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¿Qué hacer si te llama el Papa?

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Luego de la sorpresa que el Sumo Pontífice le dio a Stefano Cabizza, un joven de 19 años que le había dejado una carta en Castel Gandolfo –la residencia veraniega de los papas, por donde Francisco pasó el último 15 de agosto para la misa de la Asunción-, llamándolo por teléfono, muchos fieles deberían estar preparados para la eventualidad de que el Santo Padre los distinga con una comunicación personal.

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En realidad, ya ha hecho varios de estos llamados sorpresa: al quiosquero que le proveía los diarios en Buenos Aires, para cancelar su cuenta; a los fieles reunidos en vigilia en la catedral; a amigos en el día de sus cumpleaños; al gobernador de una provincia inundada; a sacerdotes para interiorizarse por su salud; a un italiano que perdió a su hermano en un hecho criminal y que le escribió para comunicándole su pérdida de fe, etcétera.

Muchos creyeron que se trataba de una broma. Stefano también, al comienzo de la conversación.

El diario italiano Corriere della Sera publica un breve protocolo –aunque la palabra no cuaja demasiado con el estilo informal y de gran cercanía que Francisco establece en todas sus relaciones- para no sentirse perdido en la ocasión.

El texto fue redactado por el escritor y periodista Beppe Severgnini, un fan del Inter, club al que ha dedicado varios libros, y que conoce el oficio: es autor, entre otros, de Manual del viajero imperfecto (2000), Manual del hombre doméstico (2002) y Manual del deportista imperfecto (2003), anecdotarios de su actividad como cronista.

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Considerando que no es fácil «encontrar las palabras para conversar con el vicario de Cristo», dice Severgnini, es necesario tener en cuenta algunos consejos, en cuya redacción el escritor demuestra haber captado bien la personalidad de Francisco y también algunos rasgos característicos de los compatriotas de Bergoglio y de los de sus abuelos, argentinos e italianos respectivamente.

A continuación, los consejos de Beppe:

a. El papa Bergoglio es quizá la última persona que llama a un número fijo. Por lo tanto, si suena el teléfono de casa, prepárense.

b. Aunque el Santo Padre proponga el tuteo, agradézcanle pero manténganse en el clásico «usted». Eviten ir más allá: llamarlo Fran o Paco es inoportuno; exclamar ¡Su Santidad! es una obviedad; caer en apelativos complicados y/o académicos -«Sumo», «Magnífico», Mega-galáctico»- es grotesco.

c. Escuchar, antes de hablar. No introduzcan argumentos. Si la conversación girase sobre su Argentina natal, pregúntenle al Papa cómo se portaron sus compatriotas cuando recibió al seleccionado de fútbol (caóticamente, la delegación era tres veces mayor a lo permitido). Ya que están pregúntenle, con tacto, que le pareció Ezequiel Lavezzi sentado en el trono pontificio.

d. No tengan miedo de ser normales: la ligereza es un don. Si el papa Francisco quisiera enojarse, hubiera  llamado a un ministro.

e. No le hable de los problemas recientes en el Vaticano: él no tiene la culpa y, ciertamente, ya ocupan muchos de sus pensamientos. Si la charla derivase a los animales, prohibido hablar de «cuervos».

f. El papa Francisco tiene sentido del humor. Díganle que eso es una bella cosa, porque la ironía es hermana de la misericordia: permite sonreír y perdonar las imperfecciones del mundo.

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g. Denle saludos para Benedicto, eso le gustará.

h. No pidan nada práctico: el Papa es un hombre importante, pero no es un asesor. Si buscan recomendaciones, permisos, concesiones y facilidades, el Pontífice se arrepentirá de haber llamado a un italiano y deshabilitará el prefijo 39.

i. No terminen ustedes la conversación. Dejen que sea el Pontífice el que decida cuándo despedirse. Si la ‘mamma’, la mujer o el marido, desde la cocina, gritan: «¡Vamos, moviéndose, ya está la comida, colguemos ese teléfono!», ignórenlos. Luego, sirviendo el vino, digan: «Los saluda el sucesor de Pedro. ¿Qué hay de rico esta noche?».

Fuente: infoabe.com

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