Historias de viaje: "Hola. Me llamo María José y soy adicta al pasty", por @MarijoEscribe - Lea Noticias

Historias de viaje: «Hola. Me llamo María José y soy adicta al pasty», por @MarijoEscribe

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Marijo_EscribeEn estos días he estado bastante ocupada y me había dedicado a escribir algunos artículos de opinión, por lo que había abandonado las crónicas del viaje que hice en diciembre de 2013 a Inglaterra junto a Enrique, para conocer a su mamá y hermana. Pero aquí estoy de nuevo, vasito de “cuba libre” en mano, completamente relajada para seguirles contando por qué pienso que Londres es una “ciudad perfecta”.

Regresábamos de Barcelona (España) y debíamos tomar el tren desde el aeropuerto de Gatwick hasta la estación más cercana a casa de nuestras anfitrionas. La enorme cantidad de información en las pantallas, y la multitud aglomerada en la zona de venta de boletos, resultaban abrumadoras. Sin embargo fue allí, en medio del fragor de miles de viajeros y rostros confundidos que buscaban puertas de embarque, que conocí una de las cosas más deliciosas que he probado en mi vida: el pasty.

Quizás para muchas personas es un simple pastelito relleno de carne guisada pero, para mí, fue un descubrimiento gastronómico digno de un lugar en mi Top 10 de comidas más sabrosas del mundo.

Mientras Enrique estaba en una taquilla de información me descubrí a mí misma frente a un quiosquito súper bello decorado con colores anaranjado y negro. Era un puesto de la famosa franquicia West Cornwall Pasty Co.

En mi muy pobre inglés conversacional le pregunté a la encargada de qué eran aquellas “empanaditas” humeantes que acaparaban mis sentidos de la vista y el olfato. Apenas pude distinguir las palabras “steak” y “pepper” en la respuesta, lo cual fue suficiente para desenfundar mi tarjeta de crédito y pedir uno para llevar, las respectivas papitas “chips” y un té Lipton con la esperanza de que, estando en Londres, tenía que ser el mejor té frío industrializado del planeta.

Cuando por fin llegamos al vagón del tren, éramos los únicos a bordo. Así que, sin pena alguna, abrí mi bolsita contentiva de aquel sabor por descubrir y organicé mi propio picnic para dos sobre una de las mesas. Debo confesar que la idea del té fue mala, porque realmente es aborrecible. Pero ¿el pasty?… ¡El pasty es otra historia!

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