Los exiliados venezolanos rehacen su vida en Madrid

Los exiliados venezolanos rehacen su vida en Madrid

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Carlos Eduardo y Gabriela han pasado de tener una vida acomodada en Venezuela a vivir de prestado, junto a sus dos hijos, en un pequeño cuarto en el madrileño barrio de El Pilar. Desde que llegaron a España, hace poco más de tres meses, han perdido metros cuadrados y propiedades, pero han ganado libertad y calidad de vida. Él era la mano derecha del gobernador del estado de Zulia cuando en la región gobernaba la oposición venezolana, hasta que en 2012, al perder las elecciones, su vida se convirtió en un infierno. No quieren dar su nombre real porque, pese a estar a un océano de distancia, todavía tienen miedo. «Comenzamos a sufrir un vandalismo que no nos dejaba vivir. Dispararon dentro de nuestra casa, entraron a robar, nos quitaron el coche, nos atracaron… fueron tantas las cosas que pasaron que tuvimos que salir de allí», relata la mujer. Publicado por Nohelia Marín en El Mundo.

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Es la historia de huir para poder vivir. El número de venezolanos en la Comunidad de Madrid ha aumentado un 19% sólo en el último año, cuando viajaron hasta la capital española 2.666 personas desde el país caribeño, según el último informe del Observatorio de Inmigración de la Comunidad de Madrid. Fue la población que más aumentó en términos relativos. A fecha de enero de 2016 ya había 16.438 venezolanos en Madrid y, en su caso, los motivos políticos son la principal causa del exilio.

«Empiezas a perder tu identidad, tu vida corre peligro y lo único que haces es rezar y pedirle a Dios que te saque de allí», cuenta Gabriela. Carlos, mientras tanto, rebusca en su móvil para enseñar una carpeta de fotografías en las que aparece junto a Henrique Capriles, líder de la oposición venezolana, y el popular opositor encarcelado Leopoldo López. Son los pocos vestigios que todavía guarda de una vida anterior que se ha visto obligado a dejar atrás.

En 2015, con sólo 47 años, sufrió un infarto a causa del estrés, y cuenta que encontrar el medicamento que le enviaron para la tensión se convirtió en misión imposible. «Fui a 50 farmacias en Venezuela y no lo conseguí, y a la primera farmacia que fui en España lo pude comprar por dos euros», relata sorprendido. Por ello, asociaciones como Venezuela Unida, a la que ellos acudieron en busca de ayuda, recolectan ropa, comida y medicamentos para enviar a sus compatriotas.

La vida, a Carlos, le ha curtido. Le cuesta sonreír, y hay momentos en los que en su cara todavía se refleja el dolor. Recuerda con dureza que su mujer y sus hijos es lo único que le queda tras la muerte de sus padres. También todos sus hermanos murieron, cuando tenían menos de 30 años, en «diversos accidentes».

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Su hijo tiene Síndrome de Asperger y su principal preocupación ahora mismo es conseguir asilo político y empadronarse cuanto antes en Madrid para poder buscarles una escuela. «Si mi país mejora y esta gente se va -el gobierno de Nicolás Maduro- ¿quién no va a querer volver a su tierra? Pero en estos momentos tenemos que estar aquí o donde nos apoyen. Queremos vivir en libertad. Allí salía y estaba paranoica, pensaba que me perseguían, y ahora puedo ir por la calle sin mirar hacia atrás», cuenta su esposa.

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Problemas en el aeropuerto

Con 36 años ya cumplidos, Gabriel -tampoco quiere hacer público su nombre real por miedo a ser localizado- vivió una situación similar. Como sus compatriotas, él también trabajó durante años para la oposición venezolana, y la represión y las constantes persecuciones de las que fue víctima le obligaron a poner rumbo a Madrid, junto a su pareja, en abril de 2015. Ahora está en paro, pero desde que llegó ha trabajo en la hostelería y asegura que lo que en España se entiende por crisis «no tiene nada que ver con la crisis de Venezuela».

Hace tres meses que su madre, de 60 años, llegó también a España en busca de asilo político. A su llegada estuvo dos días retenida en el aeropuerto y, por haber salido del país, actualmente ni siquiera cobra su pensión. «Ayer fue el cumpleaños de mi madre y no tuve dinero para comprarle un regalo, antes no me veía en esta situación», relata con lágrimas en los ojos, aunque sin dejar de ser consciente de que España le ha devuelto su tan ansiada libertad.

Otras veces, los problemas empiezan en el aeropuerto de Venezuela, antes incluso de coger el avión, como fue el caso de Pedro, que también tiene miedo de hacer pública su identidad y pregunta insistentemente cómo hemos conseguido su número de contacto. «Cuando iba a embarcar unos guardias me cogieron para revisar mi equipaje y uno de ellos empezó a increparme. Me dijo que seguro que venía a Madrid a traicionar a mi patria», relata. Tuvo que darles 20.000 bolívares para que le dejaran marchar, lo que al cambio son más de 1.700 euros. «Me llevaron a un hospital a hacerme unos Rayos X para ver si llevaba droga y al ver que no, después de pegarme en el estómago, me dijeron que me dejarían marchar si les daba dinero», añade.

De todo esto hace apenas tres semanas. Ahora vive en casa de su hermana mientras encuentra un trabajo. Su mujer todavía reside en Venezuela, junto a sus dos hijos, pero ante el miedo de que les pueda ocurrir algo les ha aconsejado que vendan la casa y «se muden a otro sitio, escondidos, sin decirle a nadie donde está».

Emigrar para no ir a prisión

Aunque este año la emigración venezolana en Madrid ha sido récord, hay quien como Luis Eduardo Manresa, secretario general de Acción Democrática en España, rompieron con su vida y pusieron rumbo a España hace ya un lustro. Él es el único que no tiene miedo a dar la cara. Se define como «fiel opositor al régimen venezolano», un papel que llevó a este caraqueño a emigrar a España allá por 2011. «El fiscal me dijo que tenían orden de meterme preso mientras Chávez estuviera en el poder y tuve que dejar el país en menos de tres horas. Pasado ese tiempo lanzaron la noticia de que iban en nuestra búsqueda por los canales oficialistas de radio y televisión», justifica.

Según explica, ni siquiera una vez en España terminó su pesadilla. «Me mandaban mensajes y correos electrónicos con fotos de mi hijo, que es cirujano maxilofacial, o de mi hija con su marido, y me decían ‘Sigue hablando del Gobierno y verás como no les vuelves a ver'», explica.

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En su caso, ha intentado recientemente volver de visita a Venezuela pero la respuesta que asegura que le dieron las autoridades le quitó las ganas: «Me dijeron que si iba allí, al aeropuerto entraba, pero o salía en un ataúd o arrestado».

El significativo aumento de población venezolana en España durante el último año se debe, según él, a que «allí la gente no consigue comida ni medicinas, te matan por un cigarro o por un par de zapatos, porque la vida vale menos que nada».

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1,2 millones de extranjeros en la Comunidad de Madrid

En la Comunidad de Madrid hay 1,2 millones de personas de origen extranjero, según datos del último informe del Observatorio de Inmigración, y un 32% proceden de países de Iberoamérica. Sin embargo, la población inmigrante mayoritaria es la rumana, con 205.033 personas; seguida por la marroquí, de la que se contabilizaron 79.639 expatriados; mientras que el tercer puesto lo ocupa la población china, con 55.784 inmigrantes del gigante asiático afincados en la Comunidad.

La nacionalidad venezolana fue la que más aumentó en 2015 en Madrid en términos relativos; con un 19,4% de crecimiento, aunque la hondureña alcanza una cifra muy similar, ya que también creció entorno al 19%. Según los datos ofrecidos por el Observatorio, en enero de 2016 había 11.597 hondureños en la región, casi 2.000 más de los contabilizados en el mismo mes del año 2015.

También se notó un incremento notable en el número de ciudadanos de origen ucraniano en la capital. La cifra de expatriados de Ucrania aumentó un 8,3% durante 2015, año en el que la población pasó de 20.447 personas a 22.144. En ese caso, sin embargo, desde el Consulado de Ucrania en España aseguran que el conflicto bélico que asola al este del país no tiene nada que ver con este aumento de expatriados que habitan en la Comunidad. «España está muy lejos de Ucrania. La mayoría de la población que se ve forzada a dejar el país por el conflicto va a Polonia o Alemania», explica el cónsul.

Desde el Consulado aseguran que ellos no han notado un aumento del número de ucranianos que se traslada desde allí a España y que si ha habido un incremento de la población se deberá «a migraciones internas», gente que vive en Castilla la Mancha, por ejemplo, y se muda a Madrid.

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