Aunque Dean Martin aconsejaba mantenerse ebrio, lo cierto es que ingerir alcohol en grandes cantidades lleva inevitablemente a sufrir deshidratación, dolor de cabeza y estómago, y otras complicaciones físicas: la cruda o resaca es un estado alterado de conciencia que no necesariamente debe ser una agonía. El cuerpo simplemente necesita un poco de cuidado, y en el caso de los cuerpos de estos siete magníficos escritores, el cuidado del cuerpo era necesario para entregarse nuevamente a las delicias de Baco.
Ernest Hemingway
El autor de Por quién doblan las campanas es uno de los bebedores más épicos de la literatura. El bar “El Floridita” en Cuba incluso tiene un busto de Hemingway. ¿Pero qué hubiera sido de él sin un infalible remedio para esas noches de parranda? El coctel “Muerte en la tarde” (que toma su nombre del libro homónimo de 1932) consiste en una mezcla curiosa y deliciosa: “Vierte un dedo de absenta en un vaso de champán. Añade champán helado hasta que adquiera la adecuada opalescencia lechosa. Bebe entre tres y cinco de estos lentamente.”
Robert Mitchum
Mitchum era un actor malencarado que fue considerado un gurú de la resaca por bebedores de la talla de Frank Sinatra y Jim Morrison. Según la leyenda, Sinatra le enviaba una tarjeta de felicitación en el día de las madres. ¿Por qué? Porque el coctel de Mitchum se llama “Mother’s Milk” (leche materna), aunque su nombre menos perturbador era “The Ramos Gin Fizz”. Consiste en una mezcla de gin, jugo de limón, jugo de lima, clara de huevo, azúcar, crema, agua de azahar y agua mineral. Energetizante, rehidratante y sin duda delicioso.
Kingsley Amis
Amis legó a los bebedores del mundo dos remedios para la cruda: uno literario y uno para servirse en vaso. El novelista inglés describió la cruda en términos kafkianos: “Cuando el inefable compuesto de depresión, tristeza (estas no son lo mismo), ansiedad, odio a uno mismo, sensación de fracaso y miedo al futuro comienza a acecharte, comienza por decirte que lo que tienes es una resaca… No has sufrido una lesión cerebral menor, no eres malo en tu trabajo, tu familia y amigos no están ligados en una conspiración de silencio apenas mantenido sobre lo mierda que eres, no has llegado aún a ver la vida como realmente es.” Luego de esta limpieza metafísica de la conciencia, Amis recomendaba una mezcla de Bovril (extracto salado de carne de vaca) y vodka.
William Burroughs
Se dice que Burroughs una vez le curó la resaca a Timothy Leary, el gurú del LSD, con un tratamiento de metadona. Porque tiene todo el sentido del mundo utilizar un analgésico para la cruda: después de todo, el dolor es considerable. Sin embargo, la metadona podría traer problemas propios aún peores que los del alcohol…
Zelda Fitzgerald
Si no has leído a Zelda Fitzgerald, tal vez la recuerdes como la vivaracha flapper que lo mismo hablaba de T.S. Eliot que de Nat King Cole en Midnight in Paris de Woody Allen, o bien, como la esposa de Francis Scott Fitzgerald. El vodka y la limonada eran un accesorio más del atuendo de Zelda, y recomendaba empezar alrededor de las 11 am. Luego de pasarse la mañana leyendo o escribiendo, y después de ir al estudio de ballet, Zelda se entregaba a la fiesta. A la mañana siguiente, la cura para la (segura) resaca consistía en un par de vueltas a la alberca.
William Faulkner
¿Existirá una conexión entre los galardonados con el Nobel de Literatura y el alcoholismo? No lo sabemos, pero el autor de La paga de los soldados (quien escribió alguna vez “La civilización comienza con la destilación”) sabía cómo empinar el codo y presentarse a su rutina de escritura renovado. El trabajo como bálsamo. En una lectura de 1957, Faulkner explicó: “Pienso que cualquiera –el pintor, el músico, el escritor– trabaja en –en una especie de furia loca. Lo impulsa el demonio. Puede levantarse sintiéndose podrido, con resaca, o con –con dolor verdadero, y –y si se pone a trabajar, lo primero que sabe es que no recuerda el dolor, la resaca –está muy ocupado.”
Anthony Burgess
El autor de Naranja mecánica encaraba sus resacas con un coctel no apto para principiantes. Para curar la cruda, Burgess bebía un coctel llamado “Sangre del colgado”: “En un vaso de cerveza se vierten dobles [medidas] de lo siguiente: gin, whisky, ron, oporto y brandy. Una pequeña botella de [cerveza] stout se añade y se corona con un poco de champán… Su sabor es suave, induce una elación casi metafísica, y rara vez produce resaca.”
Bonus:
Naranja mecánica también hizo famoso el Moloko Plus, el trago que sirven en el Korova Milk Bar. No sabemos si es una receta para la cruda, pero es perfecto para empezar una sesión de ultraviolencia con tus drogos o lo que sea: una onza de brandy, media onza de anís (de preferencia Ricard Pastis), una onza de licor de vainilla, una cucharada de sirope de almendra (Orgeat), una clara de huevo y dos onzas de leche o crema. Revuelve todo en un mezclador con hielo y sirve en vaso old fashion.
Fuente [Pijamasurf.com]