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La campaña electoral entró en la recta final con mucha luz al final del túnel. Las dudas se despejan a favor de Capriles. El entusiasmo se siente en la gente, viaja de boca en boca.
El candidato de la unidad democrática es dueño absoluto de la calle. El saliente no porta ni por asomo, su prolongada ausencia desmoraliza a sus seguidores.
La emoción en la gente la despierta el candidato del progreso, es a él a quien ven en persona, al que tocan, a quien le hacen llegar sus quejas, el que recibe los papelitos con los problemas. Es un contacto demoledor para el saliente que solo aparece en televisión o en escenarios "controlados". Cuando se sale un poco fracasa, lo carolean como sucedió en Coche, en Petare, en Catia, en Mérida. Los ciudadanos lo perciben lejano, embustero e inútil.
Capriles encarna la esperanza, la fe, los sueños en una Venezuela de oportunidades. Al saliente solo le quedan la mentira, los insultos y las amenazas propias de la desesperación.
Capriles e el candidato que recorre sin parar todos, absolutamente todos, los rincones del país despertando alegría y entusiasmo con vigor nunca visto huele a Presidente. Para el saliente solo resta el hartazgo de la gente agobiada por el abuso, la incapacidad y la corrupción de catorce años de oprobio.
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A Capriles le quedan bien hasta los chistes. Al saliente ya no lo sirven ni las "pintas" diseñadas por el "sastre" Schemel, la recta final se le transformó en una inclinada pendiente.
Por: José Luis Farías / @fariasjoseluis