallado y Ruth Abreu cuentan sus experiencias en el voluntariado, justo hoy cuando se conmemora el Día Internacional del Voluntario en todos los países donde hace vida la Organización de Naciones Unidas.
El trabajo voluntario requiere de tesón, vocación de servicio, capacidad de ayudar a los demás y un profundo desprendimiento. Una de las grandes prácticas que se ha logrado con el voluntariado de KPMG, es la congregación de gente para el saneamiento de las cosas en el Día Mundial de Las Playas. En septiembre de este año, solamente en el Estado Anzoátegui, se logró reunir a más de 800 personas que se juntaron para recolectar desechos y darle una nueva cara a las playas más visitadas de esa importante zona del país. Y eso es solo una arista de lo mucho que se está haciendo.
Voluntariado: pasión y vocación
“Ser voluntaria me ha permitido vivir muchas experiencias, entre ellas poder regalar sonrisas a niños y jóvenes que viven en situación de crisis. Además, he podido realizar actividades en pro del medio ambiente que tienen como finalidad generar conciencia ecológica tanto a nuestro equipo de Voluntarios KPMG como a los ciudadanos del estado Anzoátegui y apoyar actividades culturales y artísticas que buscan desarrollan la cultura en nuestro estado”, dice Nathaly Urdaneta.
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Por su parte Jessica Campuzano, da cuenta que el trabajo voluntario “es una experiencia enriquecedora como ser humano. Pienso que para ser voluntaria se necesita vocación de servicio. Es colaborar en todo lo que se pueda y con todos, sin distingo de edad, raza, color o sexo”.
Rosana Bacallado comenta que se decidió a ser voluntaria porque “siempre me motivaron las iniciativas de la Fundación KPMG Venezuela en pro del ambiente, cultura y ayudar a comunidades que nos necesitan, asimismo son actividades que nos sacan de la rutina diaria por demás de ser agradables, ya tengo 4 años activa”.
Es así como son muchas las satisfacciones que tanto estas trabajadoras de KPMG han tenido, como todo el grupo de voluntarios de la Fundación en Venezuela. Bien lo dice Ruth Abreu:“Ver sonreír a un niño es una de mis grandes satisfacciones en estas actividades y compartir amor con las personas que carecen de ello, ver sus caras de alegría, paga cualquier precio que pudiera costar mi trabajo”.
[Fuente: Prensa Erika Arciniegas]