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Diciembre de 2012 y enero de 2013 han sido los meses más catastróficos para la historia sin fin del desabastecimiento de alimentos en nuestro país.
Las colas en las bodegas y mercados se profundizan luego de la cortina de humo que el Gobierno Nacional organizó junto algunos dueños de supermercados en cadena nacional, comprometiéndose estos últimos a surtir todos los anaqueles de Venezuela, con los productos desaparecidos en los últimos tiempos: harina de maíz y trigo, pollo, carne, leche, aceite, arroz, azúcar y ahora pasta dental y papel sanitario.
No es sorpresa que las presiones fiscales y en último caso, de expropiaciones, hayan sido uno de los puntos tocado por el gabinete de Hugo Chávez, ahora delegado en Nicolás Maduro, quién a su vez lo encargó a Héctor Navarro; en la reunión con el sector privado.
Las empresas siguen sintiéndose acorraladas: o haces negocios con el Estado, o debes cerrar. La presión contra el agotado músculo productivo, del cual depende la menor parte de nuestra despensa, es un gigantesco esfuerzo por quienes tratan de sostener el barco a flote, para mostrar su control de la situación a La Habana, donde está el verdadero poder.
Podemos sin embargo divisar algunos actores del mundo empresarial, que como es sabido, deben defender sus intereses económicos antes de quejarse o incomodar la decisión gubernamental.
A este escenario se debe agregar que la Federación de Productores Azucareros de Venezuela, sigue informando a la colectividad que en nuestro país sólo se produce el 40% de la azúcar que consumimos y un 60% se importa. Un dato desmotivador para cualquier emprendedor que da su último suspiro por mantenerse a flote.
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La economía está tan o más enferma que el sistema de salud pública, muriendo de mengua al igual que los servicios básicos, y en coma, de la misma manera que los ingresos de todos los criollos que no tienen negocios, acuerdos, subvención, beca, contrato, salario, ayuda o colaboración del gobierno: la abrumadora mayoría.
La palabra que rompió el record de popularidad en Venezuela durante la navidad y el inicio del actual año, fue “escasez”. Falta algo de cualquier rubro, y si lo consigues, será a sobreprecio. Luego llega el Indepabis, condena la especulación, presos todos, y no consigues más nada.
Se controlan los costos, recortan las divisas, incrementan las exigencias burocráticas y fiscales, para luego mostrar como trofeo que el problema de que no tengas comida en tu hogar es un galpón de Empresas Polar lleno de productos, que vendiéndolos todos, no abastecerían al Distrito Capital en un día.
Así de absurda está nuestra alimentación. Con tanto dinero en explotación mineral, comemos lo que conseguimos, luego de luchar en esperas de cuatro, cinco, seis o doce horas para comprar, a un pequeño número por persona, lo que necesitas para medio mantener el pan en la casa.
El Gobierno Nacional, sólo él y nadie más que él, deberá responder en el corto plazo por el derrumbe del poder adquisitivo nuevamente. Es un mal que ha venido anunciándose poco a poco y la figura aérea e inexistente del Presidente Chávez, es una especie de salvavidas ante la arremetida de la inflación que ya en enero se encuentra en números alarmantes.
Es posible que la mejor estrategia sea ver como quienes produjeron esta profunda crisis, los protagonistas de los desmanes más atroces de la democracia venezolana, se enredan en sus planteamientos. El chavismo está muy vivo, pero la economía no tarda en contagiarlo. La cura de la alternativa debe ser la coherencia y la rectificación, sobre todo en estos tiempos donde se pudieran en verdad elegir los nuevos alcaldes y concejales. Es mi humilde opinión.
Ángel Arellano