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El señor Presidente de la República desesperado ante la eminente derrota que le aguarda en las elecciones del 7 de octubre lanza improperios, espeta odio e intensifica el carácter sectario de este régimen que tercamente califica de "revolución". La última invención de los propagandistas del Jefe de Estado fue la que dice: "primero Dios y después mi Comandante", frase que sólo busca endiosarlo más y subestimar a quienes lo adversamos ideológica y políticamente, está es producto del nerviosismo de quien se ve languideciendo ante la opinión pública y busca atolondradamente hacerse de un bote salvavidas.
Chávez está dando sus últimas patadas de ahogado, él sabe que la nave de su gobierno se hundió, él sabe que su popularidad ya no es la misma que despertaba multitudes de emociones y que era encarnada por una muchedumbre de venezolanos que esperanzados con su discurso apostaban a ciegas a sus ideas. Él sabe que los venezolanos no son los mismos y que el mismo ya no es aquel joven aventurero y demagogo socialista que cual encantador de serpientes engatusó a un importante sector de la población en Venezuela.
Chávez también maneja que está en una senda que no le permite dar marcha atrás, el inquilino de Miraflores conoce que hace mucho tiempo quemó los barcos en la bahía, y con ellos “pulverizó” cualquier esbozo de merma en su actitud, sólo le queda seguir avanzando por la ruta de rencores que trazó con sus posiciones mezquinas y personalistas.
El presidente, por ahora poseedor de este título, entiende que los venezolanos despertaron del letargo que dominaba su cuerpo, él sabe que esta lucha no es, en ningún aspecto, similar a las otras que ha enfrentado. Chávez ya tiene un pie fuera de Miraflores y ante el miedo que le despierta su salida del Palacio pretende de arremeter en contra de sus opositores acusándolos de apátridas y de no ser venezolanos, simplemente una medida de quien se sabe derrotado.
Pero lo que más angustia al oficialismo es el crecimiento vertiginoso de Henrique Capriles Radonski, en cada pueblo que visita, en cada ciudad que pisa el abanderado de la Unidad Democrática es acompañado por miles, por millones de venezolanos que salen de sus casas para caminar junto al próximo mandatario nacional.
La reacción de este huracán humano ante Capriles es una evidencia de como el pueblo desea un cambio, de como la gran mayoría de los connacionales aspiran un futuro de progreso y seguridad para todos por igual y de cómo se han cansado de las promesas vacías del Gobierno. Por ejemplo al momento de redactar este artículo Henrique Capriles desborda la ciudad de El Tigre en Anzoátegui y demuestra nuevamente la fuerza que lo respalda en cada rincón del país.
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Por: Simone Augello / @simone_augello