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Se le llama coloso a una estatua de gran magnitud, aquella que excede mucho del tamaño natural, aunque el término también se refiere a cualquier elemento de dimensiones gigantescas, ya sea un edificio, una estructura o cualquier otro elemento descomunal. Aún cuando ya no existe, muy conocido por integrar las Siete Maravillas del mundo, es el Coloso de Rodas, una gigantesca estatua del dios griego Helios, erigida en la isla de Rodas, Grecia, por el escultor Cares de Lindos, en el siglo III Antes de Cristo.
Hacia el Sur de nuestro país tenemos el Parque Nacional Canaima, nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1.994, por ser una reserva natural que cuenta con relieves abruptos especiales y únicos en todo el mundo llamados Tepuy, que son especies de mesetas de millones de años de antigüedad, con paredes verticales y cimas casi planas. Estos constituyen un medio biológico único, exhibiendo también un gran interés geológico. Sus acantilados escarpados y sus caídas de agua forman paisajes espectaculares.
Es conocido en el mundo entero el Auyan-tepuy donde se encuentra la caída de agua o catarata más alta del mundo, el Salto Ángel, pero en la Gran Sabana están dos colosos, tan importantes como éste como lo son el Roraima y el Kukenán.
El monte o tepuy Roraima, como también se le denomina es el punto más alto de la cadena de mesetas tepuyes, con una altura de 2.810 metros sobre el nivel del mar e incluye el punto triple de la frontera entre Venezuela, Brasil y Guyana. Su altura y formación es demasiado impresionante.
Por su parte el Kukenán, llamado también Matawi-Tepuy, que significa “si me subes te mueres”, tiene una altura de 2680 metros sobre el nivel del mar y en su cumbre nace el río Kukenan, el cual al precipitarse forma el salto del mismo nombre con 610 metros el cual constituye el segundo salto en Venezuela, en caída libre, tras el Salto Ángel. Los Pemones piensan que estos dos colosos son los que abrieron el camino de la creación del planeta y creen además que son el hogar de los espíritus "Mawari".
Visitar la Gran Sabana, mirar su cielo estrellado en las noches, respirar su aire puro y extasiarse con la vista de estos dos tepuyes, mirándolos de frente y “casi de cerquita” es un gozo indescriptible que nos llena el espíritu y debemos vivir aunque sea una vez en la vida.
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Por: Gliceria Gil / @Glimargica