El Calabozo de la Libertad: «La batalla oculta de Nicolás Maduro», por @GustavoAzocarA

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Gustavo-AzócarNicolás Maduro está librando actualmente dos batallas: una pública y otra privada. La pública la conocemos todos. Es la que se lleva a cabo desde hace más de 40 días contra más de la mitad de los venezolanos que exige su salida inmediata del poder. Es la que se ve todos los
días en las calles y avenidas de Venezuela, y que ha dejado un saldo de 35 muertos (el más reciente fue Wilfredo Rey el viernes 21 en Táchira), más de 1900 detenidos, 500 heridos y cerca de 50 torturados.

La batalla pública le ha mostrado al mundo la verdadera cara de Maduro. Es la cara de un dictador, de un asesino, de un carnicero que ordena disparar contra manifestaciones pacíficas y que premia a grupos
paramilitares, mal llamados «colectivos», que se encargan de agredir y arremeter contra todo aquél que se manifiesta contrario al gobierno.

La batalla pública ha puesto en evidencia que el hijo salió peor que el padre. Maduro es mil veces peor que Hugo Chávez, no sólo en lo represivo, sino también en lo político y en lo económico. Cuando uno ve el trágico saldo que ha dejado la represión, uno empieza a entender las razones por las cuales los cubanos prefirieron que el sustituto de Hugo Chávez fuera Maduro y no otro.

Fidel y Raúl necesitaban que en el Palacio de Miraflores, luego de la muerte del Comandante, quedara un gorila y no un estadista. Maduro ha demostrado ser el gorila perfecto. Sus ejecutorias en materia de represión han superado con creces las de cualquier otro mandatario venezolano.

La batalla privada de Nicolás Maduro se lleva a cabo contra los llamados «militares hereditarios» de Chávez. Los militares que acompañaron a Chávez en la conformación del Movimiento Revolucionario Bolivariano 200 (MBR200), que asistieron al Juramento en el Samán de Guere, y que participaron en los Golpes de Estado del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992, nunca han querido a Maduro y a ningún
otro civil que pretenda apoderarse del legado del Comandante.

Los militares golpistas aceptaron la imposición de Maduro por la única razón de que fue el propio Chávez quien le dio el testigo, contra viento y marea, aquel 8 de diciembre de 2012, durante su última cadena nacional de radio y televisión. Para los «militares hereditarios», Maduro siempre ha sido un advenedizo, un intruso, un don nadie, un vulgar chófer de autobús que se sacó la lotería gracias a un desliz
del comandante eterno.

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Arias Cárdenas, Vielma Mora, Ameliach y Diosdado, nunca han querido a Maduro. Estos cuatro militares forman la punta de lanza del llamado movimiento de «militares hereditarios» que asumen que la conducción del gobierno de Venezuela debe estar bajo responsabilidad de un militar y no de un civil.

Maduro fue advertido por los cubanos de la llamada «conspiración» de los «hereditarios». ¿Es casualidad que la mayor cantidad de bajas que se han registrado durante los más de 40 días de protestas en Venezuela, se hayan presentado precisamente en Carabobo, Zulia y Táchira? ¿Es casualidad que Maduro haya propuesto a Diosdado como jefe de la misión que se encargará de conversar con EEUU?

Vielma Mora intentó distanciarse del gobierno. Pero el mismo día que dio aquellas declaraciones explosivas en el programa de Alba Cecilia y Sergio, estalló la represión y la violencia gubernamental en Táchira. Vielma intentó pasar por debajo de la mesa y Maduro no se lo permitió. El proyecto presidencial de Vielma Mora quedó hecho trizas. Y después de haber metido en la cárcel al alcalde Daniel Ceballos, Vielma sólo
tiene seguro una cosa: una aplastante derrota.

Arias Cárdenas, como siempre, estaba jugando a la candelita. Hubo fuerte represión en Maracaibo y las protestas cobraron un muerto a manos de la policía. Ese proyecto presidencial también hizo aguas. Francisco Ameliach andaba coqueteando mucho con Diosdado. Las cifras de muertos y heridos en Carabobo son espantosas. Allá fue asesinada Geraldine Moreno. Y antes de ella, Mónica Spear. Y para terminar de
complicarle las cosas a Ameliach, acaban de meter preso a Enzo Scarano. Ese proyecto presidencial también se quedó frío. El único que queda es Diosdado, quien ya tiene plomo en el ala. Maduro, atendiendo la recomendación de Fidel y Raúl, lo ha propuesto como negociador con el gobierno de EEUU. Obviamente, Diosdado no es el más indicado para conversar con Barack Obama o con John Kerry. Maduro
lo sabe. Pero lo que quiere no es que Diosdado haga las paces con EEUU, sino que el Presidente de la AN se termine de joder solito, tal como ya lo hicieron los otros tres.

En medio de las dos guerras de Maduro, la pública y la privada, se encuentra una Venezuela dispuesta a seguir luchando para recuperar su democracia y su libertad. Dice un viejo refrán que todo aquel que cocina dos conejos, termina quemando a uno. Algo me dice que a Maduro se le está quemando hasta el arroz.

Gustavo Azocar Alcalá / @GustavoAzocarA

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