Los últimos días de la polarización inducida desde las alturas del poder le dejaron a Caracas un espectáculo político nunca antes visto. Todo el chavismo del país se dirigió a la Avenida Bolívar a despedir, cual emperador romano, al candidato del pasado. El cierre del comando Carabobo pareció más una muestra de agradecimiento que un acto parecido a un cierre de campaña. Las ínfulas imperiales del Luis XIV venezolano fueron satisfechas por Rafael Ramírez hasta más no poder.
Sin detenerse un minuto en el costo, Venezuela se quedó sin transporte público, ni empleados en las oficinas públicas, todos fueron llamados a venir a la capital del país para satisfacer el ego del candidato del pasado, algunos por convicción, otros sencillamente obligados y un alto porcentaje vino cual turista capitalino y así poder comprar en los centros comerciales lo que no consigue en el interior. El comando Carabobo de forma desquiciada desarticuló todo el trabajo organizativo en los estados y mandó a traer a su gente, a sus militantes, porque necesitaba borrar el golpe político del cierre de @hcapriles el
domingo pasado en Caracas y la enorme fuerza de los cierres en todo el país. Para ellos es imperativo en los últimos días, tratar de cerrar la brecha con el candidato del futuro y hacer creíble el cuento de los 10 millones. Un último arrebato de despilfarro revolucionario que de seguro se les revertirá frente a la evidencia del dispendio y el derroche de los recursos de todos.
Por otra parte, @hcapriles realizó el mismo día tres actos gigantescos en Cojedes, San Fernando de Apure y Barquisimeto. Tres actos multitudinarios con gente de la zona sin buses, sin pago de viáticos, sin revisión de lista, sin amenazas y mucho menos chantajes. Cada acto contó, en términos relativos, con la misma cantidad de personas que el de Caracas, sin que ello haya generado un gasto ni para el comando Venezuela ni mucho menor para el erario público. Capriles demostró, al igual que en el cierre de la Avenida Bolívar, que cuando los liderazgos están arraigados en el corazón del pueblo, no es necesario
arrear gente, basta con convocarlos. Un líder sincronizado con su pueblo no requiere autobuses, ni un memorándum para que lo escuchen.
Mientras en Caracas el pasado nostálgico y amenazante le decía adiós a 14 años de abuso, chantaje social y al intento de imponer una lucha de clases inexistente en un país donde todos se asumen como hermanos, en Barquisimeto, miles de personas le daban la bienvenida a un nuevo estilo de hacer política. Los últimos días de la polarización mostraron como la provincia, de la mano de Capriles y Henri Falcón, le están diciendo al mundo que nuestra democracia ha madurado y nosotros con ella, que el tiempo de los errores del pasado y los mesías se acabó. Que Venezuela será un país patriótico, moderno, sin exclusiones ni gríngolas ideológicas.
Hoy el país observó dos estilos antagónicos de hacer política. En Caracas el derroche, el caradurismo de los que no tienen vergüenza en mostrar como gastan millones de bolívares frente a nosotros y la humildad y poder de convocatoria de la nueva élite política liderada por Henrique Capriles.
El comando Carabobo con este acto es probable que haya logrado moralizar sus bases, pero dudo que sume un nuevo voto. Las cartas están echadas, si cada uno de nosotros hace lo correcto el día 7, votando temprano y garantizando que por lo menos 2 personas adicionales voten por @hcapriles, el 8 de octubre Venezuela amanecerá tricolor.
En Barquisimeto alumbró el mejor crepúsculo del mundo mientras que en nuestra querida Caracas la bruma y la lluvia terminan de darle un toque nostálgico a la despedida del pasado. El tiempo de Dios es perfecto, Venezuela encontró un mejor camino.
Por Carlos Valero / @carlosvalero08