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Alaska, mes de diciembre. Estación de invierno. Tormentas de nieve. Temperaturas que (con un poco de suerte) suben hasta los cero grados. Cientos de kilómetros de carreteras sin una pizca de civilización cerca. Mal sitio y mal momento para perderse.
“Nunca pensamos que volviera sano y salvo”. La familia Grapengeter pensaba que su mascota no aguantaría el temporal. Poco después de escaparse de casa en Fairbanks (Alaska), comenzó una tormenta de nieve que hacía pensar en el peor final para el perro mestizo. Además de ser algo mayor (ocho años perrunos o 56 humanos), Abby contaba con otra pega: Es ciega.
Con una temperatura media de menos 4ºC, Abby caminó más de 16 kilómetros hasta llegar a una casa. “Es un milagro”, han dicho desde la residencia de los McKenzie al The Fairbanks Daily News-Miner.
Una oportunidad perdida. A los seis días de su aventura, el veterinario local Mark May vio a Abby en medio de su paseo. May estaba haciendo una ruta en trineo tirado por perros, y “no tenía espacio para llevarla”, ha explicado May. El animal corrió junto a ellos durante algo más de un kilómetro. Hasta que no pudo seguir el ritmo.
Pero Abby ya tenía algo a lo que agarrarse. Gracias a su olfato, siguió la pista de May y sus perros hasta su casa. “Ahí estaba, frente a la puerta”, ha dicho May, que también se ha mostrado sorprendido. «No tiene las orejas ni las patas congeladas, volverá a casa y será como si nada hubiese pasado”.
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