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Con su séquito de alcatraces y pelícanos que le escoltaron por todo el camino en aquel horizonte mañanero, abriendo sus inmensas alas levantó su vuelo hacia el infinito el Guanaguanare de Margarita. Y en la quietud del agua se vio morir aquel lánguido lucero que durante casi 82 años iluminó el cielo margariteño.
Jesús Ávila no tuvo un nuevo amanecer en la espesura, ni pudo tener el poder del universo y detener el alba para siempre, y cual yaurero se alegró en la mañana y nos dejó a todos tristes al mediodía, sembrándonos el amor por la poesía y haciéndonos rogarle a Dios por el eterno descanso de su alma.
Este ñero nacido en Los Robles, allá en nuestra adorada Isla de Las Perlas, desde chiquitico fue un bregador junto a su madre a quien acompañaba a vender arepas. Además marino, echador de nasas, agricultor, un enamorado del mar en el cual se bañó y pescó hasta el cansancio, y vivió bellos amores inolvidables en su vida.
Chú Ávila, como también era conocido este compositor y cantautor autodidacta, en épocas de su niñez fabricaba sus propios instrumentos musicales con maderitas y perolitas que recolectaba por donde pasara y que pensaba le servían para hacer guitarritas con las cuales acompañaba sus serenatas.
A la edad de 13 años vivió en La Guaira donde se desempeñó como obrero, buhonero y otras faenas. La lejanía del terruño natal le profundizó el sentimiento y amor por su pueblo y desde entonces se dedicó a crear canciones que él mismo se encargó de llevar a las emisoras de radio caraqueñas para darlas a conocer.
En los años 60 creó el grupo musical Cuerdas Espartanas con el cual grabó varios discos que le dieron mucha proyección a la música oriental.
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Jesús Ávila recorrió todo el país llevando sus creaciones musicales las cuales fueron ovacionadas en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, en la Universidad de Los Andes, en la Universidad del Zulia, en los estados llaneros y en el Sur del país.
La Alcaldía del Municipio Maneiro le otorgó la Orden Manuel Plácido Maneiro en su clase oro y la Alcaldía del Municipio Marcano también lo condecoró por su carrera musical.
Sabemos que el Viejo Roble continuará erguido en sus cuerdas, quizás vendan El Gallo de Pascualita, es posible que ya no se oiga la Serenata en La Llovizna, habrá otro Amanecer en La Playa, en el cual alumbrarán Una Luna y Un Lucero, seguiremos pasando Diciembre en Margarita cerca de los manglares, pero estamos seguros que Rauda Rauda una nube cruzará el cielo y la mar serena de Manzanillo enrumbará sus aguas hacia donde Jesús Ávila espera, allá en el farallón.
Que en paz descanse el Guanaguanare.
Por @glimargica / Gliceria Gil