“Es que, hermano, nos toca educar a 8 millones de personas. A seguir trabajando” comentaba mi compañero, quien además de ser un político de mi generación estuvo trabajando arduamente estos últimos meses por la campaña. Recuerdo haberlo visto un par de veces en los numerosos círculos de trauma post-electoral, donde las reflexiones comenzaban casi siempre con un “Es que Venezuela…” o “Es que los ignorantes…”. Hoy, luego de darme el tiempo suficiente para taparme los ojos ante los gritos de fraude, colgar los guantes con algunos liderazgos y resignarme que algunos políticos son así, les voy a confesar por qué, sin el permiso de los fanáticos por naturaleza, el país sigue teñido de rojo y no de otro color.
La estrategia electoral es fundamental, pero todos los que se dedican a construir una maquinaria electoral saben que la regla 0, por no decir la primera, es la del conocimiento. La campaña y aquellos que la componen deben poseer amplia conciencia de su oponente, sus ideas, sus propuestas, cómo piensa y por qué lo piensa así. Entonces me pregunto, ¿es que acaso se ha dedicado tiempo a conocer a nuestro oponente? ¿Están conscientes los líderes y sus seguidores de la propuesta de país que el chavismo plantea? Ese proyecto de país, que tenía por portada un rostro y una energía ya inexistente, claramente enunciaba lo que a continuación será una sorpresa para muchos. Luego, ¿es que acaso la estrategia electoral no es reflejo de nuestro sistema político? Con tantas manos en el caldo, que querían ayudar y levantar victoriosos las manos “todos unidos”, algunos se preguntaban, “¿dónde quedó la defensa del voto, pana?”.
Ese resultado no es la expresión de la voluntad popular, sencillamente, porque la máquina los apretó a ellos y no viceversa, por las listas, por la desmovilización de la oposición, por las benditas cuadrillas que iban de casa en casa, por la radio bemba que sembró miedo a los funcionarios públicos y mintió sobre nuestro propio plan de gobierno, por el ventajismo, pero no el fraude; por la buena actuación técnica del CNE, pero la fallida posición política de sus funcionarios. Sin embargo, ¿No se supone que aquí había músculo y maquinaria para denunciarlo todo? ¿Qué pasó con la frase “es que los principios no se negocian”? No es un tema de estrategia electoral, ni mucho menos que no defendimos los votos; se trata de la forma y la manera en que algunos lideres conciben la política y sus fines; se trata de que los cuadros, en vez de catapultar, encierran en sus cuatro ángulos a las conciencias libres; es que aquí aun no se ha entendido que no se trata de socialismo o capitalismo, se trata de vida o muerte.
La reflexión que nos toca no es electoral. Es momento de ver la organización –pilar fundamental de un proyecto político- interna, más allá del mensaje que estamos dando. Aquí no hay 8 millones de ignorantes, ni mucho menos 6,5 millones de oligarcas. Eso sencillamente es desconocer nuestra realidad. Y para aquellos que se levantaron el 8, planificando el siguiente paso, pensando cuál mensaje “verdaderamente le llega a los pobres”, les digo, es momento de sentarse y analizar la situación de nuestros filas; la formación ideológica y la coordinación de nuestros liderazgos. Fidel se atrevió, fuera de los micrófonos claro, a decir que “las revoluciones sólo van a elecciones cuando saben que van a ganar”. Les pregunto, ¿es que acaso eso no motiva a entender profundamente nuestro rol como oposición? ¿No es momento de dejar las mezquindades a un lado?. Mientras se sigan utilizando las mismas prácticas, se seguirán cometiendo los mismos errores e inevitablemente, seguirán triunfando los vicios.
Por Juan Carlos Atapiz / @juanapitz