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Hace un rato me enteré que Conatel le aplicó una multa del 10% de sus ingresos a Globovisión y la verdad, a diferencia de tiempos anteriores, ni me inmutó. Ni preocupé por averiguar la razón de esta sanción ya que en mi mente la tengo muy clara. No me hace falta leer el motivo técnico o, dicho de otro modo, la excusa del gobierno para ese hecho.
Esta situación me recuerda varias conversaciones que he tenido en los últimos días con diferentes personas, sobre el hecho de que Maduro necesita urgentemente un enemigo, es decir, alguien a quien culpar de sus errores y de la terrible situación del país. Chávez fue mucho más inteligente que él (o quizás tenía más suerte), porque el creador de la destrucción, digo revolución, de Venezuela sí tenía adversarios dignos, como George W. Bush, Álvaro Uribe (cuando era presidente de Colombia), RCTV y por último, la propia Globovisión; todos ellos –en su debido momento– representaron ese ente al que culpar de cualquier situación grave que aquejara a nuestro amado terruño.
Este señor, el hijo-heredero del difunto presidente, cometió el peor error que un dictador puede cometer: quedarse sin enemigos. Tanto así que en los últimos días ha dado traspiés tratando de encontrar una figura a la que achacarle la falta de harina, leche, aceite, papel tualé, seguridad, electricidad e incluso de ser la mano pelúa responsable del alza indiscriminada del precio de la innombrable divisa imperial.
Lamentablemente para él, Obama no lo toma en cuenta (lo ignora como si no existiera), Capriles no cae en su juego y el resto de la oposición democrática continúa con su agenta constitucional y apegada a la legalidad sin buscarle pelea directa ni caer en ofensas, insultos o descalificaciones.
Tampoco hay presidente alguno de América Latina (o el mundo) que cumpla con los requisitos necesarios para convertirlo en el “maluco” que nos tiene como estamos, RCTV ya no existe, Venevisión y Televén hacen lo que Conatel ordena sin chistar y Globovisión, desde su compra por dudosos personajes y luego de un radical cambio de línea editorial, hace varios meses dejó de ser la ventana opositora del país, por lo que ya nadie lo ve (ni chavistas que lo veían para conocer los lineamientos de la oposición, ni los de este bando para poder disociarnos un poco).
El gobierno, en su desesperación por librarse de responsabilidades, enfiló sus baterías contra J.J. Rendón para convertirlo en culpable de todo lo malo que nos pasa, pero cometieron otro grave error: el señor Rendón no es un presidente, ni una televisora con señal abierta, mucho menos un empresario responsable de alimentar al pueblo venezolano, por lo que se convierte en un ser etéreo, abstracto, que impide que los pocos seguidores que le quedan al oficialismo lo identifiquen o asocien a las fallas eléctricas o a la abrupta y escandalosa subida de precios que hemos padecido en los últimos tiempos.
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Por lo tanto, en un intento más por conseguir un “gran enemigo”, han multado a Globovisión. Por un lado buscando desviar la atención de los verdaderos problemas y, por el otro, tratando de que el pueblo madurista sienta que ese canal sigue siendo un adversario y al mismo tiempo que la oposición se solidarice y arme líos porque #GlobovisionSomosTodos, entre otras cosas que solíamos hacer para defender nuestros espacios (que ya hace tiempo no existen).
Para nadie es un secreto que la “nueva Globovisión” es roja rojita. Atrás quedaron los programas con los que nos identificábamos. Ya no es más que un recuerdo cuando transmitían todos los actos de Henrique Capriles y de la oposición en vivo. Por mi parte no pienso defender a Globovisión. Si los multaron, pues que paguen su multa y ya, ellos son rojos y se entienden.
Defender a Globovisión es darle a Nicolás el enemigo que necesita en este momento, para poder agarrar un poco de aire de cara a las elecciones de diciembre. Los demócratas venezolanos estamos claros de que casi no quedan medios libres y que la batalla es en la calle, con actividades de casa por casa, asambleas populares y hablando cara a cara con la gente, sólo así lograremos la victoria por paliza que ya se avizora.
Enrique Vásquez