Crónicas inevitables: "Disculpa, me das un permisito", por @MarijoEscribe - Lea Noticias

Crónicas inevitables: «Disculpa, me das un permisito», por @MarijoEscribe

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Maria_Jose_FloresA veces me da por pensar que vivimos en un país de gente “atravesada”, o será que a mí me da por pasar justo por donde la gente se para, en medio de la nada, a discernir sobre los aspectos filosóficos más profundos de las distintas religiones del mundo.

Puede que una especie de sincronía astrológica me haya condenado a tener que repetir la frase “disculpa, me das un permisito”, unas siete u ocho veces al día y, aunque sería material excelente para una comedia protagonizada por Lisa Kudrow, llega un momento en el que un deseo irracional de empujar a la gente y decirle luego “disculpa, no te vi”, va mermando mi paciencia… y mis modales.

Pareciera, por ejemplo, que el punto exacto en el que se “aborda” una escalera mecánica, tiene una especie de imán para las conversaciones estresadas a través de teléfonos celulares con líneas prepago a los que les queda muy poco saldo y batería; entre dos personas que no logran encontrarse en un centro comercial.

Basta que usted necesite tomar un producto de la estantería de un supermercado (si lo consigue, claro está) para que dos vecinas que tenían meses sin coincidir en el ascensor del edificio donde viven, estacionen sus carritos justo frente al anaquel y comiencen a intercambiar historias sobre cuantas medidas de cloro se necesitan para desmanchar las medias escolares de sus hijos.

Si el escenario es la puerta de alguna oficina pública… Prepárese!! No solo encontrará a más de cuatro personas paradas “en todo el medio”, sino que además parecerá que no están haciendo absolutamente nada. Con suerte las hallará con la mirada perdida, como presas de un encantamiento.

En estos casos, no importa cuántas veces usted diga: “disculpa, me das un permisito”. En el cien por ciento de los casos deberá contornearse (al mejor estilo del juego de la culebrita de Nokia) para pasar entre ellos, sufriendo el más angustiante vértigo por no tocarlos.

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Lo cierto es que existe, probablemente a consecuencia de factores ambientales que no he podido identificar, una tendencia a lo que he denominado, el “síndrome del atravesado”.

Fíjese bien la próxima vez que vea a alguien parado frente a la máquina que dispensa los tickets para que lo atiendan en el banco, por ejemplo, o “instalado” en la puerta de un restaurant mandando un pin (como si no existiera la posibilidad de arrimarse medio metro para no interrumpir el paso de los demás) y se dará cuenta que el potencial para ser un “atravesao” es directamente proporcional a la capacidad de no darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor.

Un fenómeno similar se evidencia en aquellos individuos que han desarrollado la capacidad de caminar sin mirar hacia adelante. Abundan en plazas, calles, estacionamientos y otros lugares públicos. Prefiero creer que Dios los cuida porque todavía no entiendo como un impacto (a todas luces inminente) contra un poste o pared, no los ha dejado sin dientes o sin dignidad.

Espero nunca caer en la tentación de empujar a los atravesados para después pedir disculpas con ojos de Candy esperando a Terry… porque después de la sexta o séptima vez que me pasa algo similar, comienzo a sonreír pensando en la idea de que es mejor pedir perdón, que pedir permiso.

 

[María José Flores]

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