Debo iniciar confesando que no soy precisamente un fanático del estilo de liderazgo de Henrique Capriles Radonski. Crecí observando liderazgos recios, que imponían no sólo su presencia sino también su voluntad; dirigentes con una elocuencia demoledora, maestros de la ironía, la sátira y el sarcasmo pero también de gran creatividad e inventiva para expresar sus ideas, enardecer a las masas o lapidar verbalmente a un adversario. Sin embargo, debo admitirlo, el mundo ha dado demasiadas vueltas en los últimos 20 años y los gustos y preferencias de la gente han cambiado ostensiblemente.
Los partidos tradicionales en Venezuela perdieron el rumbo y no parece que puedan encontrarlo en el futuro cercano. De nada le sirve a Henry Ramos Allup su extraordinaria agudeza verbal ni la precisión con que expresa sus ideas, la gente no lo ve como alguien a quien se deba seguir. Igual podemos decir sobre otros destacados dirigentes que a pesar de toda su preparación y capacidades, por diversidad de motivos no consiguen entusiasmar a las masas.
Poca gente pensó que a raíz de la muerte de Chávez y del carnaval necrológico que se montó al efecto, la oposición tendría algún chance en las elecciones que por ello debieron convocarse. Bastó la reciedumbre demostrada por Henrique Capriles al momento de asumir la candidatura unitaria para que las cosas cambiaran. Las muchedumbres que se agolparon en cada ciudad visitada por el candidato de la alternativa democrática demostraban que una proporción mayoritaria del país reclamaba un cambio.
Llegado el proceso electoral y su conclusión todo el país presenció el descaro y la desvergüenza de los Poderes Públicos coaligados para estafar la voluntad popular. Se dio el fraude. Maduro se desdijo, como de costumbre, y el conteo transparente voto a voto prometido no se dio. Capriles convocó una movilización para exigir transparencia electoral e institucional y ante las amenazas de Maduro cedió y dio marcha atrás. Mucha gente, entre ellos yo, sintió frustración y pensamos que esa decisión era errónea, equivocada y desmoralizadora. Vimos como se desató una represión inusitada contra las protestas y como desde los altos niveles del régimen se dedicaron a aplicar una política de desinformación y de desacreditación del legítimo derecho del pueblo de exigir claridad y transparencia en los resultados electorales y en el comportamiento de los órganos del poder Público. La criminalización de la protesta operó en términos brutales. Ni Goebbles ni Pinochet tenían nada que envidiar a los herederos del castrocomunismo venezolano.
Cuando ya han pasado más de 6 meses de esos hechos, y tanto el CNE como el TSJ se burlaron del país como les dio la gana. La realidad es abrumadora. Venezuela entera está convencida de la incompetencia, la incapacidad, la inmoralidad y la deshonestidad del régimen encabezado por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. El apoyo popular a un gobierno que ni siquiera ha sido capaz de demostrar sin sombras de duda que quien lo encabeza es venezolano por nacimiento y mucho menos de garantizarle a los venezolanos la seguridad de poder llevar a su casa los alimentos, medicinas, equipos y materiales necesarios para tener una calidad de vida adecuada.
Un gobierno que es incapaz de mantener a raya a la delincuencia desbordada que no respeta ni la vida ni los bienes de ningún venezolano y que con mayor ahínco azota los barrios y sectores populares. Cuando ningún servicio público llega en niveles aceptables y la sensación generalizada es que en Venezuela no hay gobierno. Ante ésta situación la mediocridad y pobreza intelectual del régimen responde con amenazas, acusaciones rocambolescas, represión, brutalidad, censura e incompetencia. Mentira tras mentira. Falsedad tras falsedad. Y el pueblo afianzándose en su determinación de que esto tiene que cambiar. Que con Nicolás Maduro no se va a buen destino.
Lo que prepara el régimen ante la evidencia de que su desplome llegará de un momento a otro es enjuiciar a decenas de jóvenes, especialmente en el Estado Lara e intentar abrirle un antejuicio de méritos a Henrique Capriles Radonski. Defender la democracia, la institución del voto y la soberanía popular ha pasado a ser delito en la Venezuela madurista.
Si Capriles en los caldeados días de Abril hubiera pisado el peine de la violencia, o tiempo después respondido equivocadamente a las obscenas provocaciones del asqueroso Pedro Carreño, les habría hecho un inmenso favor al alicaído y cada vez mas desacreditado régimen madurista.
Hoy nada de lo que digan la Fiscalía ni el Tribunal Supremo de Justicia tiene el menor valor para los venezolanos. La actitud civilista y pacifista de Henrique Capriles ha permitido que todas estas verdades quedaran al desnudo. Por haber permitido que los venezolanos sigamos viviendo en paz, una paz precaria pero paz al fin no tengo el menor empacho en reconocer que Capriles tenía razón en su decisión de librar una lucha pacífica, sin violencia, a pesar de toda la presión a su alrededor, aunque creo que debe ponerse algo más de contundencia en los cuestionamientos y en la movilización popular. Debemos ir hacia el 8-D sin olvidar las lecciones del 14-A.
@jorgeramfer / Jorge Ramírez Fernández