Ocho hábitos que te hacen engordar y no lo sabías - Lea Noticias

Ocho hábitos que te hacen engordar y no lo sabías

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Dejemos de lado por un instante la dieta y el ejercicio. Supongamos que cumples con ambos, así que ese no es tema de discusión. No obstante, hay otras rutinas que haces a diario que no te están permitiendo llegar al objetivo. Quizás estés llevando a cabo algunos hábitos que engordan y no lo sabías. ¡Aquí te los contamos para que los evites!

Tomado de: Entiendelas.com

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Malos hábitos que no te dejan adelgazar

No saber las calorías ingeridas

Es cierto que no podemos pasarnos todo el día leyendo etiquetas y haciendo cuentas con la calculadora, pero el hecho de no conocer siquiera el aproximado de calorías que se añaden en cada ingesta puede ser peligroso.

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Lo bueno es que en la actualidad hay aplicaciones móviles que te ayudan sobremanera. Solo tienes que colocar el platillo y la ración y listo. Al finalizar el día te dirá cuánto has consumido.

Puedes incluso ir viendo las sumas intermedias para saber en qué momento has sobrepasado lo aconsejable.

Comer solo y distraído

Mirar la televisión mientras cenamos es una muy mala idea, porque el cerebro no tiene la capacidad de indicar cuándo el estómago está satisfecho. Lo mismo sucede si leemos el periódico o un libro.

En lo posible, debemos alejarnos de esas distracciones a la hora de la comida.

Por otra parte, hay estudios que indican que comer en familia o con amigos hace que consumamos menos alimentos. Esto es así porque en el encuentro se establecen conexiones emocionales y se es más consciente de lo que se ingiere.

Aunque es verdad que en ciertas ocasiones especiales hay demasiada comida y nos excedemos, lo cierto es que comer en casa con la familia es bueno para tu salud.

Consumir todo bajas calorías

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Vas al supermercado y eliges todo lo que tenga etiqueta verde y diga “0%”, “light” o “sin grasas”. Quizás eso sea lo que está evitando que adelgaces.

Según un estudio de la Universidad de Cornell, las personas que consumen productos “de dieta” ingieren casi un 30% más de calorías que si escogieran productos normales o regulares.

En la mayoría de estos alimentos la grasa se remplaza por azúcar o por aditivos químicos. Así, es mejor una pequeña ración de un alimento “común” que varias de uno “dietético”.

Comer en platos grandes

Nos dicen que podemos consumir un plato de pastas en el itinerario de la dieta. Si no se nos indica la cantidad de esa comida… ¡podemos hacer trampa!

Claro, porque si en casa tienes unos platos gigantes comerás más que si la vajilla es mediana o pequeña.

Además, está comprobado que uno suele comer todo lo que hay en el plato, porque así nos han criado o es de buena educación. Entonces, si el recipiente es grande, comerás más.

Lo mismo se aplica a los tamaños de las porciones en los restaurantes o locales de comida rápida.

Por ejemplo, en Estados Unidos el combo más pequeño de hamburguesa y patatas fritas es el más grande que se ofrece en Francia. Ya sabrás quienes sufren más de obesidad.

Dormir poco (o mal)

El insomnio y el estrés son los peores amigos de las dietas. Cuánto menos duermas, más comerás. No solo porque permanecerás más tiempo despierto (y puedes atacar la nevera más veces), sino porque el cuerpo necesita el descanso para restablecerse y recuperarse de lo hecho en el día.

Y aún otra cosa interesante: el metabolismo energético y la producción de ciertas hormonas relacionadas al sueño y la vigilia pueden ser los culpables de que tengas hambre todo el tiempo.

Rodearte de gente obesa

Así como una cena en familia puede ser beneficiosa, también las relaciones personales nos pueden traer consecuencias positivas o negativas.

Por ejemplo, si nuestra pareja, nuestros mejores amigos y nuestros compañeros de la oficina están excedidos de peso, es más probable que nosotros también lo estemos.

No es que nos traspasen los kilos, sino los hábitos. Por ejemplo, habrá más posibilidades de que seas “gordito” si…

Cada vez que te juntas con tus colegas vais a comer a un restaurante tipo bufé.
El sábado por la noche con tu pareja optáis por pedir comida y postre mientras veis una película.
En nuestra familia acostumbran a cocinar mucho y demasiado variado a diario.

No desayunar

Saltearse el desayuno no es para nada bueno. En primer lugar, porque el cuerpo precisa energías desde que se levanta para poder llevar a cabo todas sus actividades (como un coche necesita el combustible) y, además, porque de esta manera estás incentivando al estómago a pedir comida a cada rato.

Haz la prueba de desayunar bien antes de salir de casa y te darás cuenta de que hasta el mediodía no sentirás apetito.

No es recomendable tampoco comer unas frutas y un vaso de zumo y salir rápido para el trabajo. El desayuno bien constituido ha de estar compuesto por:

Una taza de cualquier infusión (té, café)
Una ración de hidratos (galletas, tostadas)
Lácteos, cereales y frutas.
Si no crees que puedas comer todo eso puedes ir añadiéndolo de a poco.

No planificar la comida

Si estás yendo al nutricionista y te ha armado un menú semanal, ¡enhorabuena! Sin embargo, muchas veces hacemos dieta por nuestros propios medios (o queremos comer de forma más saludable) y no organizamos las ingestas.

Es entonces cuando comienzan los desequilibrios. Un día no tenemos los ingredientes y comemos cualquier cosa, otro las energías no nos dejan cocinar y pedimos comida a domicilio… y así es como nunca podemos bajar de peso.

Prepara la comida para varios días y ponla en el congelador. No cocines sobre la hora y ten a disposición diferentes ingredientes naturales.

A su vez, es importante que varíes el menú para no aburrirte y para que el cuerpo no se acostumbre. Si comes un platillo diferente al día el organismo tendrá que trabajar más para aprovechar cada uno de los componentes.

Y, por último, cuando vayas a hacer la compra lleva la lista y cúmplela al pie de la letra. ¡No te dejes llevar por la tentación de lo que engorda.

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