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Los cobardes se sienten obligados a sembrar el miedo en las demás personas para tratar de apaciguar el miedo que ellos sienten permanentemente de perder su juego descabellado. Saben bien que intentar “implantar” el comunismo es un juego suicida. La razón es simple la historia nos enseña que el comunismo es la cortina de humo que descarados delincuentes usan para saquear un país, degradar una sociedad, barrer por los suelos los derechos humanos, en especial al que ellos más le temen: La libertad de expresión, el derecho a expresar de viva voz o por escrito los pensamientos y opiniones. La capacidad de analizar y cuestionar las políticas de un gobierno, su corrupción, su ineficacia, su vandalismo.
Un punto donde los cobardes comunistoides se afincan es sembrar en los ciudadanos el temor de que pueden perder todos sus bienes, las propiedades que hayan podido acumular quienes con su trabajo, talento y esfuerzo lograron hacerse de un patrimonio familiar. Y con quienes más se ensañan son con los desdichados que por su falta de habilidades, escasa educación o viveza criolla sólo subsisten con las prebendas o migajas que con gran despliegue publicitario les son otorgadas a cambio de una nueva esclavitud y dependencia. Esos no tienen derecho a quejarse. Serían condenados a morirse de hambre pura y simplemente.
El derecho a delinquir pública e impunemente es exclusivo de los lacayos y agentes del castro-comunismo. Ellos lo pueden todo: Robar, traficar, asesinar, vejar, humillar, pisotear. Nadie puede detenerlos, eso piensan y así actúan. Pero el mundo es redondo. La historia nos enseña que ninguna tiranía es eterna y hemos visto a demasiados “omnipotentes” huyendo y escondiéndose como ratas, antes de terminar en el suplicio final. Así ha sido, así es y así será.
Ninguna sociedad tolera por siempre la humillación, y en la era de la hipercomunicación, de la globalización, ver publicadas las imágenes de escenas de violencia cobarde, del acoso y la persecución, de la segregación política tiene consecuencias, a veces irreversibles. Lo que se mantiene con dinero desaparece cuando ese dinero escasea. Desgraciadamente para ellos, los comunistas han demostrado ser pésimos gerentes y nulos administradores. Son buenos para destruir y malos para sembrar. La única siembra que hacen bien es la del miedo y esa siembra suele ser contraproducente para sus cosechadores.
Jorge Ramírez Fernández / @jorgeramfer