La guerra que nunca termina: 10 años desde la invasión a Irak - Lea Noticias

La guerra que nunca termina: 10 años desde la invasión a Irak

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«Irak debe seguir siendo considerado como destino de alto riesgo, por lo que se recomienda no viajar a ese país bajo ninguna circunstancia». Son las advertencias del Ministerio de Exteriores español diez años después del inicio de la guerra y la invasión del país por parte de Estados Unidos y una coalición internacional. Este mismo martes, al menos 50 personas murieron y 172 resultaron heridas en una cadena de atentados y ataques, la mayoría en Bagdad.

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El objetivo de aquella contienda era derrocar al dictador Sadam Husein y encontrar y destruir, tal y como se reconoció después,unas inexistentes armas de destrucción masiva. La intervención tuvo primero una escenificación política en la cumbre de las Azores, muy contestada —y recordada— internacionalmente:George W. Bush, Tony Blair, Jose María Aznar y José Manuel Durao Barroso posaron para la foto y echaron un pulso a Naciones Unidas. Informó 20minutos.es

Un estudio de la Universidad de Brown cifra el coste de la contienda en 1,7 billones de dólares, por encima del billón oficial y lejos de los 60.000 millones presupuestados. Las víctimas, señala, podrían ascender a 189.000 entre civiles, insurgentes y fuerzas de seguridad.

El Pentágono cifra en 4.488 los militares de EE UU fallecidos. Otras fuentes elevan el número de iraquíes muertos. El 53% de los estadounidenses creen que su país «cometió un error enviando tropas a luchar en Irak», según una encuesta de Gallup.

La operación Libertad iraquí provocó una crisis sin precedentes en la OTAN. Francia y Alemania, por ejemplo, eran partidarios de dar más oportunidades a los inspectores de armas enviados a Irak bajo la resolución 1.441 de la ONU. Pero el Gobierno de Husein era miembro honorario del denominado «eje del mal» junto a Irán y Corea del Norte desde el 11-S y Estados Unidos lo tenía en el punto de mira por su supuesta vinculación con Al Qaeda.

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«Misión cumplida» para Bush

Dos meses después del inicio de la guerra y tras haber tomado el control del Bagdad, George W. Bush cantó victoria a bordo de un portaaviones con el mensaje de «misión cumplida».

«La historia demostrará que ésta fue una guerra costosísima y evitable» opina Steffen Schmidt, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Estatal de Iowa, que añade que el conflicto tuvo un efecto secundario para Washington: la «gran influencia» en Irak de Irán, país del que Sadam «era enemigo de por vida».

Cuando el 20 de marzo de 2003 comenzaron los bombardeos sobre Bagdad, las pretendidas armas de destrucción masiva fueron consideradas, por otro lado, una excusa para enmascarar el asalto a las terceras reservas de petróleo convencional del mundo. «Los estrategas de Washington (…) estaban demasiados seguros de que conseguirían acceso rápido a los pozos», dice Catherine Lutz, codirectora del proyecto Cost of War.

La petrolera estadounidense ExxonMobil es la única que ha conseguido una concesión importante en una zona de yacimientos del sur de Irak y el Gobierno del presidente Nuri al Maliki ha bloqueado por el momento su acceso a los pozos más rentables de la zona autónoma del Kurdistán.
La mayor parte del pastel de hidrocarburos se lo reparten la holandesa Shell o la británica BP, mientras que petroleras de países opositores a la intervención cuentan con una presencia importante, como la francesa Total, la rusa Lukoil o la china Petrochina. Los efectos de la entrada de Irak en el mercado de petróleo y el aumento de su productividad han contribuido a alimentar la demanda de potencias como China e India sin que se disparen los precios.

Las empresas estadounidenses, sin embargo, han encontrado otros negocios incluso más rentables, al prestar soporte logístico a las petroleras. Halliburton, vinculada al exvicepresidente Dick Cheney, uno de los cerebros de la invasión, está más que asentada como empresa de ingeniería en Irak. Otras compañías también están consiguiendo jugosos contratos en seguridad, refino, infraestructuras, electricidad y todo tipo de proyectos para la reconstrucción del país.

Manifestaciones multitudinarias

Poco después de la invasión, el régimen iraquí cayó y Husein pasó unos meses en paradero desconocido hasta que fue detenido en diciembre y, tres años después, fue ejecutado en la horca.
El escándalo de los maltratos en la prisión iraquí de Abu Ghraib en 2004, donde los presos fueron sometidos a torturas durante los interrogatorios y vejaciones por parte de militares de EE UU, erosionó todavía más la imagen estadounidense; la muerte a golpes de Baha Mousaen Basora, en septiembre de 2003, puso también de manifiesto el papel de las tropas británicas.

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Mientras Amnistía Internacional denuncia hoy que Irak sigue sufriendo diez años después graves violaciones de los derechos humanos, un vídeo publicado por El País ha desvelado, por su parte, que un grupo de soldados españoles habría maltratado en 2004 a prisioneros en la base española de Diwaniya (Irak).

Antes de que todos estos hechos fueran públicos e incluso de que la guerra fuera un hecho, el 15 de febrero de 2003,millones de personas en todo el mundo salieron a las calles en una de las mayores movilizaciones de la historia para pedir que no se invadiera Irak. Algunas de las protestas más multitudinarias se produjeron en países que apoyaban la guerra, como España, Italia y el Reino Unido.

España y Reino Unido sufrirían luego los peores atentados islamistas de su historia. El 11 de marzo de 2004 se registraron diez explosiones en cuatro trenes de cercanías en Madrid, en las que murieron 191 personas y 1.858 resultaron heridas. El 7 de julio de 2005, tres bombas explotaron en el metro de Londres y otra en un autobús urbano y causaron la muerte de 56 personas y heridas a otras 700.

Los líderes europeos y Bush escenificaron el fin formal de sus diferencias sobre la guerra de Irak en la cumbre de la OTAN de febrero de 2005 en Bruselas, en la que Bush proclamó que la división «ha quedado atrás, se acabó». Las heridas en las relaciones transatlánticas se han curado tras la llegada a la Casa Blanca en 2009 del presidente Barack Obama, que, sin embargo, ha dado prioridad a Asia en su política exterior.

La guerra mediática

La invasión de Irak el 20 de marzo de 2003 desató un enfrentamiento paralelo a los combates: una desigual guerra de propaganda por el dominio informativo y la victoria narrativa en los medios de comunicación, que movilizaron a más de 3.000 profesionales en la región, aunque en la capital iraquí, según el corresponsal español Jon Sistiaga sólo permanecieron unos dos centenares entre periodistas y técnicos.

Sólo en el centro de prensa montado por Estados Unidos en Kuwait había acreditados 2.512 periodistas el 9 de abril de 2003, el día que fue derribada la famosa estatua de Sadam en la plaza Firdus de Bagdad, frente al hotel Palestina, donde se alojaba la prensa internacional. Según los datos del Institute for Defense Analyses (IDA) 1.987 profesionales estaban acreditados en esa fecha como «unilaterales» —como denominaban los militares a los que trabajaban por su cuenta— y 525 lo hicieron acompañando a las tropas como «empotrados».

La sede del Ministerio de Información iraquí fue atacada por Estados Unidos al comienzo de las hostilidades, pero el día más dramático para la prensa fue el 8 de abril, cuando la oficina de Abu Dhabi TV resultó alcanzada por los bombardeos, al igual que la de Al Yazira, cuyo corresponsal Tareq Ayub murió. Poco después, el Hotel Palestina recibió en el último piso el disparo de un carro de combate Abrams de la brigada bajo mando del general David Perkins.

Las muertes del cámara español de Tele 5 José Couso y su colega ucraniano Taras Protsyuk, de Reuters, desataron las acusaciones de sus compañeros contra los norteamericanos por atacar el hotel de la prensa.En octubre de 2011, el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz decretó, por tercera vez, el procesamiento de los tres militares implicados por un delito contra la comunidad internacional y homicidio. La Audiencia Nacional había revocado este procesamiento en dos ocasiones, en mayo 2008 y en julio de 2009.

El 7 de abril también murieron Julio Anguita Parrado, del diario español El Mundo e hijo del político Julio Anguita, y el fotógrafo alemán Christian Liebig cuando un cohete iraquí impactó junto al puesto de mando de la unidad con la que viajaban. Trece reporteros extranjeros perdieron la vida en las tres semanas que duró la invasión.

Inestabilidad política y en la seguridad

«Es inconcebible que el programa estadounidense no tuviera una estrategia bien articulada para estabilizar Irak después del desmantelamiento del régimen de Sadam», dice Steffen Schmidt. Irak sufre hoy la lacra de la violencia sectaria entre chiíes y suníes.

Con la retirada de las tropas estadounidenses, el 18 de diciembre de 2011, no hubo un progreso en el plano político o de seguridad. Pese a esa retirada, informes publicados recientemente por el diario The Wall Street Journal indican que la CIA ha aumentado su apoyo a las unidades de élite iraquíes para combatir a Al Qaeda y contrarrestar los posibles efectos colaterales de la guerra siria.

El analista Ali al Sheij culpa a Estados Unidos de haber creado bases políticas sectarias, lo que ha encumbrado en el poder aresponsables inadecuados para dirigir los asuntos de Irak. Critica la rapidez con la que se redactó la Constitución, aprobada en un referéndum en 2005, lo que, a su juicio, ha contribuido a perpetuar la inestabilidad política.

La tensión entre el Gobierno de Bagdad y el Ejecutivo autónomo del Kurdistán iraquí ha alcanzado en la última semana su máximas cota desde la aprobación del presupuesto general del país sin tomar en cuenta las peticiones kurdas. Como consecuencia, los kurdos han decidido boicotear las reuniones del Gobierno de unidad nacional, como decidió anteriormente la alianza opositora Al Iraqiya, compuesta por suníes y chiíes, por motivos distintos.

Al Iraqiya apoya a los manifestantes de las provincias de mayoría suní, que desde diciembre protestan contra la gestión del Gabinete de Al Maliki, al que acusan de marginarlos. Esas manifestaciones han impulsado las dimisiones de los ministros de Finanzas y de Agricultura, ambos miembros de Al Iraqiya, que se unieron a las protestas.

Algunos analistas consideran que la crisis política y las manifestaciones son «las más graves» que ha experimentado Irak desde la caída de Sadam y auguran que se prolongarán ante la proximidad de las elecciones provinciales, previstas para el próximo abril, y las parlamentarias.

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