"La mujer que pide, que no se achanta en el trabajo, es vista como agresiva" - Lea Noticias

«La mujer que pide, que no se achanta en el trabajo, es vista como agresiva»

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Hace poco se celebró el día Internacional de la Mujer y una de las cosas de las que más se habló fue de la importante brecha salarial entre hombres y mujeres. Es una situación que parece bastante real según los datos del Instituto Nacional de Estadística que sitúa la brecha ya en el 24%. Una mujer, según se explica en diversos estudios a tenor de estas cifras, debería, hoy por hoy, trabajar 82 días más que un hombre en idéntico puesto de trabajo para cobrar lo mismo que él. Al margen de la grave situación económica que tenemos en España existen otros muchos factores que explican por qué las mujeres no cobran, en la inmensa mayoría de los casos, lo mismo que los hombres. Alicia Kaufmann, judía afincada en España y de origen argentino, es doctora en Sociología por LŽÉcole des Hautes en Sciencies Socials de París, por la Universidad Complutense de Madrid y catedrática de Sociología de las Organizaciones en la Universidad de Alcalá de Henares y acaba de publicar en España el libro Mujer, poder y dinero (Ed. Lo que no existe) En él analiza profundamente las razones por las que ella considera que esto es así.

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«Nosotras distribuimos de otra manera el tiempo y los recursos —sostiene la autora— la mujer pide menos que el hombre, le da cosa por una cuestión de socialización, pero esto está cambiando afortunadamente», agrega. «Por ejemplo, Esperanza Aguirre el otro día, cuando le dijeron que renunciar y su respuesta fue interpretada como agresiva porque en el imaginario colectivo, la mujer que pide, la mujer que opina, la mujer que no se achanta, es considerada agresiva. Esa primera capa que puede parecer agresividad es ansiedad concentrada, que no lo mismo que mala leche –bromea— La mayoría de las mujeres no tienen el hábito de hacerlo».

Su origen judío y haberse criado en América son dos circunstancias que pueden afectar a la manera de entender la vida. «En Europa hablar de dinero es tabú, en Estados Unidos, por ejemplo, no lo es, de hecho en el dólar se puede leer la leyenda In God we Trust. Influye además la fuerte influencia del protestantismo –sugiere— Max Weber, en su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo explica perfectamente cómo influye el protestantismo en la cultura y en especial en la constitución del espíritu capitalista y, por ende, la relación con el dinero. De hecho, una de las cosas que caracteriza al protestantismo en su relación con el capitalismo es que el dinero que se obtiene en los negocios es para reinvertirlo, no para echarse lujos encima. Esto también influye mucho en las diferencias entre las mujeres que se han criado bajo la órbita protestante o católica. Y no digamos en el judaísmo. En el catolicismo hay un extremo rechazo a lo material, tenía que haber gente que manejase el dinero y ahí estaban los judíos, en todas las sociedades tiene que haber un chivo expiatorio —sonríe— y el manejo del dinero por parte de los judíos no es una novedad».

Muchas mujeres consideran, aunque esto va modificándose poco a poco, que su salario sirve como «ayuda» a la economía familiar. Kaufmann es clara al respecto: «Lo hemos permitido las mujeres por una cuestión de practicidad, muchas mujeres dejan las cuestiones económicas en manos de sus maridos por una mera cuestión de repetir patrones y costumbres. Esto es lo primero que hay que modificar y, por ende, enseñar a las hijas».

El informe PISA; en su última publicación, esta vez hecha desde el punto de vista del género, analiza que, si bien las mujeres obtienen casi siempre idénticos y incluso mejores resultados que los hombres académicamente hablando, se muestran menos ambiciosas al expresar sus metas. Curiosamente las menos ambiciosas del estudio resultaron ser las jóvenes de Qatar y Jordania y, de las más ambiciosas, las chinas. «No me sorprenden nada los datos del estudio», comenta la doctora. «A partir de la llegada de la menstruación –explica Kaufmann, la niña se convierte en embarazable por lo que comienza a recibir por parte de sus padres (y de la sociedad en general) mensajes basados en el miedo que inhiben mucho muchas actitudes, entre ellas, desde luego, la ambición y, con ella, el manejo del dinero», sostiene. «Tampoco me sorprende en absoluto que las menos ambiciosas sean en Qatar y Jordania por cuestiones obvias, son países islámicos donde el machismo está todavía mucho más presente. Y las chinas es que son muy emprendedoras. No se separan porque está mal visto pero su manera de salir de un matrimonio que no las convence es emprendiendo».

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Mujeres-madres en el mercado laboral

¿Y qué pasa cuando la mujer se convierte en madre? ¿Es esto una trampa? Alicia Kaufmann reconoce que «no sé si es o no una trampa o un dato objetivo pero lo cierto es que sobre los treinta están en edad embarazable y las contratan menos y mientras ellos despegan, ellas tienen que escoger si despegar o replegar para tener hijos y hacer un parón durante unos años y ellos, sencillamente, están fuera de esa ecuación».

Por otra parte, recuerda la doctora Kaufmann, están actitudes como la de Apple y Facebook, por poner un ejemplo, que ofrecen a sus empleadas la posibilidad de congelar sus óvulos. ¿Dónde está el coste emocional? «Es una aberración porque se meten en aspectos íntimos de la vida de la mujer y donde jamás se meterían en el caso de un hombre». «Hay una actitud muy torpe en todo esto y es que obvian que una mujer que tiene hijos está muy acostumbrada a manejar equipos».

La autora de este libro tan recomendable llegó a España en el año 75 desde Argentina, en aquella época un país convulso con golpes de Estado, gobiernos militares…y, según ella «bastante machistas». «España ha evolucionado muchísimo —agrega— es un modelo de cambio frente a otros países. Cierto es que sigue siendo un país machista en muchos aspectos pero si lo miramos con perspectiva, ha cambiado y eso es muy importante reconocerlo.

En el libro se habla mucho de este aspecto. Una madre ama de casa y trabajadora, que siempre pone ella la mesa, luego la recoge, hace la comida, la cena, que hace la compra, la colada, que plancha, que recoge, que siempre está dispuesta a todo por mantener el orden en el hogar trabajando fuera y teniendo un salario pero no dando la impresión de manejar el dinero, proyecta en el subconsciente de su hija los mismos patrones. «El dinero —sostiene la autora— no es un mero intercambio, en él se proyectan muchos deseos. Una mujer que aprende en su casa que es el hombre quién maneja el dinero, el padre frente a la madre, crecerá con una idea en el subconsciente de no pedir más dinero para sí misma en su trabajo porque realmente no se cree que lo valga». «Existen, desde luego, los aspectos estructurales en la sociedad pero la educación, como casi todo, es fundamental para cambiar las cosas», concluye.

Fuente [Abc.es]

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