Venezuela: Lista para sufrir la primera gran hambruna socialista del siglo XXI - Lea Noticias

Venezuela: Lista para sufrir la primera gran hambruna socialista del siglo XXI

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La hambruna es muy socialista. Lenin la garantizó incluyendo en su primer experimento el exterminio de los kulaks. La retrasó mitificando aquél fracaso como comunismo de guerra. El leninista Stalin retomó y completó el extermino campesino con hambrunas durante la colectivización agraria. Ya no hay hambruna sin socialismo. Pese a las siempre equivocadas predicciones del ecologismo socialista, las economías capitalistas superaron el hambre hace más de un siglo. Escrito por Guillermo Rodríguez González para Panampost.com.

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Novedad histórica. La humanidad sobrevivió apenas al hambre desde que existe nuestra especie. Hambrunas por catástrofes naturales y sobreexplotación de suelos frágiles acabaron con poblaciones primitivas y civilizaciones antiguas. Hambre y enfermedades endémicas fueron tan comunes para nuestros antepasados que ni imaginarían la civilización capitalista libre de aquellas.

Por dos motivos el socialismo ocasiona hambrunas. Su inviabilidad económica radical impide la coordinación de información indispensable para la existencia de la sociedad moderna. Y primitivos dogmas de la religión materialista totalitaria llamada marxismo incluyen indiferencia al sufrimiento de sus víctimas. Así explicó Mao en noviembre de 1958 a la cúpula del partido el costo humano del gran salto adelante: “Trabajando de esta manera (…) es probable que media China tenga que morir; si no la mitad, una tercera o una décima parte”. La hambruna no le sorprendió, ni importó. Le sorprendió que el acero que ordenó producir por medios primitivos a millones de campesinos resultara inutilizable.

David Mendoza señala que aproximadamente 43 millones murieron de hambre por políticas de dictadores socialistas en el siglo XX. Su estudio, publicado por el Centro de Investigaciones sobre la Libre Empresa, explica que las grandes hambrunas del siglo pasado las ocasionaron gobernantes, no desastres naturales. Así:

  • Ucrania, entre 1930 y 1933. Stalin ordena expropiar tierra y ganado más cruelmente que en el resto de la URSS ocasionando la peor hambruna de la colectivización del campo soviético. Ocho millones de ucranianos mueren de inanición en tres años
  • El atrás citado Mao Tse Tung y su “Gran Salto Adelante” de 1959. Ordenó a los campesinos construir rudimentarios hornos y producir acero fundiendo utensilios caseros y de labranza en lugar de sembrar. Murieron de inanición alrededor de 30 millones de chinos.
  • Camboya –rebautizada Kampuchea Democrática– En 1975, el gobierno del Khmer Rouge decidió evacuar las ciudades trasladando forzosamente a grandes comunas rurales el 21% de la población total. Entre la inanición, la enfermedad y los asesinatos masivos murieron aproximadamente dos millones de camboyanos. Un tercio de la población exterminada en 44 meses.
  • Etiopía. Entre 1984 y 1985 el dictador socialista Haile Mengistu impide la llegada de alimentos a zonas de actividad rebelde durante una severa sequia. Mueren de inanición un millón de etíopes.
  • Corea del norte. En 1994 la dinastía de los Kim recortó el racionamiento de alimentos en ciudades, e incrementó la extracción en granjas. Fallecieron de inanición cerca de 2 millones de norcoreanos.

Al borde de lo anterior, los cubanos –modelo que copia el chavismo venezolano– sufrieron tan severa escasez de alimentos tras el colapso de la URSS que las secuelas fueron inocultables. Desconocemos cuanto contuvieron el hambre y cuanto la información. Pero sobrepasaron la censura secuelas inocultables de desnutrición generalizada.

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En Venezuela la producción agrícola cayó con controles de precios y la masiva expropiación de empresas, que en el agro incluyó de haciendas ganaderas y fincas de caña, a industrias de alimentos y la expropiación de la mayor empresa de agro-insumos del país. Siguió el racionamiento de insumos y semillas, politización ideológica del crédito, y desperdicio de recursos en proyectos que van de carentes de rentabilidad razonable a febriles absurdos –conucos urbanos, gallineros verticales, etc.– Un control de cambios es planificación central de importaciones. En un pasado de altos precios petroleros tenían divisas para importar de alimentos con corruptelas variadas.

Menor ingreso de divisas, menos importaciones y pocos  privilegiados. No hay crédito comercial por impagos del arbitrario control cambiario. El mercado de capitales carga alucinantes primas de riesgo a una dictadura empeñada en aislarse. Cuando se admitió oficialmente una muerte por hambre, ya era inevitable la escalada de malnutrición infantil. Abundan personas buscando comida en la basura. No es saludable y suele ser escasa la alimentación de dependientes del racionamiento por CLAP´s.

En la miseria socialista, quienes tienen algún poder de compra –minoría rápidamente decreciente– se alimentan desde ligeramente mejor a lujosamente. Mercado negro y  mercados grises de una corrupta nomenclatura. Cualquier comida es lujo en la Venezuela socialista.  Sufrimos más o menos casi todos los males del socialismo. País subalimentado en que una infección puede ser mortal por escasez de antibióticos. Incluso hiperinflación, limitada a pocas economías socialistas, la sufrimos. Desconocemos la guerra civil abierta y la gran hambruna. Vistos los factores concurrentes, ambas son probables.

Una economía socialista es un fracaso que lentamente llegará al colapso. La relación con mercados externos retrasa la descoordinación y permite retrocesos temporales en su miseria generalizada. Hambruna hay cuando la insuficiencia de producción de alimentos racionados no es compensada parcialmente con importaciones. Dos causas. Rápida destrucción de la capacidad productiva reduce exportaciones. Y  centralización de recursos en fines que a revolucionarios socialistas importen más que evitar una hambruna. Ambas asoman en Venezuela. Ya el PIB real es menos de la mitad de lo que fue un año antes del ascenso al poder de Chávez. Y el temor chavista al default confunde a expertos empeñados en no entender que prefieran quienes gobiernan la miseria de la población al default negociado.

Me recuerdan a los revolucionarios empeñados en no entender que por acumulación de crecientes costes de financiamiento arriesgan el default forzado. “La dictadura de Maduro teme más al default que a la hambruna” suelo decir para explicar a incrédulos analistas que sus proyecciones fallan, no porque la dictadura sea instrumentalmente irracional, sino porque sus fines jamás serán los que le atribuyen. Hoy temo que esa frase para dramatizar la valoración de fines y medios en una dictadura socialista resulte una predicción exacta. Y me alegraría equivocarme.

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