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En la mitología griega, los centauros son una raza de seres con el torso y la cabeza de humano y el cuerpo de caballo, recordados como seres salvajes, sin leyes ni hospitalidad, esclavos de las pasiones animales. Sin embargo no todos los centauros eran agresivos, algunos de ellos mostraron un carácter sabio y bondadoso.
Hoy en día hablar de Centauro es apelar a la valentía, el arrojo, la fuerza física de aquellos hombres que, a lomo de un caballo y haciendo una dupla indivisible con él, con astucia y gallardía ofrendaron su vida en el campo de batalla para procurarle al país el mejor de los destinos.
En nuestra nación es muy conocido El Centauro de los Llanos nombre con el cual se recuerda al General José Antonio Páez, uno de los próceres más destacados de la emancipación de Venezuela, quien fuera presidente de la República en tres oportunidades.
Pero otro Centauro tan aguerrido como este aunque menos nombrado fue el General Juan Antonio Sotillo quien desde muy joven se alistó en las filas de los libertadores del Oriente y es el héroe epónimo del hoy conocido Municipio Sotillo, capital Puerto La Cruz, del estado Anzoátegui.
Nacido en Santa Ana en el seno de una familia de escasos recursos, el cabo Juan Sotillo, como se le conocía familiarmente en el ejército, adquirió fama como diestro llanero y lancero audaz y malicioso. También era apodado “mis hijos” por el estilo cariñoso con el cual se dirigía a todos los integrantes de su ejército, sembrando de esa manera lazos de compañerismo y solidaridad entre ellos.
Era casi analfabeto pero se distinguió como llanero astuto por excelencia tanto en el sentido práctico como en la agudeza del ingenio, poseía el don de comunicar a cada frase originalidad e intención significativas.
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Combatiendo desde sus inicios bajo las órdenes de José Tadeo Monagas, además de participar en todos los movimientos militares de la Provincia de Barcelona y el resto del país, en Urica se disputó con Zaraza el lanzazo que debía echar por tierra al sanguinario Boves. Sus hazañas de espionaje casi adquieren matices de leyenda, por su manera de afrontar las situaciones de batalla, como en la oportunidad de cruzar el Orinoco en las bestias jineteadas al pelo, junto con Monagas y Cedeño para invadir sorpresivamente a Guayana.
El Centauro que vivió siempre a caballo, murió a los 84 años en el mismo pueblo que lo vio nacer. Sus restos fueron trasladados al Panteón Nacional, en 1.877, por el Presidente Francisco Linares Alcántara.
Por Gliceria Gil / @Glimargica