La homosexualidad es un asunto polémico, incómodo, pero falsamente. En realidad el escándalo está alimentado por factores de orden moral y religioso que históricamente han buscado imponer un control sobre el cuerpo y sus comportamientos, sobre individuos que poseen la capacidad de decisión sobre sí mismos. Por desgracia ahora y hace siglos ha habido personas que, individual o colectivamente, se creen en la obligación de dictar a otros las reglas de comportamiento que siempre deberían observarse.
En un caso curioso que, por supuesto, puede tomarse como broma, un joven de 14 años envió a un periódico neozelandés, el Northern Outlook, una carta sumamente estrafalaria en la que asegura que si la homosexualidad se vuelve una práctica común entre los seres humanos, nuestra especie estará condenada a la involución y la servidumbre para con otras que ahora se creerían menores, por ejemplo, los patos.
Si la homosexualidad se disemina, podría provocar que la evolución humana se estanque. Ello podría amenazar la posición del ser humano en la escala evolutiva y, digamos, los patos podrían dominar el mundo. Los patos siempre anidan en parejas y, si permitimos el matrimonio entre personas del mismo sexo, entonces los patos evolucionarán más que nosotros. Estaremos en peligro de ser todos iguales, con los patos más iguales que nosotros.
Desde esta posición pseudoevolutiva, Jasmin H. intenta justificar su rechazo a la homosexualidad, que supuestamente atenta contra la especie entera.
“No quiero que mis hijos compitan con patos”, agrega, en la frase que mejor delata la posibilidad de que todo esto no sea más que una acción burlona, un intento (logrado) por reducir al absurdo los argumentos contra las uniones entre personas del mismo sexo —lo cual de verdad esperamos que sea así, pues, de lo contrario, sería una pena que una mente haya alcanzado tal grado de ruina a tan temprana edad.