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«A tiempos», por @glimargica

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Gliceria Gil @glimargicaActualmente los venezolanos sufrimos la escasez de medicamentos para curar las enfermedades más sencillas o de más vieja data en el país, por tal razón es bueno comenzar a desempolvar los relatos de los abuelos, aún cuando pensemos que existe un dejo de exageración, para tratar de atacarlas a tiempo.

Entre las enfermedades más conocidas está las “paperas”, nombre popular que se le daba a la parotiditis o inflamación de la glándula parótidas, una glándula salival, bilateral, situada a ambos lados de la cara por debajo del conducto auditivo externo. Si a la persona se le inflamaba un solo lado decían que la papera era “chiclana” pero si eran ambas entonces se conocía como “berraca”.

A los primeros síntomas de la enfermedad, la gente empezaba a tratarla con un emplasto o bálsamo de fabricación casera que elaboraban con aceite Castilla- que era aceite de oliva- trementina, sebo e´Flandes y ceniza.

Lo aplicaban en la parte inflamada y la cubrían con un copo de algodón bastante grueso y bien desmotado o con un poco de lana de borrego negro.

Si la enfermedad no cedía al primer intento, recurrían a los curiosos o curanderos quienes les hacían muchas cruces y rezaban las oraciones de sus devociones sobre las partes inflamadas, a la vez que les prendían velas a los santos de sus creencias.

Luego le pasaban al paciente un paño por debajo de las quijadas el cual le amarraban en la cabeza, recomendándole mucha tranquilidad para que la papera no se le fuera abajo, es decir, a las mujeres al pecho- o los senos- y a los varones a los testículos. En ambos casos era un proceso demasiado doloroso por la inflamación y el hombre corría el riesgo de quedarse estéril.

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Las fiebres eran demasiado altas y delirantes. Cuando esto sucedía la voz se corría por la comunidad, todos se enteraban de lo que sucedía y murmuraban que el enfermo seguramente había cometido “desarreglos”.

Ese era el momento cuando en última instancia se recurría al “peco de la vieja” es decir el “peco de orinar o miar”. No importaba de donde proviniera, solo se requería que fuera lo más curtido o berrenchinoso posible. La gente salía a buscarlo de casa en casa y las dueñas lo cedían con mucho agrado.

El peco de la vieja era un taparo redondo con la tapa de arriba cortada que mantenían debajo del catre, el chinchorro o al lado de la estera con el fin de recoger los orines nocturnos y hasta diurnos, si la persona no podía movilizarse hacia el patio donde estaba el escusado. Cuando estaba vacío lo mantenían boca abajo en un sitio determinado.

Al peco le untaban aceite Castilla, trementina y manzanilla, lo llenaban de algodón y lo ponían sobre el aripo o al sol para que se calentara un poco y luego lo colocaban sobre la cabeza del paciente a manera de sombrero, aguantado por un paño que esta vez amarraban debajo de las quijadas, e iban renovando el calor constantemente.

Se tenía la fe que con esto bajaba la inflamación y era completamente efectivo. Aunque a algunos se les llegó a caer el pelo o nada más con el “tufito” tenían para curarse de una buena vez.. A tiempos..

Por Gliceria Gil

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