Si tienes una pasión desmedida por un estilo de vida, idea o cultura determinada, puedes y debes considerarte un fanático. Sí, y no simplemente en un sentido negativo. No todos los fanatismos traen de vuelta la idea de un comportamiento violento asociado a malos hábitos. Existen seguidores de las cosas más dispares y originales que disfrutan y son felices en su ‘limitado mundo de obsesión’. Esos pequeños colectivos cada día van sumando más adeptos y están consiguiendo que sus aficiones se conviertan en auténticas modas.
En los últimos años se ha desarrollado con fuerza el concepto de fanatismo positivo, haciendo referencia a una forma de actuación que no se sitúa nunca en contra de algo o alguien, todo lo contrario. Esta nueva figura demuestra su afición promoviendo todo aquello que le atrae y su interés por lo que admira crece a diario hasta niveles desconocidos, incluso para él mismo.
Psicológicamente hablando, el punto de vista del fanático es desarrollado por su propia ansiedad de estar seguro de algo por lo que se siente totalmente inseguro. Una visible incoherencia, pero que justifica ciertas actitudes poco entendibles por la sociedad.
Exaltación bajo la piel
El poder de las marcas comerciales traspasa fronteras y alcanza una nueva dimensión cuando sus consumidores hacen de ellas un motivo de culto. Es entonces cuando surgen los ‘fanboys’, que apoyan de forma exagerada todo lo que haga una determinada compañía o creador de producto, sea bueno o malo, como si de una lucha entre fans de divas del pop se tratase.
No hay límites establecidos para ellos y muchas veces sus comportamientos resultan un tanto sorprendes y escalofriantes. Como demostración de esta extrema fidelidad, la última tendencia consiste en estampar sobre su propia piel, a modo de tatuaje, el logo de su empresa fetiche.
Ferrari, Apple (esperable, dentro de lo que cabe), Harley Davidson y Coca-Cola son las cuatro marcas más tatuadas en los cuerpos ‘serranos’ de todo el mundo, aunque seguro que muchos todavía las mantienen ocultas bajo la ropa.
Visto desde fuera, esta prueba de admiración hacia un negocio, cuyo objetivo es precisamente generar seguidores que defiendan a muerte sus lanzamientos y que tengan siempre una opinión positiva de la marca, puede resultar disparatado. Para ellos, es mucho más que eso. Es una filosofía de vida. Estas imágenes son un claro ejemplo.
El hilo musical, un invento del pasado
La música y el marketing han conseguido formar un tándem perfecto. Las tiendas más populares elevaron el volumen de su acompañamiento musical para conseguir llamar la atención de los transeúntes que caminaban frente a sus escaparates. Esa música, que inicialmente surgió como una táctica para aumentar e incentivar el consumo, a día de hoy se ha convertido también en objeto de admiración y de culto.
Revivir tu tarde ideal de compras sin moverte de casa ya es posible. La mayoría de franquicias internacionales han creado listas de Spotify con los temas que, habitualmente, suenan en sus locales, aunque también se incluyen otras del mismo género musical que han sido compuestas por los propios seguidores, desarrollando así su vena más creativa.
En estas ‘playlists’ la variedad musical está asegurada. Un ejemplo de estas recopilaciones es la creada por un usuario de la cadena de ropa H&M, en la que puedes encontrar temas de Amy Winehouse, Katy Perry, The Sounds e incluso las típicas canciones que todos clasificamos como ‘de hilo musical’.
Estómagos selectos para mentes modernas
La gastronomía no iba a quedarse atrás sin arrojar nuevos y revolucionarios conceptos. El término ‘foodie’ es relativamente reciente y hace referencia a aquellas personas que tienen un gusto y un interés exquisitos por los alimentos. Estos refinados paladares son fanáticos de la buena comida y su actitud dista bastante de la de un comensal común. Se consideran aprendices de los grandes cocineros, analizan todas las tendencias, las ponen en práctica y se informan de todos los cambios e innovaciones que ponen en marcha los restaurantes más distinguidos.
Todo esto no significa que únicamente se alimenten de productos ‘gourmet’. Al contrario, los verdaderos seguidores de la cocina disfrutarán del mismo modo comiendo una ensalada en la tasca más castiza de Madrid que degustando los platos más modernos en un restaurante premiado con una o varias estrellas Michelin.
No es una cuestión de lujo, la esencia de este movimiento reside en alcanzar una experiencia sensorial a través de la comida. Un verdadero ‘foodie’ es un entusiasta de las combinaciones de sabores y siempre está dispuesto a oír nuevas recomendaciones del chef con el objetivo de ampliar sus conocimientos culinarios.
Exaltaciones y posturas desmedidas aparte, queda confirmado que la sociedad busca, y encuentra en muchas ocasiones, nuevas formas de aportar dinamismo y energía a su vida. Que estas actitudes sean entendibles o no ya es otro debate.
[Fuente: gonzoo.com]