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El ébola, un virus de origen animal que reside originariamente en los murciélagos de la fruta y que puede provenir de primates como los chimpancés y los gorilas, fue descrito en 1976 cuando se detectó por primera vez en una aldea de la República Democrática del Congo cercana al río Ébola. El daño que provoca en el organismo se desencadena directamente por el virus y también por la propia inflamación que provoca el organismo al intentar defenderse.
El virus del ébola no se contagia por vía aérea
En los países de África donde ha tenido lugar el brote (Guinea, Liberia y Sierra Leona) los sistemas sanitarios son precarios y los cuidados que se pueden ofrecer en estas unidades no siguen los mismos protocolos que en Europa. De ahí que «un paciente tratado en Europa o en un país avanzado tenga más posibilidades de sobrevivir», comenta el Dr. José Antonio Pérez Molina, infectólogo y vocal de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC).
Esta sociedad científica agrupa a la gran mayoría de los microbiólogos clínicos y especialistas en enfermedades infecciosas españoles, que ante la alarma provocada recuerda que el actual brote del virus del ébola no se contagia por vía aérea, sino que se transmite por contacto con fluidos de personas infectadas por este virus. Más concretamente, entre humanos el virus se propaga por contacto estrecho con la sangre, secreciones, órganos u otros líquidos corporales de personas infectadas.
Esto significa que se deben extremar las precauciones en el entorno de una persona infectada por ébola (evitar el contacto físico, utilizar guantes, lavarse las manos a menudo…). Pero al tratarse de un virus no contagioso por vía aérea, el resto de la población no tendría que llevar a cabo medidas especiales para evitar el contagio.
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Además, la persona no es contagiosa hasta el inicio de los síntomas, lo que facilita las medidas de protección. Los pacientes que sufren esta enfermedad presentan inicialmente un cuadro de síntomas parecido al de una gripe, con fiebre, dolores articulares y dolores musculares.
Después se van sumando otros síntomas como problemas digestivos (nauseas, vómitos y diarrea), alteraciones neurológicas y hemorragias. En España, hasta el momento ha fallecido una persona (el misionero Miguel Pajares), pero los expertos aclaran que este caso no entraña riesgos extraordinarios.
“Los profesionales sanitarios que lo atendieron han tenido que seguir unos estrictos protocolos de seguridad, tanto en su contacto diario con el paciente, como en el manejo de las muestras pertenecientes al mismo,” afirma el Dr. Rafael Cantón, vicepresidente de la SEIMC.
Una vez fallecido “debe incinerarse tanto el cadáver como la ropa que estuvo en contacto con la persona fallecida”, añade al mismo tiempo que puntualiza que “las cenizas pertenecientes al cadáver ya no representan peligro y no requieren de medidas de seguridad específicas”.
Fuente [Tendencias.yahoo.com]