En todas las casas o grupos de amigos hay alguien que, cuando la mayoría aún está por el primer plato, él ya se encuentra en el postre. Muchas personas han tomado por costumbre comer rápido, bien sea por tener poco tiempo, mucha hambre o simplemente por mero hábito. Pero esta práctica aparentemente inofensiva puede resultar en perjuicios para la salud. Así esta reseñado en la web de El Debate.
Debemos de ser conscientes de que la alimentación comienza en la boca, con la masticación. Este, como el resto de procesos del aparato digestivo, es esencial para el correcto desarrollo de los siguientes.
Al comer rápido, es probable que no se mastique bien la comida y, por tanto, no se forme correctamente el bolo alimenticio, esa pasta resultante de los alimentos triturados con la saliva para facilitar su paso por el tracto digestivo. Esto podría causar una digestión más pesada, ya que al tragar la comida sin masticarla bien, el trabajo de disolución en el estómago será más complejo y obligará a este órgano a trabajar más.
Asimismo, conviene comer en mordiscos pequeños para facilitar la masticación. Si lo hacemos en grandes cantidades terminaremos tragando más aire, que puede provocar aerofagia, un trastorno producido por ingerir mucho aire que provoca gases, hinchazón e incluso dolor.
Desarrollo de síndrome metabólico
Un estudio llevado a cabo en 2017 por la Universidad de Hiroshima, en Japón, expuso que aquellos que comen más rápido tenían 5,5 veces más riesgo de desarrollar síndrome metabólico, un conjunto de alteraciones del metabolismo que ocurren simultáneamente y que aumentan el riesgo de enfermedad cardíaca, accidente cerebrovascular y diabetes tipo 2.
Para llegar a esta conclusión, los científicos analizaron a más de mil personas durante cinco años y comprobaron que el 11,6 %de los que comían rápido desarrollaron una enfermedad. De los participantes que comían pausadamente, por contra, solo enfermaron un 2,3%.
Fuente: eldebate.com