El extinto jefe de Estado, Hugo Chávez, nos legó un caos que se viene agudizando con el paso del tiempo, y por la medida de los errores tradicionales, más unos nuevos, que ejecuta Nicolás Maduro.
Entre la herencia de Hugo se encuentran las hache, sí las mismas que escribimos aunque sean mudas.
Pero las haches de Hugo no sólo hablan, sino que gritan y gruñen de una forma ensordecedora. Este es el caso de la primera de ellas: Hambre.
El hambre que nos ha dejado este modelo económico se extiende por todos los rincones de Venezuela, afecta a propios y extraños, a viejos y jóvenes.
La desnutrición se desarrolla por doquier; la muerte de niños neonatos es costumbre, las mujeres embarazadas presentan problemas de toda índole por la carencia de una alimentación óptima.
El hambre no es una cuestión baladí. Cada vez son más los venezolanos que se enflaquecen drástica y peligrosamente ante la arremetida de un flagelo que aumenta en la misma magnitud que lo hace la inflación y el sectarismo del régimen.
Y no contentos con esto, Maduro y su gente juega con la necesidad de los venezolanos, y hasta hacen un negocio de la hambruna que azota a nuestros ciudadanos.
La invención de los Clap no fue otra cosa que otro método para mantenernos sometidos, de implementar un “bozal de arepa”, pero de nuevo cuño: más lastimero y cruel.
La otra de las haches que el finado nos dejó fue: Humillación.
Una está emparentada con la otra; el hambre conduce a que miles de venezolanos se humillen ante la venta de comida, para evitar que la represalia de los enchufados sea sacarlos de la lista de beneficiarios de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción.
El régimen humilla a la sociedad cuando dicta sentencias atroces, cuando se burlan de la gente anunciando resultados electorales fantasmas, cuando mienten de forma descarada.
Humilla a los trabajadores públicos que presionan para que acudan a las marchas o cualquier otra iniciativa que inventen en los laboratorios políticos de la dictadura.
Someten a la humillación a ese venezolano que es perseguido, acosado e intimidado por los grupos de choque que controlan y que hacen de las suyas a costilla de los más desarmados e inocentes ciudadanos de los sectores del Este de Caracas.
Hambre y humillación. Esta son dos de las joyas que el socialismo nos ha dejado en nuestro país, este es parte del resultado de 18 años de descomposición institucional y aniquilamiento de las libertades de los ciudadanos.
Frente a esto, los venezolanos tenemos que resistir. Ante esta lamentable situación cada uno de nosotros tenemos que luchar y cambiar el modelo que nos asfixia.
Williams Caballero López / @wcaballerolopez