“Venezuela hipotecada: Un país entrampado en su deuda externa”; por María Auxiliadora Dubuc

“Venezuela hipotecada: Un país entrampado en su deuda externa”; por @mauxi1

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Para nadie es un secreto la crisis política económica y social en la que se encuentra inmerso nuestro país, una realidad que hoy en día atrae la atención de los demás países del mundo. La situación en Venezuela pinta mal, protestas, escasez de alimentos y medicinas, en fin, nos encontramos en un estado de profunda tensión e incertidumbre, pero sobre todo de inestabilidad, producto de una confrontación política entre chavistas y opositores, que trae consecuencias nefastas de cara al tema económico, a la hora de las negociaciones de la deuda que Venezuela sostiene con países como Rusia y China.

A la fecha, China y Rusia han sido los principales prestamistas de Venezuela, con una exposición de deuda actual de unos 50.000 millones de dólares entre los dos. China concedió una línea de crédito de alrededor de 60.000 millones de dólares a Venezuela entre 2007 y 2014, con garantía de entrega de petróleo a futuro. Entonces, el barril se cotizaba a 100 dólares, pero con la caída de los precios del petróleo por debajo de los 50 dólares desde 2015 y las dificultades de Venezuela para producir los barriles necesarios, Pekín cortó discretamente el crédito. China recuperó parcialmente la deuda, aunque todavía falta saldar “una buena parte” de ella.

En el caso de Rusia,  la Cámara de Auditoría rusa anunció que en 2017 el presupuesto gubernamental de ese país, tendrá un agujero de 954 millones de dólares (53.900 de rublos) debido al incumplimiento en el pago de la deuda por parte de Venezuela. La historia es que Rusia concedió un crédito a Venezuela de 4.000 millones de dólares en diciembre de 2011 para financiar el suministro de armamento. Hasta 2015 Venezuela pagaba el crédito sin retrasos, pero a partir de marzo de 2016, la situación cambió, de modo que en septiembre del año pasado el gobierno ruso aprobó reestructurar la deuda venezolana, así las cosas, el protocolo del 2016 estableció que Venezuela le debía a Rusia 2.840 millones de dólares a esa fecha, incluyendo deuda vencida e intereses y la forma en que Venezuela pagaría la misma. De esta manera Moscú retrasó el pago de 530 millones de dólares para 2019-2021, pero con relación a la  otra parte de la deuda, 362 millones de dólares, el país caribeño se comprometió a pagarla el 31 marzo de 2017, sin embargo, Venezuela no cumplió con su obligación, de modo que Caracas y Moscú han vuelto a negociar la posibilidad de reestructurar la deuda venezolana.

Rusia se muestra altamente preocupada por la situación de inestabilidad que impera en Venezuela, por lo que a través de su Ministerio de Asuntos Exteriores ha expresado ya en varias ocasiones su deseo que la situación se resuelva a través de la vía constitucional y se ha mostrado en contra de las injerencias externas en los asuntos internos del país, sobre todo porque se trata de uno de sus «socios clave» y su «aliado» en América Latina.  Ejemplo de ello es que Putin alza la voz cuando Washington le impone sanciones a Venezuela porque sus negocios están en riesgo, de modo que acusa a Estados Unidos de ejercer presiones políticas sobre Venezuela y advierte que la desestabilización de ese país sería una amenaza tanto para la democracia venezolana como para toda la región.

Los expertos rusos están divididos a la hora de valorar el futuro de las relaciones ruso-venezolanas, algunos más optimistas opinan que aun cuando cambie el presidente la oposición debe ser pragmática y tratar de mantener los contratos que ya hay con otros países en virtud de los beneficios que producen, mientras otros más pesimistas, opinan que entregar más dinero a Venezuela equivale a «resguardar dinero en una casa en llamas», dado que la Asamblea Nacional, con una mayoría de la oposición, es contundente a la hora de fijar posición, mostrando su irritación por el apoyo de Rusia principal proveedor de armamento y material bélico, al régimen de Chávez y de Maduro,  de manera que amenazó con no aprobar  ni pagar sus proyectos.

El gobierno de Vladímir Putin utiliza su posición como prestamista para ganar control sobre las reservas de crudo del país miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), dicho sea de paso, las reservas más grandes del planeta, mientras el régimen de Nicolás Maduro sigue recurriendo a Rusia, su más cercano aliado, en busca de dinero para financiar pagos de bonos, importaciones y hasta medicinas, luego de que China redujera sus préstamos a Venezuela por la deuda acumulada y la corrupción que enfrentan las firmas del país asiático que operan en Suramérica, así es como la administración de Maduro se ha vuelto cada vez más dependiente de la nación rusa.

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Muchas empresas rusas de armamento y energía tienen una presencia destacada en el país, desde principios de año, la estatal de Petróleos de Venezuela (PDVSA) ha negociado en secreto proyectos petroleros que incluyen la participación de la empresa rusa Rosneft, la cual ha invertido cuantiosas sumas de dinero en el país durante los últimos diez años, y planea transportar petróleo venezolano a la refinería Essa Oil, situada en la ciudad india de Vadinar.  Rosneft ha tomado el camino de aprovechar los tiempos difíciles de Venezuela como una oportunidad de compra de activos petroleros de alto valor a largo plazo, Rusia entonces se comporta más como un depredador que como un aliado. Prueba de ello es que Rosneft agregó un piso a su oficina en Caracas y ha incrementado personal, ha contratado a profesionales de PDVSA y ha traído a más ejecutivos rusos a Venezuela.

La expansión ofrece un sorprendente contraste: mientras los empleados de Rosneft trabajan en elegantes oficinas, la gente en la calle come de la basura. Rosneft actualmente participa en cinco grandes proyectos petroleros venezolanos en la faja del Orinoco -el mayor reservorio de crudo del país-, tres en el lago de Maracaibo y un proyecto en el Golfo de Paria y también está en conversaciones para cambiar su colateral en la refinadora estadounidense Citgo, propiedad de Venezuela, por acciones en campos de gas, petróleo y productos refinados del país sudamericano.

La realidad es que Maduro busca sin fundamentos seguir hipotecando a Venezuela, recurriendo cada vez con más fuerza a los rusos para sobrevivir,  sin embargo, se cuida y no publica los informes acerca de las deudas con Rusia, de modo que la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) ha estado negociando en secreto al menos desde principios de este año con su par rusa Rosneft, todo lo cual hace muy cuesta arriba saber la dimensión de la deuda, dado el secreto de Estado que rodea las finanzas de Maduro.

Los números de PDVSA son inciertos, pero si sabemos que le ha ofrecido a los rusos jugosas participaciones en hasta nueve prolíficos proyectos petroleros, así PDVSA paga con crudo una parte de la deuda acumulada a Rusia y China, lo cual obliga a Maduro a aceptar negociaciones leoninas que pueden afectar la producción, llevando a Venezuela al foso. La presión por parte de Rusia y China ha jugado un rol importante en las decisiones políticas de Nicolás Maduro, así la reciente instalación de la polémica Asamblea Nacional Constituyente (ANC) fraudulenta, un suprapoder leal al mandatario, órgano por encima de todos los poderes, sólo integrada por chavistas, representa un golpe bajo pero certero al sector petrolero.

Por otro lado, Estados Unidos, bajo cuya legislación están redactados los contratos de la deuda venezolana, no reconoce a la Constituyente, a la que considera una herramienta “ilegítima” de la “dictadura” de Maduro. Las refinerías venezolanas en Estados Unidos, pertenecientes a la red de Citgo, han sido puestas como garantías en los préstamos rusos. Pero, para colmo de males, el gobierno estadounidense podría vetar la transacción en caso de impago por razones estratégicas y de seguridad nacional.

Los analistas venezolanos consideran que el país ya se encuentra en default interno, el gobierno debe casi dos años a todos los jubilados y pensionados que viven fuera de Venezuela, retrasa pagos a los órganos gubernamentales, alcaldías y gobernaciones y tiene muchas dificultades para pagar la importación de alimentos y medicinas. La verdad estamos ante un auténtico callejón sin salida.

La situación es que los prestamistas podrían bloquear activos -como refinerías, tanqueros y cuentas- de PDVSA mientras la crisis humanitaria tiende a  profundizarse. Hasta ahora, el gobierno de Nicolás Maduro ha recurrido siempre a medidas extraordinarias para cumplir con sus obligaciones, priorizando los pagos de deuda sobre cualquier otro, incluso las tan necesarias importaciones de comida y medicinas. Pero la producción de crudo y los ingresos que genera han venido declinando, las reservas internacionales se han reducido a 10.000 millones de dólares la mayoría en lingotes de oro bien guardados en Caracas.

De modo que la merma en la producción petrolera venezolana y la baja de los precios del crudo dificultan el pago de los compromisos, en especial con China y Rusia que han comenzado a recortar la ayuda financiera al régimen de Maduro. Analistas coinciden en que la única opción de Venezuela es renegociar su deuda, pero el rechazo internacional a la Asamblea Constituyente -al que se sumaron la Unión Europea y una docena de países latinoamericanos- es sin duda, un obstáculo.

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El Kremlin sólo puede esperar llegue el final del drama venezolano y preguntarse si Donald Trump va a imponer un embargo al petróleo venezolano. Esto llevaría probablemente al rápido colapso del régimen Maduro, pero también afectaría a los consumidores estadounidenses. En mi opinión, «Los gobiernos socialistas siempre provocan un desastre financiero. Siempre se les acaba en algún momento el dinero ajeno”. Esta cita de Margaret Thatcher es la que mejor describe la  Venezuela de hoy en día, el mal llamado «socialismo bolivariano» está que revienta bajo la presión del creciente número de ciudadanos en situación de protesta, hartos como estamos de la galopante inflación, la escasez de alimentos y medicamentos y la violencia desenfrenada en todo el país.

Con cada mes que transcurre, y con cada pago que el país hace, la posibilidad de caer en default se ve más cercana. Continuar pagando la deuda de la forma en que está reestructurada acarrea graves efectos colaterales, como la disminución de importaciones y la creciente dificultad de producción para las empresas venezolanas, que empeoran aun más la grave crisis humanitaria. Lo cierto es que de Venezuela no poder pagar la deuda, tendremos que asumir consecuencias graves para el Estado y la población, esto es, el empeoramiento de la ya muy golpeada economía venezolana, en virtud que el mismo paralizaría las relaciones comerciales y se interrumpirían las exportaciones, lo que dejaría al país aislado del resto del mundo y los anaqueles de los supermercados y las farmacias, más vacíos que nunca.

Los pocos bienes que puedan conseguirse podrían ser impagables, pues se prevé una caída del poder adquisitivo y un aumento del precio del dólar paralelo lo que conllevaría a que el bolívar finalmente rompería  el techo de la hiperinflación. La noticia no es alentadora, el default es prácticamente inevitable, tras la implantación de un modelo económico errado, la cesación de pagos es el único camino posible, por lo que estamos ante una bomba de tiempo.

Para detener el default, hace falta apretarse el cinturón y comenzar a tomar las medidas concretas y correctas a los efectos de sanear la economía, destinadas a reformar las políticas económicas del Estado y reestructurar la deuda. Es imprescindible la unificación de los tipos de cambio y la apertura del mercado de divisas al país, motivar la producción nacional, sanear la economía y las cuentas del Gobierno. Se requiere además la reestructuración de la deuda con los tenedores de bonos que permita el pago de manera ordenada. En segundo el Gobierno debe evitar las sanciones del Departamento de Estado americano a toda costa, pues sus consecuencias serían devastadoras.

Sin embargo, es a todas luces improbable que el régimen, advierta la gravedad de la situación, asuma con responsabilidad el asunto y corrija los entuertos y los líos económicos en los que nos ha metido. Ni las violentas protestas callejeras, ni los más de 100 asesinatos en las manifestaciones, ni la creciente tensión por los más de 600 presos políticos en las cárceles venezolanas acabaran con Nicolás, sin embargo, me late que los venezolanos tampoco hemos entendido claramente lo duro de la crisis económica que se nos avecina, más escasez de alimentos y medicinas, más inseguridad, desempleo y anarquía, el futuro no es nada promisorio y a los venezolanos nos tocaran más sacrificios  y penurias.

La posibilidad de que el gobierno de Maduro no devuelva los 100 mil millones de dólares a los prestamistas internacionales, encabezados por China y Rusia, es más que probable, es en mi humilde opinión, y constituye un factor desencadenante para la caída del régimen, de modo que con esta perspectiva, me parece que está claro cómo terminará el drama venezolano.

María Auxiliadora Dubuc

@mauxi1

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