En un país como el nuestro las informaciones que aparecen cotidianamente nos llenan de más y más ansiedad, las páginas de los diarios se colman constantemente de malas noticias que agobian a una sociedad que está presa de la zozobra; ante esta triste realidad sólo nos queda luchar con mayor ahínco por un cambio.
En medio de esta situación les comento que en las últimas semanas nos topamos con los siguientes titulares:
Venezuela importará petróleo
Colectivos amenazan al Gobierno
Suben los precios de la leche en polvo y de la azúcar
Incrementan tarifas de los estacionamientos
Precios del pernil aumentó en 360% en los últimos 3 años
Se registran aumentos de los índices delictivos
Ante estas noticias nos preguntamos ¿Esta es la Venezuela dónde usted y nosotros nacimos y nos criamos?
Admito que en el pasado tuvimos problemas, se cometieron errores, no obstante la vida de los venezolanos no se resumía en colas interminables, en la zozobra de no conseguir los medicamentos que se necesitaban para vivir; la existencia en nuestro país no podía ser concebida en las odiseas para hacer mercado y medio comer.
Venezuela la metieron en un hoyo, hoy nuestros jóvenes ven al horizonte sin encontrar en él una meta a la cual enrumbarse, la falta de porvenir está destruyendo el mañana de nuestra patria, y mientras esto ocurre en Miraflores pierden el tiempo en sus intestinas guerras internas.
El socialismo avanza y con él el hambre de millones de venezolanos que deambulan por los pasillos vacíos de los centros de expendio de alimentos; mientras los ministros se mueven de ministerios, es decir los enchufados de siempre cambiando de enchufes y consumiendo las energías del Estado, las amas de casa tienen que peregrinar por el desierto de anaqueles desolados en la búsqueda de los productos escaseados.
Cuando en Miraflores se habla de anuncios pomposos, cuando se refieren a que estamos preparados para combatir el ébola mientras no hemos podido vencer al chikungunya, cuando escuchamos al Gobierno referirse a las ayudas a otras naciones mientras aquí millones de ciudadanos tienen el estómago pegado al espinazo, nos percatamos con suma tristeza que estamos en las peores manos, no obstante tenemos la oportunidad de cambiar esta triste situación.
La Venezuela del desabastecimiento, de la delincuencia desatada, de la criminalidad institucionalizada, la república de la anarquía y del hambre, no fue aquella en la cual usted y yo nacimos y nos formamos, aquella era una tierra de pujanza y de oportunidades.
En aquella patria recibíamos con los brazos abiertos emigrantes del resto del mundo, las comunidades de italianos, portugueses, árabes, colombianos, españoles, y de todas partes del globo terráqueo se constituyeron por hombres y mujeres que venían a este suelo en búsqueda de una vida mejor, y la obtenían gracias a sus esfuerzos y por la riqueza que existía en esta tierra.
Ahora ya no recibimos a los habitantes del mundo, sino que nuestros hijos tienen que hacer sus maletas para salir al encuentro de nuevos horizontes, para hallar mejores condiciones de vida… Claro que esta Venezuela “revolucionaria” no es aquella que nos parió en otros tiempos.
¿Podemos salir de este atolladero? La respuesta firme, decidida, y nacida del más profundo de mi pecho se resume a un simple monosílabo: SÍ.
Los venezolanos podemos salir de esta crisis, podemos dar marcha hacia adelante en la construcción de un porvenir que sí nos permita crecer como sociedad y como seres humanos.
Lo hemos dicho y lo repetimos, sin cansancio, Venezuela tiene un mañana, tiene un futuro y lo haremos en la convergencia de todos los que soñamos un porvenir distintos, entre quienes añoramos caminos de progreso y desarrollo que nos faciliten la vía hacia la república pérdida.
Por Antonio Barreto Sira