Fernando Carrillo no ha tenido, sobre todo en los últimos años, un comportamiento muy profesional que digamos en torno a su trabajo. Lo han sacado de telenovelas, han dejado de contratarlo en otras y la sola mención de su sombre, cuando a alguien se le ocurre proponerlo para un proyecto, hace que los jerarcas de los canales de Venezuela y otros países salten de sus asientos, pues los problemas que acarrea con su desordenada conducta son de proporciones faraónicas.
Desplazado de su rol de galán de teleseries, el venezolano se ha dedicado ahora a vender acciones de un resort en Acapulco, México, que anuncia como propiedad suya. Lo que muy pocos conocen es que es un simple empleado de esa corporación, que aprovechando el poco de fama que le queda, percibe una comisión por cada suite que vende. Como actor, Carrillo está más rayado que paso de peatones.