Una mujer pudo más que Dios…. Curas que se casan

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Hay quienes dicen que enamorarse le puede cambiar por completo la vida a una persona. Pero quizás no hay un ejemplo más claro de esto en el caso de los sacerdotes católicos que por amor deciden formar pareja y dejar atrás una vida de labor eclesiástica.

Se estima que en el mundo hay aproximadamente 100.000 sacerdotes que han dejado la iglesia para casarse o formar pareja.

En la región, la mayoría se agrupa en el Movimiento Latinoamericano de Sacerdotes Casados (que se reunió en septiembre en Buenos Aires), que tiene presencia en varios países, como Brasil, Perú, México, Colombia y Argentina. El objetivo es presionar al Vaticano para que considere el concepto de celibato optativo.

Según le dijo a BBC Mundo el argentino Guillermo Schefer, vicepresidente de la organización, «en los últimos cinco años pueden haber unos 2.500 sacerdotes» que dejaron la iglesia en América Latina.

El cálculo fue logrado mediante un cruce entre las estadísticas de la Conferencia Episcopal Latinoamericana y un trabajo de encuestas en la región por parte del Movimiento. El estudio también arrojó que en la última década unos 9.500 curas dejaron el clero en la región para formar pareja.

«La iglesia los llama ‘abandonos’ pero la estadística oficial no registra todos los casos porque en muchas ocasiones el sacerdote no recibe la dispensa (de las autoridades eclesiásticas) porque no se acepta hacer su situación pública», dice Schefer.

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Separación

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La historia de Schefer es similar a la de muchos que engrosan la estadística de ‘abandonos’.

En 1998 se decidió a dejar la iglesia al sincerar una serie de sentimientos sobre lo que le demandaba la vida de los hábitos.

Una motivación fue la desilusión con la iglesia católica como institución, pero otra de importante peso fue el haberse enamorado de una catequista con la que trabajaba.

Natalia, como se llama la mujer, es hoy su pareja y madre de sus dos hijas. Aunque viven desde hace más de una década en pareja, este año esperan casarse por la misma iglesia que él dejó.

Schefer afirma que no se le hace raro imaginarse del otro lado del altar en un matrimonio cuando en otros momentos era él quien sellaba las uniones.

Según explica, dejó la institución pero no la vida devota a la fe cristiana.

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«Muchos seguimos con la práctica de la fe. Hay algunos que incluso llevan los sacramentos (ejercen) de forma privada, porque en público la iglesia lo prohíbe», señaló.

«Yo en privado, si alguien me lo pide, doy alguna bendición como también doy ayuda o consejo. Y lo hago con toda la fe. Si me lo piden, no lo niego», apuntó.

Dejar la iglesia católica, al dar por terminado el voto de celibato, es un paso controvertido para la propia institución.

BBC Mundo contactó a las fuentes oficiales de la iglesia sin éxito. El único sacerdote que inicialmente atendió los requerimientos luego se negó tajantemente a conversar tras la mención del Movimiento de Sacerdotes Casados.

«Ellos decidieron romper la promesa que habían hecho, para qué voy a añadir algo más. Como iglesia no hay nada más que decir», indicó dicho clérigo al reafirmar su negativa.

Conflicto

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«Uno se desilusiona de la iglesia. Yo sentí que no tenía respaldo de una institución que funciona para otra realidad. Hay un clero detrás del poder y no con la gente humilde», señaló Schefer.

Tras dejar la diócesis donde ejercía como sacerdote, Schefer se instaló en un pueblo cercano, en la provincia de Buenos Aires.

«Nunca sentí un estigma (cuando la gente se enteró de su decisión). Me vine a un pueblo dentro de lo que era mi parroquia. A mis feligreses los veía circunstancialmente, y les presentaba a mi familia y no había problema», aseveró.

La situación quizás era muy diferente cuando Clelia Ludo de Podestá formalizó su relación sentimental en 1972 con el entonces obispo Jerónimo Podestá.

«Había gente que se sentía traicionada por lo que hicimos», dijo Clelia a BBC Mundo.

Podestá -ya fallecido- fue el primer obispo que públicamente se separó de la iglesia católica para convivir con una pareja.

«Cuando fuimos al primer congreso de curas casados en Roma (en 1985) la prensa no nos dejaba en paz, porque éramos la novedad del momento. No había otro obispo con su pareja en actos públicos», dice Clelia, quien organiza un movimiento de esposas de exsacerdotes con pareja que funciona en Buenos Aires.

Ella y sus pares se reúnen cada tres meses para intercambiar experiencias y servir como punto de encuentro para quienes aún están dentro de la iglesia católica y buscan una salida.

Además, dentro de su casa fue que se reunió la sociedad latinoamericana en septiembre para nombrar un nuevo directorio (presidido por un mexicano y su pareja).

«Todos luchamos para que esta iglesia cambie. No luchamos contra el celibato, porque eso es algo que todos vivieron. El problema no es el celibato sino una iglesia diferente, abierta», dice esta mujer de más de 80 años de edad.

«Somos como almas en espera, queremos que algún día el celibato sea optativo. Que esa ley no sea obligatoria para ser curas. Consideramos que el sacerdote casado está más en contacto con la realidad humana», aseveró.

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Soledad

La mayor dificultad para quien deja la iglesia, coinciden ambos entrevistados, es reinsertarse en el mundo fuera del clero.

«Los curas que se casan es porque se enamoraron y la fuerza del amor es muy fuerte. Hay quienes primero lo viven a escondidas y después a la luz del día. Ahí tienen que soportar que les saquen las parroquias y el trabajo», indicó Clelia Ludo de Podestá.

Schefer cuenta que su situación «no fue tan difícil».

Como párroco trabajaba como capellán del servicio penitenciario. Cuando anunció que dejaba los hábitos le propusieron que tomase el cargo de psicólogo social de la cárcel, lo que hizo una vez que terminó los estudios del área.

«Ahora trabajo como asistente social, ayudando a los otros. Es prácticamente lo mismo que hacía pero con otro atuendo», comentó.

En el caso de Clelia, cuando Jerónimo se apartó del clero ambos formalizaron su interés por un camino que ya desde adentro de la iglesia católica venían transitando.

«Él era un obispo comprometido con el pueblo y yo era una militante que luchaba por los derechos indígenas y hacía medicina preventiva», señaló.

«Como ahora con muchos otros casos, nosotros nos conocimos en la lucha social y nos enamoramos. Y entonces decidimos seguir esta lucha juntos», agregó.

BBC

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