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Cada día los electores de los diferentes países de América Latina, para no irnos más allá de nuestras fronteras continentales, deciden su apoyo electoral hacia aquellas propuestas o candidatos que más y mejor respondan a los valores o intereses emotivos-psicológicos del elector, lo que no necesariamente tengan que ver con los intereses “socio-materiales” que son tan comunes escuchar en los diferentes medios de comunicación de nuestras naciones.
La creación de vínculos emotivos entre el candidato y los electores es indispensables, no en vano hemos visto como la historia electoral de nuestros pueblos se ha manifestado abiertamente en el sentido de coronar con los laureles de la victoria a aquellos dirigentes o líderes políticos que entendieron la necesidad de ser o convertirse en interlocutores válidos de las expectativas, esperanzas, anhelos y valores de sus conciudadanos.
El candidato tiene, a través de una serie de técnicas de comunicación política y marketing electoral, que crear lazos con el público elector, estos se erigen gracias el empleo de diferentes métodos de presentación de ideas, persuasión de los públicos y mensajes diseñados a conquistar la atención y el compromiso ciudadano.
Cuando emprendemos una campaña electoral debemos tener muy claro cuáles son nuestros ideales políticos, cuáles son nuestras propuestas a desarrollar en el ejercicio de las responsabilidades ejecutivas o parlamentarias, porque estos son la génesis de la elaboración de los discursos políticos y procesos comunicacionales durante el proceso de promoción de la opción candidatural. La carencia de estos puede ser en lo práctico reemplazado por una buena concepción de campaña, pero éticamente sería incorrecto y poco recomendable, el líder que desee guiar un pueblo debe saber ¿por qué lo quieres hacer? Y ¿hacia dónde quiere llevarlo? de lo contrario sólo será una amarga experiencia en su vida y en la existencia de la comunidad que lo elija.
El experto en esta área George Lakoff con relación a la elección según los valores dijo que “la gente no vota necesariamente por sus intereses. Vota por su identidad. Vota por sus valores. Vota por aquellos con quienes se identifica. Es posible que se identifique con sus intereses. Puede ocurrir. Pero vota por su identidad”.
Tomando como un ejemplo, más allá del mundo hispano, el caso de la elección actual en los Estados Unidos de Norteamérica podemos observar que las resientes declaraciones del presidente Barack Obama sobre la posibilidad de aprobar el matrimonio gay desató una reacción inmediata de grupos socio-políticos de la sociedad estadounidenses que aún siendo conservadores no veía en la opción republicana de Mitt Rommey un interlocutor válido hasta este momento, aunado a esto la posición de éste sobre el tema haciéndose poseedor de la confianza del aludido colectivo contribuyó al viraje de la opinión de ese sector.
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Sencillamente las apreciaciones de la administración demócrata alejaron a unos posibles electores o por lo menos abstencionistas a que tomarán partido por el rival, pero todo fue producto de una reacción emotiva de este segmento que vio sus valores en riesgo ante la propuesta de la Casa Blanca y respondió de forma emotiva sin analizar otros aspectos más racionales.
Por: José Dionisio Solórzano / @jdsolorzano