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Más de veinte mil personas esperamos recibir triunfalmente en Anzoátegui a Capriles, esto sucede después que nuestro candidato presidencial tocara y viera a los ojos a una masa enorme de compatriotas en Sucre, Monagas, Bolívar, Aragua, Zulia, Táchira y Barinas. Mientras eso sucede el otro candidato rojito sigue sin moverse.
Es evidente que son dos puestas en escena totalmente diferentes, mientras uno se muestra lleno de energía positiva para la vida, el otro lamentablemente para él y sus seguidores luce enfermo y al parecer imposibilitado de encampañarse.
Son dos campañas: Capriles no se cansa de hablarle a todo el país sin distinción alguna, está claro que su mayor objetivo es unir y reconciliar a los venezolanos. El otro desde las redes sociales y los medios continúa sembrando odio, dividiendo y excluyendo a quienes lo adversan.
Los venezolanos abren los ojos, la manipulación cada vez es menos efectiva. La siembra del odio no germina, se pierde la cosecha y se les comienza a revertir el asunto. Nada pareciera ser más fuerte que el odio cuando se desata, eso los atemoriza, saben que este pueblo patriota está dejando la confusión a un lado y comienza a rechazar al caudillo, aunque él se niegue a aceptarlo.
Mientras Henrique anda con su espíritu de futuro, jugando baloncesto por los pueblos bolivarianos, hablando de educación y progreso en las casas de la gente, el rival, el otro, solo se llena de resentimiento, ya él sabe que no puede, ni siquiera lo intenta. En el fondo imagino que el Comandante sabe que Venezuela ya tiene razones verdaderas para no quererlo.
A Chávez solo le queda echar cuentos, y comienza cada vez que puede su retahíla de historias al lado de sus panas ataviados de escarlata, quienes estoicamente aguantan el monologo acompañado de las piezas musicales desafinadas. Un verdadero fastidio, los compadezco. Entretanto Capriles le habla al país de forma precisa. Está claro que a los hechos se remite.
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Mientras el líder de la boina roja mantiene el discurso caduco de 14 años de mentiras, cuya verdad más clara y dura es la de la inseguridad jurídica que mantiene con la expropiación como bandera. El otro, el nuestro, quiere reactivar la economía, pretende estimular la inversión, quiere que la libre iniciativa sea el estandarte del progreso.
El día a día de los rojitos son las amenazas, no solamente en voz de Chávez, sino también de todo su equipo de mandones. Mientras ellos hablan ese idioma, la alternativa democrática plantea soluciones a los sensibles problemas de los venezolanos.
En fin, son dos campañas, una dubitativa que no sabe si ¿Podrá o no podrá Chávez? La incertidumbre es causa común de los rojitos. En cambio un país unido se anima alrededor de Capriles. Hoy además esa unidad cuenta con su tarjeta, la cual es unitaria y gracias a la vida será mayoritaria.
Por: Felipe Mujica / @FelipeMujica