Dos delfines murieron de forma lenta y agonizante en un zoo suizo luego de que un terreno vecino alojara una fiesta rave durante todo el fin de semana, en la que los asistentes habrían arrojado a los animales una sustancia sustituta de la heroína, según un informe toxicológico.
Los delfines murieron, luego de que los jefes del zoo Connyland alquilaron una tierra vecina a la piscina de entrenamiento a los organizadores de una rave para miles de fanáticos de la música electrónica.
Los fiscales dijeron que creían que los veterinarios del zoo eran los culpables por unos antibióticos que hubieran matado a los animales del zoológico en Lipperswil, Suiza, y consideraron con darles cargos por negligencia. Pero ahora, un nuevo informe toxicológico que se filtró a medios suizos halló que es un sustituto de la heroína, el Buprenorphin, lo que había presente en la orina de los mamíferos. El biólogo marino experto en delfines, Cornelis van Elk, dijo al Mirror: "Los opiáceos son extremadamente peligrosos para mamíferos que viven bajo el agua, y nunca debieran ser usados en ningún tratamiento legítimo".
Los delfines son respiradores concientes, de modo que activamente deciden cuándo subir a superficie a respirar, para lo cual necesitan estar despiertos. Aun cuando duermen, hay una parte de su cerebro que automáticamente controla el instinto de la respiración, así como la gente cuando duerme. Al drogarlos con opiáceos les causan que esa parte del cerebro se apague, y le produzca consecuencias fatales.
Por esto, suponen que los asistentes a esa rave les dieron esas drogas ilegales. Los dos delfines, Shadow y Chelmers, murieron ahogados. La cuidadora dijo a los medios que "la muerte fue muy dolorosa, duró una hora, era horrendo; con Shadow lo fuimos a reanimar, nos tiramos al agua, temblaba y largaba espuma por la boca; cuando lo sacamos del agua le colgaba la lengua, podía apenas respirar; tratamos de abrazarlo, pero no funcionaba, le dimos adrenalina, pero no ayudó: a la hora, estaba muerto", contó. Además, activistas pro animales alegan, furibundos, que los altos decibelios de una fiesta tan cerca de los delfines pudo haber dañado su delicado sistema de sonar.