"Un Presidente Importado" por @juanapitz - Lea Noticias

«Un Presidente Importado» por @juanapitz

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Esa noche, luego de pasearse por las televisoras burguesas, Chávez entendió que a su campaña le faltaba algo. El primer suspiro de inseguridad se asomaba.

Se hallaba con su bata y sus pantuflas de terciopelo en la king size presidencial, después de una ávida conversación con Maduro en torno a lo aburridos que fueron los presidentes de la cuarta. El instruido ministro precisaba que, según le comentaban sus colegas diplomáticos, los presidentes tienen un estilo de vida muy Country Club; un golf casual con los empresarios o quizás un entrecot de mero con los intelectuales. El privilegio de ser mandatarios, plenipotenciarios, lideres supremos de las naciones daba pie a infinitos cuentos y anécdotas, pero, según señalaba el canciller, esas eran sólo patrañas de presidentes poco serios.

-Presidente, usted es un verdadero revolucionario, afirmó.

Chávez, en seguida, recordó una de sus cuatriboliadas aventuras que vivió en Sabaneta, y por poco decide repetírsela por enésima vez al ministro, cuando un cállate, carajo le invadió la estima y se prefirió mudo. Maduro continuaba apabullando al Presidente con las Olimpiadas y los militares paraguayos, cuando Chávez lo interrumpió:

-Mire, Nicolás, aquí nadie entiende que ese flaco no tiene ideas; esos planes majunchosos no son Hecho en Venezuela, chiiico. ¿Me van a venir a mí con esa mentira?. Nosotros hemos levantado este país con el sudor de madres venezolanas, de verdaderos hombres y mujeres que aman su patria, hijos de Bolívar, todos! Esa pendejada del progreso fue idea de los yanquis.

Apenas había respuesta del canciller, que ante tan ilustrativas apreciaciones no encontraba parpadear, cuando, segundos después, se le ocurrió cambiarle el tema para comentar sobre el encuentro con los militantes del partido en Carabobo. Pero Chávez se le adelantó:

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-¿Y qué tal viste la vaina allá en Valencia?

-Bueno Presidente, un grupo pequeño se quejaba del servicio eléctrico que repotenciamos hace unos meses con China. Otros comentaban que los cubanos tienen parados varios centros de salud por falta de provisiones… es que los barcos nada que llegan de Bielorrusia, Presidente. Todos, en su totalidad, dicen que los turcos tienen un guiso con la Misión Vivienda. Andan arrechos.

Las evidencias sorprendían al candidato. Recordaba que días atrás le había pedido al canciller que reforzara la campaña en Carabobo, insistiera en el 1×10 y planificara los saboteos al casa por casa de Capriles.

-Bueno, Nicolás, ¿y tú de qué carajo hablaste?

-De lo que significa ser un verdadero revolucionario, Presidente. De la batalla que libró usted el 27F y del golpe tan maluco que le dieron el 11 de Abril los escuálidos, orquestado todo por el imperio.

-¿Y no te auparon, Nicolás? ¿No enaltecieron nuestra gesta? ¿No se sintieron parte de esta segunda independencia nacional?

-No, Presidente. Me preguntaron cuando iba usted a Carabobo. Dijeron que querían hablar con usted directamente.

La situación, que ya había desgastado la paciencia del Presidente, se volcó en una pantalla roja. Buscaba muy dentro de sí el triunfalismo latente con el que se había medicado por largo tiempo.

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Ya no estaba.

-Mire, Nicolás, son peorras 6 semanas lo que queda… ¡o entendemos lo que tenemos delante o la revolución se acaba! Usted me busca a esos cubanos, turcos, brasileños, bielorrusos, eslovacos, argentinos, mauritanos, ¡todos!… se sienta, les da cafecito, cachitos, plata… ¡cualquier vaina! Les haces entender este embrollo… Si no pueden agarrarse esos pantalones por menos de dos meses entonces ¡me buscas a otros, nojose! Unos que sepan luchar por la patria, y unos que sean verdaderos revolucionarios…

Poco satisfecho y lleno de dudas, el Presidente se retiró a su merecido descanso. Su cabeza se paseaba por los yanquis, Julian Assange, CNN, Maripili… un remoto sentimiento de bienestar lo invadió.

Sabía que el problema no era el desempleo la falta de educación de los venezolanos, sino la flojera de esos cubanos.

Encendió su televisor, cual extranjero en un hotel, y se percató de todo.

 

Por: Juan Carlos Apitz A. / @juanapitz

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