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El breve descanso entre el fin de un año y el comienzo de otro, aún cuando produce la alegría de compartir con familiares y amigos cercanos, o con aquellos a los cuales solo vemos en esas ocasiones, también nos hace sentir un deje de tristeza cuando en conjunto evocamos a aquellos seres queridos que ya no están pero cuyos recuerdos perduran en nuestras mentes y nuestros corazones.
Al principio lloramos por su ausencia sin embargo al recordar su amor, sus enseñanzas, su dedicación y empeño en ofrecernos a todos un futuro mejor, nos llenamos de alegría y reímos al revivir sus ocurrencias, chanzas y experiencias lo cual nos permite seguir siendo solidarios con nuestros semejantes, llenándonos de vigor para continuar adelante.
Los días libres en nuestras labores cotidianas nos permiten también visitar a aquellos que están lejos, agradecidos con la tecnología moderna por acercarnos, para luego correr a su encuentro siendo, a nuestro juicio, mucho mayor la dicha de estar juntos.
Pero nos arde la sangre y nos corroe el alma cuando después de desearnos todo lo mejor del mundo en el año nuevo, entre otras cosas salud, paz y amor, tenemos que ser testigos de un sino inaudito, inaceptable e inentendible al enterarnos de que la vida de jóvenes prometedores cuyas existencias, desde su estilo de desenvolvimiento profesional han hecho que nuestro país brille dentro y fuera de él, cese de manera tan brutal en medio de una transitada vía a manos de canallas cuyo valor por la vida es menos que nulo.
El miedo, el terror, la rabia, la impotencia se nos acentúan al tener que circular por el mismo macabro camino por donde obligatoriamente debemos pasar, en especial esta servidora, que me he dedicado a invitarles a conocer nuestro bello país, recorriendo cada vía ya sea de un rinconcito, de un pueblito, de un lugarcito o una carretera o autopista principal donde se supone que los riesgos deberían ser menores.
La depresión que siento al llegar al sitio solo me permite elevar unas plegarias por el eterno descanso del alma de los fallecidos y, teniendo en cuenta la aciaga certeza de que algún día pereceremos, rogarle a Dios y todos los santos que no seamos nosotros, ni mas nadie, las próximas víctimas inocentes de esos aberrados seres que parecieran no ser ni parecer humanos.
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De todas maneras escribimos estas líneas para decirles a nuestros lectores que estamos presentes nuevamente con ustedes a través de este importante medio, y como aún comenzamos un nuevo año desearles, dentro de lo que cabe, feliz año.
A nuestro parecer, la felicidad completa no existe, o es muy difícil lograrla, lo que hay son momentos felices por lo tanto disfrútenlos, siempre y cuando sepan reconocerlos, y juntos pongamos nuestro granito de arena, elevemos nuestras voces, reclamemos nuestros derechos, defendamos la paz, la justicia para poder lograr todo ese futuro prometedor que nos merecemos los venezolanos, los que verdaderamente lloramos y luchamos por nuestra amada Patria, nuestra querida Venezuela.
@glimargica / Gliceria Gil