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En este tiempo de reflexión y de encuentro con el Señor, en esta época que recordamos y rememoramos el sacrificio que Jesús de Nazaret hizo por el perdón de nuestros pecados, es el momento para arrodillarnos ante la presencia de nuestro Salvador y rogarle por la patria que nos vio nacer, pedirle por el futuro de la nación y que nos ilumine el camino que debemos andar para llegar hacia la meta de la felicidad del alma y del éxito en lo terrenal.
La imagen de Jesús en la cruz, su paso por el calvario, su pasión en aquellas horas de pesadumbre son todas escenas del infinito amor que Dios siente hacia nosotros, es la mayor demostración de que el Padre celestial nos ama profundamente, Él nos entregó la sangre divina de su único hijo para la salvación de nuestras almas, Él es el fin del camino representado por Jesús, Él es la potencia de vida y de trabajo que ha palpitado en el corazón de todos los que nacimos en esta tierra desde que el tiempo es tiempo.
En estos días de recogimiento espiritual, cuando todo buen cristiano sea católico, como es el caso de su humilde servidor, o sea de los hermanos separados del protestamismo, debemos orarle a Dios para que interceda por nosotros, que no nos abandone jamás, que siempre esté a nuestro lado mostrándonos el camino. Venezuela cree en Dios y cada días más confía en Él.
Los venezolanos hemos pasado por un desierto de más de 13 años, hemos visto como herejes de la política han pregonado la guerra entre hermanos y la división del pueblo, pero por encima de todos estos obstáculos la devoción de nuestra gente se ha venido imponiendo y construyendo una realidad diferente. La fe de los venezolanos ha sido grande y constante y hoy en la Semana Mayor reforzamos la fuerza de nuestras creencias para lograr la indulgencia del Señor y alcanzar el objetivo de la grandeza de la república.
Esta república ha vivido innumerable sinsabores, hemos visto pasar por frente de nuestros ojos los resultados de los errores cometidos, pero siempre como nación hemos emergido de esos huecos de la historia y flotado gracias a las balsas de la Providencia; los venezolanos somos un pueblo que no se amilana, es una nación guerrera que no desmaya nunca, pero la fuerza de su brazo nace de su devoción eterna, esa que debemos revivir todos los años, todas las semanas, todos los días.
Cuando observamos a esas manifestaciones religiosas de los criollos pensamos que la Fe, primeramente, y la alegría del espíritu nacional han sido los dos pilares que han sostenido a este país, que han fortalecido el cuerpo patrio y le han dado el aire necesario para doblegar cualquier vicisitud que se le atraviese por el camino, por eso, hoy debemos rogarle a Dios que nos siga derramando sus bendiciones e iluminando la senda que recorremos.
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Por: José Dionisio Solórzano / @jdsolorzano