Haber sido golpeados implacablemente durante 13 años por un régimen de abiertas tendencias retrógradas, de ideas sin vigencia alguna y altamente ineficiente y corrupto han potenciado nuestros escenarios de pobreza, falta de libertad y ninguna visión del mañana. Pero, definitivamente, no logró todo lo que se proponía. Como sociedad sana, ingeniosa, igualitaria, hemos sabido y hemos podido detener la amenaza. La unidad alcanzada en los últimos tres años ha sido fundamental. La unidad que concretamos el pasado 12 de febrero en torno a Henrique fue un duro y contundente golpe al nefasto régimen que ya hoy sabe tiene sus días contados.
No soy un gobernante de oficina, de conciliábulos. No quiero, ni puedo serlo. En mis constantes viajes a diversos estados del país vivo día tras día en contacto con la gente del común, con los trabajadores y jóvenes. De ellos me viene un sentimiento, una sensación de esperanza y emoción que me transmiten en cada municipio que visito. Incluso, entre seguidores y exseguidores del chavismo, ya identifico nuevas actitudes, un diálogo más distendido, un deseo por apartarse del agobio y la estéril confrontación.
En esas conversaciones surge espontánea y permanentemente un pedimento, un grito en voz alta, por consolidar, por galvanizar la unidad democrática mediante la toma de una decisión que nos lleve a las elecciones del 7 de octubre bajo la fuerza de una tarjeta única.
Tenemos en Henrique un candidato único. Tenemos una única estrategia de campaña. Todos los partidos han construido una única ruta democrática. Abanderamos una visión única de patria: civil, descentralizada, honesta, progresista, moderna, inclusiva, laboriosa, verdaderamente nacionalista.
Pero mujeres y hombres del común transmiten algo más, algo más hondo, más humano y cercano a ellos. Nos están pidiendo algo que les sea inmediato, que les sea suyo, propio. Y en ello, oigo que hablar, pedir, reclamar que vayamos al 7 de octubre con una tarjeta única se está transformando en un pedido a una sola voz, en un alto y significativo grito. Un grito de esperanza.
Sería no solo legítimo, sino también políticamente contundente. Es el pueblo mismo quien dibuja, quien concibe y formaliza una única manera de recuperarle la democracia al país. Una tarjeta única que deja de ser una propuesta de una dirigencia para transformarse en inspiración y propiedad de millones de votantes que haremos coloridas y festivas colas el 7 de octubre.
El andar unidos durante estos recientes tiempos ya ha sido una derrota para quienes egoístamente conciben a Venezuela desde la visión de la autocracia, la egolatría, la ineficiencia y la inspiración cubana. Para ellos, la tarjeta única, en manos del Soberano, sería el alerta definitivo de que el final les ha tocado la puerta.
Mi optimismo crece. Mi deseo de trabajar es total. Vamos en el camino correcto. Perfeccionemos el trabajo en equipo. La tarjeta única en manos del pueblo es fuerza, es justicia, es visión de mañana. Avancemos, Venezuela es primero.
Por Pablo Pérez el Gobernador del estado Zulia