Opinión: “Venezuela emocional: Resentimiento, represión y resistencia”; por @mauxi1

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La Represión Política es in “stricto sensu”, aquella que se ejerce desde el poder político, con la pretensión de castigar con violencia la disensión respecto al mismo y que supone, en general, la negación de los derechos civiles y las libertades ciudadanas. El ejercicio de la violencia sobre los disidentes políticos pretende ejemplificar el castigo para conseguir el temor en el resto de la sociedad, con el objeto que se reprima a sí misma en el ejercicio de la libertad, que queda así anulada para todos, excepto para el quienes ejercen el poder y para aquellos en cuyo beneficio se realiza la represión. Cuando la represión política es sancionada y organizada por el Estado, se puede llegar a situaciones de terrorismo de Estado, genocidio y crímenes. La represión política sistemática y violenta es una característica típica de las dictaduras, totalitarismos y regímenes similares. En estos regímenes, los actos de represión política pueden ser llevados a cabo por la policía y la policía secreta, el ejército, los grupos paramilitares y los escuadrones de la muerte.

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Pero es que la represión violenta del Estado siempre ha existido conforme, a partir del desarrollo capitalista, la acumulación de riqueza en menos manos se hace más aguda, y son más las que se sienten fuera del “estado de bienestar,” la protesta aumenta y la respuesta “lógica” es más represión y violencia.

La represión es hoy en día el tema en Venezuela, en estos tiempos se ha convertido en una situación casi regular, pero va in crescendo, lamentablemente el Estado pone a reprimir a los ciudadanos mediante la fuerza pública, en su desesperación, al verse ya en su etapa final, así recurre a los elementales métodos de represión, amedrentan  a quienes salen a las calles a protestar, por la situación del país,  contra la  inflación, la inseguridad, y contra la aguda escasez de los productos de primera necesidad.

En realidad, la ausencia de sindéresis ya se ha vuelto algo natural, en un régimen cuya característica esencial es el totalitarismo: Tenemos a la fecha desde el pasado 1 de abril en el país el balance de  50 muertos, 13.050 heridos y 2.459 detenidos, a la vez que se «duplicó» el número de «presos políticos», a unos 300, muchos de los cuales son llevados a instalaciones militares y acusados de una catajarra de delitos que, por supuesto, no cometieron y son sometidos a torturas inimaginables. Son presos de conciencia, presos políticos del régimen. Todo ello aunado a los numerosos y cuantiosos daños materiales e innumerables violaciones a los derechos humanos.

En Venezuela la polarización, el odio y la división política, es asunto de vieja data, no apareció de la noche a la mañana, sino que se ha venido incubando hace décadas atrás, según la opinión de algunos analistas de ese país.

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Ocurre entonces en el país una «manipulación emocional», cuyos responsables son muchos, manipulación basada en la exclusión de una parte de la sociedad a expensas de la otra: en el resentimiento. Esto ha conducido al país a una fractura social que incluye confrontaciones en todos los ámbitos de la vida social. Ese resentimiento de la izquierda venezolana venía desde los años 60, cuando fueron perdiendo sucesivas elecciones y quedaron marginados de los procesos sociales del país.

Posteriormente en 1999 Chávez manifestaba emociones negativas atadas a un lenguaje político muy agresivo contra los venezolanos que no eran afectos a su ideología. Así fue como el resentimiento se sembró más desde el liderazgo, que por las condiciones socioeconómicas del país.  El difunto utilizó el odio y la venganza como arma política, calificando a los adversarios de “enemigos”, generando diferencias entre pobres y ricos, exacerbando resentimientos de parte y parte y enfrentando incluso a las familias enteras.

El resentimiento genera resentimiento. Si antes la izquierda marginada guardó resentimiento, imagínese el que han generado ellos en la sociedad que se está levantando hoy en día: un grupo que nos ha despojado de empleos, de nuestros hijos, de nuestras posesiones con las expropiaciones. Un grupito que nos ha despojado poco a poco de todo.

Por eso Venezuela es ejemplo patético del grado de desviación de poder al que se puede llegar, del cual el régimen autoritario se vale para sostenerse, indistintamente de la ilegitimidad que define su postura, utiliza métodos no sólo ilegales sino además, intensamente represivos, pues en ellos el régimen ha conseguido la fórmula, aunque castrista, de lograr que sus amenazas, se conviertan en una especie de condena cuyo efecto demoledor inhibiera las protestas.

Precisamente, con motivo de las decisiones aprobadas en principio por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia las cuales han pretendido despojar de las atribuciones y facultades que la Constitución Nacional, le establece al Poder Legislativo. Luego otra propuesta: La Constituyente Comunal, figura inexistente que plantea una Asamblea, diseñada como un traje a la medida para el Régimen. Tan aberrante situación, dio pié a que la paciencia del país entero se desbordara y se tradujera en reiteradas manifestaciones de protestas y de resistencia civil. Fue oportunidad para que el pueblo demostrara finalmente en la calle su acumulada resignación y contenida indignación al gobierno ante los descarnados atropellos de los que ha sido sujeto estos últimos años.

La realidad es que en Venezuela, el Gobierno sabe que tiene un problema grave de popularidad, tanto así  que ello le impediría ganar cualquier elección. El 95% de la gente opina que el país está mal y el 75% de los electores que están decididos a votar dicen que lo harían para revocar el mandato presidencial y no hay ninguna duda que se cumplen y cumplieron las condiciones para ejercer el derecho constitucional del Referendo Revocatorio. Esto para el chavismo se traduce en un peligro muy concreto: su salida del Poder.

Si tan solo fueran respetuosos de las reglas de juego, simplemente no habría nada que hacer: cumplirían con los derechos constitucionales, irían al referendo, perderían, convocarían a una elección presidencial para perderla también y así pasar a ser la oposición y luego tratarían de tomar cada una de las ventajas posibles de lo difícil que será desenredar el embrollo que están dejando para cualquiera que los sustituya. Incluso con eso elevarían los costos del ajuste y recapitalizarían fuerzas para intentar volver, pero al parecer este no es el caso porque la revolución siente el “compromiso” de quedarse asidos en el Poder sea como sea y lo ha dicho por todos los medios. Ya es explícito su desprecio, conceptual y activo, por el juego democrático.

Con todo esto en mente, el gobierno está arreciando la estrategia de represión, que inició con los presos políticos de los partidos que podrían considerarse más fuertes en sus posiciones de lucha directa, y ahora se focaliza en actores políticos con responsabilidad en la organización de las protestas, la MUD: esos ataques son un clásico de las estrategias de represión focalizada.

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Esta agudización de la represión política es un terrible cruce de frontera que coloca a la crisis política venezolana en otra dimensión. Cualquier persona decente debe rechazar el uso de la represión policial y judicial como arma contra los adversarios políticos del gobierno, porque es algo que sólo nos aleja de la democracia y la paz.

En este sentido, el país recién entra en una fase de legítima y necesaria desobediencia civil, calificada como 350.  Venezuela se paraliza y queda suspendida entre reacciones que desesperan al alto gobierno. Más, cuando el miedo consumió el “orden” interno que se mantenía en las filas del partido de gobierno y muchos saltan del barco, para muestra un botón: La Fiscal. La ruptura de la institucionalidad establecida constitucionalmente, dio al traste la forma del Estado, el ejercicio de la soberanía nacional y la división del Poder Público. De manera que el gobierno central, aturdido ante el problema  y dada su incapacidad manifiesta, no le queda de otra que optar por aplicar medidas cuya severidad lo obliga a actuar apegado a la fórmula del Estado Opresor, así  el régimen exhibe sin pena su condición tiránica. Apela a reprimir desmedidamente a la población, acudiendo a las fuerzas de seguridad del Estado representadas por la Policía Nacional Bolivariana, la retorcida Guardia Nacional “Bolivariana” y como “guinda de la torta”, permite la violenta intromisión a facinerosos organizados para robar, agredir y hasta asesinar, los colectivos armados, ante los ojos complacientes de quienes comandan las fuerzas del Estado.

Pero era de esperarse que aumentara la conflictividad política y social, la verdad, esto “se veía venir». El gobierno se encargó de echarle leña al fuego a la situación, al reprimir de manera «brutal» y para sorpresa de todos, las protestas de quienes tomaron la batuta, los protagonistas en esta gesta: los jóvenes y estudiantes.

Salen a la calle a guerrear, sin miedo, a manifestarse en contra del régimen, pero jamás se esperaron tanta bestialidad. Ni cuando Pérez Jiménez se había sufrido tan masiva violencia y crueldad, violando todos los tratados internacionales y los derechos humanos de miles de jóvenes, sin importarles, han arremetido contra ellos. La violencia de la que ha sido capaz el gobierno para reprimir la disidencia, para controlar la rebelión civil, no tiene paradigma. Sin embargo,  a pesar de esa represión, los jóvenes en resistencia, siguen en las calles sin miedo, defendiendo sus ideales.

Pero la realidad patente es que esta represión no ha sido efectiva para el gobierno, el miedo su principal objetivo, se perdió, pero  sin embargo, pesar de ello continúan. LO que si está claro es que la represión tiene consecuencias más graves para el Gobierno en términos de legitimidad, de lo que se piensan, ya que la historia enseña que no todo gobierno que pasa por este tipo de episodios necesariamente termina anticipadamente, pero sí es verdad que todo gobierno que termina anticipadamente, ha tenido que reprimir. La represión definitivamente sí tiene un costo político muy alto y no se están paseando por ello.

Un Estado Democrático y de Justicia se caracteriza por el ejercicio de derechos fundamentales como el de asociación y manifestación, y más cuando las reivindicaciones no van más allá del cumplimiento de la legalidad vigente, la desobediencia a futuras leyes aun mas represivas de los derechos fundamentales, es la única herramienta para salvaguardar la sociedad. Por eso y por mucho más, en la población venezolana existe la convicción y el deseo de continuar en la calle, para combatir  el régimen arbitrario y antidemocrático que controlan desde Cuba.

Los analistas piensan que la convulsión social no terminará pronto, muy por el contrario, se acentuará con el paso del tiempo. Por esto, el futuro no luce muy halagador, la clave está en el día en que el chavismo de base, aquel que recibe subsidios y que ha gozado de las prebendas del gobierno, se una a las protestas, lo que supondría un punto de inflexión para el gobierno de Maduro.  Y créanme la crisis, la descomposición social, la anarquía, el desorden, lo mal que está viviendo la gente en materia de seguridad y desabastecimiento es tal, que la base del chavismo ya se está preguntando si la “Revolución” los está llevando a una vida plena de felicidad y comodidad.

Aunque la situación no parece tener salida en el corto plazo y un grave conflicto social parece a la vuelta de la esquina, una posible guerra civil en puerta, para superar la “guerra emocional» en la que nos encontramos sumidos los venezolanos, aunado a los conflictos en las calles, es necesario racionalizar que debemos transitar hacia un gobierno con un lenguaje de apertura, de reconciliación y de verdadera unidad, que no excluya a la mitad de la ciudadanía; con políticas educativas y campañas públicas para dejar de lado los rencores y odios sembrados por el chavismo. Debemos aprender de nuestros errores, la letra con sangre entra y miren si nos ha costado! Pero aun con esperanzas, Venezuela siempre da sorpresas, sencillamente porque se trata de un país maravilloso. Sumemos entonces a los efectos de construir esa nueva sociedad en donde quepamos todos, sin desigualdades, un país donde reine de nuevo la unión y fraternidad a los efectos de lograr el progreso para todos por igual!

María Auxiliadora Dubuc P.

@mauxi1

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